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Análisis de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder. Temporada 1. Episodio 3

Nueva entrega de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder y, por lo tanto, nuevo análisis. El episodio que hoy nos ocupa es el tercero y su título es Adar. La serie, creada por J.D. Payne y Patrick McKay, es precuela de las más afamadas historias de J.R.R. Tolkien y producida por Amazon para su plataforma Prime Video, en donde puede verse.

Hola otra vez, humanos, elfos, hobbits y, por qué no, algún orco. Aquí estamos para analizar el tercer episodio de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder después de que los dos primeros nos dejaran la vara no alta pero tampoco baja y sí con intriga. Esta entrega nos trae a dos personajes bien conocidos de la saga de Tolkien y, de algún modo, comienza a contar la historia del Anillo Único o, al menos, le hace prólogo.

La dirección está a cargo de Wayne Che Yip, quien ya ha estado a cargo de episodios de series como Utopia, Doctor Who, Predicador o Doom Patrol. Sin más, pasamos a analizarlo advirtiendo que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA y recordándoles que pueden echar ojo aquí a nuestros análisis anteriores.

Númenor

Aunque sus caminos aún no se toquen, lo cierto es que los destinos de Arondir y Galadriel vienen siendo similares, pues ambos han caído prisioneros. Lo de él es bastante peor, pero los dos están privados de libertad y no se resignan.

Tal como vimos al final del episodio anterior, Galadriel y Halbrand han sido rescatados por un barco y la silueta sobre la borda terminó siendo la de su capitán, cuyo nombre nos enteraremos después que es Elendil (Lloyd Owen). ¿Nos suena? Por supuesto que sí, pero ya volveremos: de momento, lleva a la cintura la daga de Finrod que, obviamente, ha quitado a la elfa…

Aun cuando oficialmente no son considerados detenidos, ambos son llevados a la isla de Númenor, de donde el navío procede y sobre cuya presencia en el mapa había justamente llamado la atención este redactor la semana anterior. Y así como entonces tuvimos la posibilidad de ver Khazad-Dum aún en pleno esplendor, ahora conocemos la mencionada isla antes de ser destruida por el cataclismo y rebosante todavía de imponente arquitectura en piedra blanca con enormes estatuas y altas torres.

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El problema es que no es el mejor momento para llegar: tal como Galadriel explica a Halbrand, Númenor, el más occidental de los dominios de los hombres, fue entregado por los elfos a aquellos que les apoyaron durante la guerra, en contraposición con los que asumieron el partido de Morgoth. Sin embargo, las cosas han cambiado y la buena relación entre humanos y elfos parece haber quedado en el pasado por alguna razón no precisada.

Al frente se encuentra Míriel (Cynthia Addai-Robinson), a la que se alude como “reina regente” y que mantiene ante los elfos una actitud prejuiciosa y distante como, en general, todos allí. Ya a bordo del barco de Elendil los marinos se apartaban al paso de Galadriel y no es distinto en la isla, donde, según parece, hace ya rato que no pisa nadie de su raza.

Halbrand quiere ir despacio y contemporizar con los numenorianos pero la elfa, tras las noticias que él le ha dado, quiere llegar pronto a la Tierra Media y así lo plantea, solicitando un barco a tal efecto. La respuesta le es negativa, pero Halbrand intercede para que les dejen permanecer unos días en la isla mientras las autoridades se toman un tiempo para evaluar. Aceptan bajo condición de que ella no salga de los terrenos del palacio real. Él agradece y, propinando un abrazo a Elendil, recupera la daga sin que se dé cuenta…

Elendil e Isildur

Retener a Galadriel, sin embargo, es prácticamente imposible: se las arregla para escabullirse y llegar hasta los muelles con la intención de hacerse de una embarcación. Elendil la encuentra pero, en lugar de delatarla, le ofrece ayuda para averiguar qué está pasando con las Tierras del Sur.

Y ya es momento de hablar de él: según nos cuenta Tolkien en el Silmarillion, Elendil es el heredero del señorío de Númenor y sabemos que no apoyará a Sauron llegado el momento como también que, junto a sus hijos Isildur y Anárion, será de los pocos en lograr escapar a la destrucción de Númenor.

Todo ello, desde luego, aún no ha ocurrido y de momento le vemos como alguien que en el pasado ha confraternizado con los elfos, haciéndole ello acreedor del recelo de la realeza: cuando Miriel, desconfiada, le pregunta por qué trajo a Galadriel, se escuda en que el mar se la entregó y, como reza el lema de los marinos numeronianos, “el mar siempre tiene razón”.

Tenemos incluso también noticias de su hijo Isildur (Maxim Baldry), quien está como cadete en la guardia marina pero, contrariamente a los deseos de su padre, tiene planes de dejarla para marcharse a la costa occidental junto a su hermana Eärien (Ema Horvath)

¿Y quién es Isildur en el universo tolkieniano? Pues el que sabemos que terminará luchando contra Mordor y rebanando a Sauron el dedo con el Anillo Único para dar inicio así a una larga historia de cambios de mano del mismo (nunca mejor aplicada la expresión). Prácticamente es quien origina el problema con el anillo al quedárselo para sí en lugar de destruirlo como le fuera sugerido por Elrond

Pero volvamos a Galadriel y su encuentro con Isildur: este se ofrece al Salón de la Ley (no sé por qué traducido para España como Casa del Legado y para Latinoamérica como Salón de la Sabiduría), en donde pueden hallar datos que sirvan a su investigación.

Cabalgando, llegan entonces a una especie de Biblioteca de Alejandría y entre la constelación de pergaminos, encuentran material rescatado por un espía durante la guerra con Morgoth: cuesta creer que material tan confidencial y prácticamente de estado se halle juntando polvo en una biblioteca y al alcance de cualquiera, pero así es…

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Galadriel encuentra un fragmento de mapa correspondiente a las Tierras del Sur y descubre que la cartografía coincide con el símbolo que antes relacionara con Sauron. No solo eso: también hay un texto en “lengua negra” sobre un supuesto plan para iniciar allí una etapa oscura. En sus propias palabras, algo “más grande de lo que pensaba”…

Elendil, por otra parte, la pone al tanto de que Míriel es la hija del legítimo rey de Númenor, al cual tiene recluido en una torre…

El Retorno del Rey

Halbrand, entretanto, no se ha quedado quieto en ausencia de Galadriel. Se nota que no quiere marcharse de la ciudad y se ofrece como ayudante en el taller de un herrero, pero necesita como requisito estar enlistado en un gremio: muy medieval. Además, el haber sido visto en compañía de la elfa le juega en contra a los ojos de los residentes, lo que deviene en un altercado en una taberna y termina detenido tras repartir hostias a diestra y siniestra en plan Stallone.

Justamente en el calabozo le encuentra Galadriel que, regresada del Salón de la Ley, le muestra algo que no sabíamos que también había encontrado allí: un texto que presenta idéntico símbolo al que él lleva colgado al cuello y que identifica, según pudo averiguar, un linaje real.

Halbrand es descendiente y heredero de alguien que en el pasado unió a las tribus de las Tierras del Sur bajo una misma bandera, tarea que, según ella, puede cumplir una vez más (recordemos que en el primer episodio alguien había hecho referencia a un antiguo rey del sur mientras fustigaba a los elfos en una taberna).

Pero él se muestra reacio a cualquier legado en relación con su pasado: sus ancestros apoyaron a Morgoth y no a los elfos, lo cual le pesa. Lejos de desanimarse, Galadriel le remarca que ahora la historia puede ser diferente…

La reina Míriel, en tanto, se dirige hacia la torre en que presumiblemente tiene recluido a su padre y según parece, le anoticia de que la elfa “ha llegado”.

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Nadie camina Solo

En Rhovanion, los pelosos se aprestan a partir en caravana de migración mientras cantan que “nadie sale del camino y nadie camina solo”. Ello complica a Nori, que aún mantiene oculto al gigante “caído del cielo” y por cuyo origen siente gran intriga. Poppy, aunque remilsa, le ayuda a distraer a Saroc para quitarle un libro en una de cuyas páginas hay una imagen idéntica a la disposición de estrellas que el misterioso sujeto dibujó con las luciérnagas.

Pero el gigante delata involuntariamente su presencia cuando, atraído justamente por la ilustración, se acerca a una fogata y, sin querer, da fuego al papel. Su presencia causa conmoción y hace caer las miradas sobre Nori no solo por haberle ocultado, sino también mentido y robado. Ella se ampara en su curiosidad por saber de dónde procede, pero no logra convencer al reto y las normas exigen la expulsión. Saroc, más flexible e interponiendo como argumento la edad de la muchacha, prefiere castigar a su familia haciendo que su carreta marche a la retaguardia.

Significa para ellos una gran humillación y, además, la marcha se les hace extremadamente lenta al llevar el peso del gigante del cual Nori no quiere desprenderse. Pero poco a poco, ambos van comenzando a comunicarse y él ya emite alguna palabra, como “amigo”, que es la que Nori usó para referirse a él. Bajándose de la carreta, ayuda a empujarla y así los Brandipie (tal el apellido de la familia) pueden seguirle la marcha al resto.

Adar

Arondir ha caído prisionero de los orcos, quienes le encadenan a cavar túneles junto a otros elfos cautivos, entre ellos su amigo Médhor, aquel que le aconsejara no relacionarse con humanos. Sabemos ahora cómo aparecen túneles en la región y cómo se protegen de la luz del sol los orcos (en la trilogía, Sauron se valía de una nube) que, según Arondir llega a oír, obedecen a las órdenes de un tal Adar.

Situación conflictiva se produce cuando pretenden quitar un árbol de en medio y los elfos, por su comunión ancestral con los bosques, se niegan a talarlo. El hecho termina con Médhor muerto y un turbado Arondir que, sin más remedio, procede a la tala.

Termina, no obstante, por estallar una rebelión y, superados, los orcos recurren a un huargo que, tras dar cuenta de algunos elfos y encarnizado combate con Arondir, termina con sus mandíbulas estranguladas por una cadena y, finalmente, muerto por este con una lanza.

Entre tanta confusión, los orcos recuperan terreno y aunque no llegamos a ver qué tanto han logrado aplacar la rebelión, Arondir es (una vez más) capturado. Alguien está llegando al lugar y todos se le inclinan reverencialmente mientras repiten a coro el nombre Adar (por cierto, cantan como ángeles para el tono gutural que tienen). Muy difusamente, llegamos a ver un rostro con orejas de elfo…

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Balance del Episodio

Primero lo positivo: aunque la trama sigue a fuego lento y la acción con cuentagotas, no ha sido un mal episodio, quizás inferior al anterior, pero la historia va asociándose cada vez más a situaciones y personajes que conocemos del universo Tolkien.

La aparición de Elendil y, sobre todo, de Isildur, son golpes de emoción muy fuertes porque sabemos que estamos viendo el despuntar del conflicto que acabará dando sentido a la más gloriosa saga de fantasía épica jamás escrita, algo semejante a lo que me ocurría en Black Sails cada vez que algún indicio llevaba hacia la mayor novela de piratería de todos los tiempos.

El espectáculo visual sigue siendo avasallante y va quedando claro que no quemaron todos los cartuchos en el primer episodio como sí hiciera, por ejemplo, Terra Nova, donde tras el piloto más caro de la historia (hasta ese entonces) los dinosaurios iban desapareciendo en progresiva y tempranera extinción.

La aterradora recreación por cgi del huargo o la magnífica isla de Númenor atestiguan suficientemente lo que digo, en tanto que los detalles dan realismo a la generalidad y la hacen creíble: es un gran acierto, por ejemplo, que la imponente arquitectura de la isla no se confunda con pulcritud exagerada (como ocurre a veces en The Witcher). Hay vegetación creciendo sobre las estatuas, así como moho en los puentes y herrumbre en las puertas: pueden parecer tonterías pero, repito, hacen creíble al conjunto.

Pero la serie aún no consigue despegar en contar una historia distinta. Es loable, desde ya, la búsqueda de coherencia con los escritos de Tolkien, inclusive al cubrir aquellos períodos sobre los que ha dejado apenas grandes rasgos, pero escribir “la novela que Tolkien nunca escribió” no debe ser confundido con repetir lo que ya escribió.

Ya habíamos señalado en el análisis anterior la similitud entre las historias de atracción Aragorn/Arwen y Arondir/Bromwyn en cuanto a cruce entre especies. Pues bien: la revelación de que Halbrand es un rey descastado en la clandestinidad remite (una vez más) a Aragorn. Es decir: si nos van a contar nuevamente El Retorno del Rey con protagonistas cambiados, habría una cierta cobardía argumental. Y si bien es interesante que se estén abordando etapas sobre las que Tolkien escribió poco o bien no lo hizo (no hay en su obra referencia a las luchas políticas en las Tierras del Sur), lo sería aún más si se despegaran de la simple copia: ojalá así sea…

Hacen chirriar también algunos clichés que no tienen nada que ver con el universo tolkieniano, como la clásica biblioteca o libro en que convenientemente se encuentran todas las respuestas que se buscan. Y si en las entregas anteriores Galadriel había parecido Red Sonja, en esta le vimos más como una especie de Robert Langdon a la hora de resolver enigmas a partir de unas pocas notas o imágenes. Tampoco me pareció muy tolkieniano lo de Halbrand en el callejón, repartiendo golpes a lo Luke Cage.

Amén de todo ello, la serie me sigue gustando, aunque camina por una delgada cornisa con peligro de derrumbe. Abriguemos la esperanza de que no sea así y que los detalles que hacen chirriar vayan mermando y no aumentando. Veremos qué nos depara la próxima entrega que, es de pensar, nos traerá noticias de Elrond y los enanos, a quienes no hemos visto en esta; tal vez también sepamos algo más del gigante, pues ese arco ha avanzado muy poco. Mientras tanto, nos devora la intriga por el elfo misterioso que se hace llamar Adar, pues por algo habrán dejado borroso su rostro. Y sigo pensando en Sauron…

Hasta entonces y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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