Parece que fue ayer cuando viajábamos a bordo de un avión con un desconocido Shadow Moon, pero ya han pasado siete semanas y os tengo que dar la bienvenida al análisis del penúltimo capítulo de American Gods. Si os interesa saber que ha pasado hasta ahora, os recomiendo pasaros por este típico enlace. Y ahora, sin más dilación, volvamos a América.
Viniendo a América
Por fin descubrimos que el narrador, la persona que ha estado dando estas gotas de información sobre América y sus deidades era ni mas ni menos que el Señor Ibis, también conocido como Thot. Thot es la pronunciación griega de Dyehuty, el Dios egipcio de, entre otras cosas, la escritura. Tan apropiado como romántico. Tras un par de interrupciones involuntarias, Ibis para un segundo. El va a hablar de Essie McGowan. Aunque tal vez un invitado aparezca en su historia. Un inmigrante del viejo mundo, de una tierra de sueños esmeralda.
El padre de Essie es navegante, y ella lo espera. La espera es tristeza, pero se pasa mejor con cuentos de hadas. Y la buena intención de una niñera demasiado vieja para jugar, empuja a Essie a una vida de ensoñaciones. A los 17, bella, ambiciosa y aun crédula, Essie ofrece todo lo que tiene a los duendes a cambio de un favor. Y un duende coge el testigo.
Leche y Pan
Essie, bella, ambiciosa, pero inocente, ya debería saber que los regalos caros del hijo de la ama tienen consecuencias. Porque el hijo de la ama es rico, y pudiente; y Essie es una criada. La pena por robar es la horca, claro. Pero Essie es joven y bella, y el juez le da una oportunidad. Viaja a América. Sirve por cinco o diez años y podrás obtener tu libertad en un Nuevo Mundo. Incluso en la bodega de un sucio barco, Essie nunca se olvida de las viejas historias. Y la suerte y la belleza que tiene de su lado, la devuelven a Londres en brazos de un capitán. Y cuando el capitán vuelve al mar, Essie decide que no va a espera de nuevo en la orilla. El mundo la llama ladrona, y ladrona será. Pero nunca olvida dejar leche y pan, para los duendes.
Los años han pasado, y Essie ha convertido en arte aquello que un día fue su castigo. Vive de si misma y no depende de nadie. Aun recuerda a los duende, que desde su lejana tierra le ayudaron a llegar a donde está hoy. Pero, por desgracia, aquellos que mas tienen, suelen ser los que menos lo agradecen. Y una noche, Essie está demasiado ocupada en si misma, para poner algo de pan en la ventana. La suerte se acaba y Essie vuelve a dar con su huesos en prisión, donde conoce a un extraño amable, aunque no demasiado. Y vuelve a dejar pan. La suerte y un inesperado milagro fruto del carcelero, salvan a Essie otra vez, y de nuevo, la llevan al Nuevo Mundo.
Como siempre ha sido, Essie encuentra a quien la salve. Diez años de salvación y de amor amable, son suficientes, quizá, para redimir una vida de errores. Y así, Essie deja de ser Essie y pasa a ser La Viuda Richardson, Mama o Abuela. Hasta que un viejo amigo, venido de una tierra de sueños esmeralda, va a buscarla una noche. Una vida es mucho para vivirla, y es necesario ponerle un final.
Viajando por América
Laura Moon, con el tiempo en los talones, pausa su viaje para que otros recen. El amor de Salim lo hace libre. Puede ir a Wisconsin a buscar a su genio. Mientras, Laura y Sweeney roban otro coche. Ahora son ellos dos contra el mundo y contra el tiempo, y ninguno de los dos parece tenerlas todas consigo. Lo bueno es que no hay nada mejor que un camión de helados si quieres mantener fresco un cadáver. Tampoco se me ocurre mejor sitio donde Sweeney el Loco pudiera confesar que huye de su destino, del que le reservaba la guerra a la que debía asistir. Quizás por ese corre Sweeney. Por que, por fín, después de tantos años, ha dejado de huir de la muerte y va en su busca.
Laura Moon no suele tener suerte al volante. Un nuevo frenazo, un nuevo accidente, un mal golpe, y una moneda que rueda por el suelo, dejando el pecho de Laura vacío y sin vida. La muerte es la única cosa justa de la vida. A todos nos llega. A algunos, incluso, dos veces. Sweeney el loco se despierta libre y vivo, y con la suerte al alcance de su mano. Pero Sweeney el Loco no es tonto. Y deber una vida, aunque sea la suya, ya es demasiada condena. Laura Moon morirá, si. Pero no por su culpa. Después de todo, Sweeney el loco está loco por algo. Tal vez sean demasiadas vidas dedicadas a la misma mujer. Tal vez esta sea la última vez que deba salvar Laura Moon, a Essie o cualquiera que sea el nombre que tenga en su próxima vida.
La opinión de Sofía
Dos cosas que decir, solamente. Uno, que llevo llorando desde el minuto 34 y aún no he parado; y dos, que estoy total y completamente enamorada de Pablo Schreibe. Alucinante como, entre él y la maravillosa Emily Browing llevan el peso de uno de los mejores capítulos de la serie, para mi gusto. Sencillamente inmejorable
Si me disculpáis, me voy a mi cama a hacerme un ovillo y llorar. Nos vemos la semana que viene, hasta entonces… sed felices.