Tras dos años de espera, llegó a Prime Video la segunda temporada de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder, serie que, creada por Patrick McKay y J.D.Payne, oficia como precuela a las novelas de Tolkien al ubicar su acción miles de años antes. Te damos nuestra impresión de los tres primeros episodios…
Bienvenidos humanos, elfos, hobbits y por qué no algún orco para analizar, tras casi dos años de espera (como anticipáramos en nuestro último análisis), los tres primeros episodios de la segunda temporada de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder , que desde el pasado jueves están disponibles en Prime Video a la espera de que, uno por semana, vayan llegando los cinco restantes. Una segunda temporada, hasta aquí con un antagonista más claro y muchas referencias tolkienianas, pero a la que le cuesta encontrar una historia alternativa para contar por encima de las mismas.
Pasemos por lo tanto a ver qué nos han dejado estos tres primeros episodios, cuyos respectivos títulos son Siete Reyes bajo el Cielo, Donde las Estrellas son Extrañas y El Águila y el Cetro. Cumplo en advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA y en recordar que, si lo desean, pueden leer aquí los análisis de la primera temporada.
Los Rostros de Sauron
Después de que nos revelaran lo que prácticamente sabíamos, es decir que Halbrand era en realidad Sauron (Charlie Vickers), la segunda temporada se abre con un extenso flashback de veinte minutos que nos cuenta el camino recorrido por este hasta terminar a la deriva en el mar y encontrándose con Galadriel (Morfydd Clark). Le vemos en una encarnación suya anterior arengando a los orcos y conminando a seguirle. Pero ellos siguen a Adar: el intento fracasa y Sauron termina muerto a lo Julio César entre un amasijo de espadas.
Ahora entendemos por qué Adar (Joseph Mawle),personaje no canónico sobre el cual solo podíamos hacer conjeturas, decía haberlo matado. Lo que no sabe es que la sangre de Sauron corrió hacia las profundidades de la tierra, de donde emergió como criatura oscura e informe que, merced a absorber las esencias de otros seres vivos, terminó adquiriendo el aspecto de Halbrand con el cual le conocimos en la primera temporada.
Al toparse con humanos que vienen huyendo de los orcos, se embarca con ellos en busca de un refugio seguro al otro lado del océano, pero su barco es destruido por el mismo monstruo marino que atacaría después a Galadriel (o al menos parece el mismo) y termina naufragando. Por cierto, la criatura se detiene cuando está a punto de atacarlo y luego se desvía, lo cual se condice con el poder sobre las bestias que sabemos que Sauron tiene.
De allí en más, historia conocida…
Caminando en Círculos
Ya en el presente, nos encontramos con que El Extraño (Daniel Weyman), quien suponemos que es Gandalf (todavía no tenemos confirmación oficial como con Sauron), se halla cruzando un páramo muerto y desolado en compañía de Nori (Markella Kavenagh), pero siempre vuelven a pasar por los árboles petrificados, lo cual revela que caminan en círculos. Sigue con problemas para controlar su poder, lo que le llena de dudas y culpas, no obstante lo cual la niña pelosa (vaya que ha crecido en estos dos años) logra convencerlo de utilizar su magia para obtener frutos de los árboles. No lo consigue, pero la explosión libera mil insectos de los que por la noche darán cuenta en la fogata.
Susto mayúsculo se llevan al escuchar deslizarse a alguien en la oscuridad (¿a alguien más le vino a la cabeza Gollum?), pero por suerte termina siendo Poppy (Megan Richards), de quien ya habíamos adelantado que se volvería a encontrar con Nori, pero no lo esperaba tan pronto. La solución a marchar en círculos se las da ella con la letra de una canción que los pelosos cantan cuando pierden el camino: un poco forzado y deus ex machina, pero bueno….
El Extraño está preocupado porque tiene visiones recurrentes en que intenta tomar “una especie de rama” bajo las estrellas, pero nunca lo consigue: desde ya que no podemos evitar pensar en el cayado de Gandalf…
Qué hacer con los Anillos…
Luego de sus fallidas pero reveladoras misiones por separado, Galadriel y Elrond (Robert Aramayo) regresan a Lindon. Gil-Galad (Benjamin Walker) le recrimina a ella haber “resucitado”a Sauron (razón no le falta) y muestra interés por los tres anillos que ha traído Elrond, de los cuales supone que podrían ayudar a frenar el proceso de lenta muerte que está atravesando el lugar y quizás ya no tuvieran necesidad de marcharse.
Pero Elrond no confía en los anillos porque Sauron puede haber influenciado en su forja. De manera encubierta, se dirige a los Puertos Grises para hablar con Círdan (Ben Daniels), el constructor de barcos. A pesar de que este cree que Sauron no ha intervenido en la forja, termina aceptando lo que Elrond le pide y marcha con su barca a arrojarlos lejos en alta mar, pero se arrepiente a último momento: los anillos ya están empezando a hacer de las suyas…
Regresa entonces a tierra, y quedándose con uno, lleva los otros dos a Gil-Galad que, al igual que Galadriel, queda encandilado. Se colocan respectivamente un anillo cada uno mientras alrededor todo parece renacer y ya no hay mudanza en puerta…
Temblores
Luego de un episodio completo sin noticias del que fuera el mejor arco de la temporada pasada, regresamos a Khazad-Dûm para encontrarnos con un Durin IV (Owain Arthur) que, marginado y descastado, lleva con su esposa Disa (Sophia Nomvete) una austera vida de limitaciones que, sin embargo, ella acepta sin protestar.
Él dice que su padre ya ni siquiera le dirige la palabra y en ese momento el suelo comienza a temblar. El legendario puente es golpeado por desprendimientos de rocas y va adquiriendo el deteriorado aspecto que le conoceremos después, cuando tenga allí lugar uno de los más célebres y épicos momentos de la saga: es apenas un guiño, pero me puso la piel de gallina…
Lo que está ocurriendo es que en el lejano sur un volcán ha entrado en erupción (obviamente el Monte del Destino) y las réplicas están llegando a la ciudad de los enanos que, con ojos azorados, ven cómo se va extinguiendo la luz y volviéndose todo oscuro.
Las Semillas que plantaste
Haciéndose ya pasar por el rey de las Tierras del Sur gracias al colgante robado a uno de sus compañeros de infortunio en el barco, Sauron regresa al campamento de Adar, pero como prisionero y, obviamente, con un rostro que Adar no conoce. Intenta convencerlo de que tiene el suficiente poder para negociar con los elfos, pero no logra convencer a nadie y acaba recluido, pero escapa matando a su carcelero y marchando hacia Eregion en busca de mejor suerte…
Galadriel está siendo presa de visiones y pesadillas en que se encuentra con Celebrimbor (Charles Edwards) cuando, de pronto, el bosque comienza a oscurecerse y ominosas raíces se extienden por el suelo. “¿No son acaso las semillas que plantaste?”, pregunta él antes de ser atrapado por las mismas y sus labios, carente de voluntad, comienzan a recitar el famoso poema que conocemos de memoria…
Vuelta a la realidad, a Galadriel le preocupa que Sauron pueda ir hacia Eregion con el objetivo de obtener su propio anillo. Gil-Galad acepta concederle una expedición pero no al mando suyo sino de Elrond: el argumento es que ella ha demostrado ser muy manipulable por Sauron y, una vez más, razón no le falta…
El Pozo y el Bastón
Volvemos a tener noticias del trío de Acólitos que en su momento habían confundido al Extraño con Sauron. Trabajan para el Mago Oscuro, quien luce atuendo y bastón similares a los de Saruman y, desde luego, no está feliz con su desempeño.
Lejos de allí, otro trío está sufriendo la falta de agua y, mientras marchan penosamente, Nori y Poppy se entretienen en buscarle un nombre al Extraño, quien sin embargo afirma que ya tiene uno y necesita recordarlo. Esperamos que en algún momento las muchachas digan el nombre que estamos esperando, pero nada… Tengo el pálpito de que lo reservan para cliffhanger final de la temporada: veremos si me equivoco…
En determinado momento, ellas ya no pueden seguir y él las lleva prácticamente a la rastra, pero acaba por caer también extenuado. Por suerte, las niñas encuentran un pozo, pero algo huele mal porque hay una bandera cuyo emblema recuerda sospechosa y ominosamente al Ojo de Sauron en su aspecto de las películas. En efecto, al jalar la cuerda comienza a sonar una campana y se presenta un grupo de jinetes enmascarados…
Pero El Extraño ha hallado un bastón doblado que se parece al de su visión y mientras los recién llegados arrojan lanzas con tan mala puntería que podrían ser amigos de los Acólitos, golpea el suelo con el mismo y por un momento se nos cruza que pueda decir “¡No pasarás!”, pero no… Con bastón o sin bastón, sigue teniendo problemas con sus habilidades y provoca una gran tormenta de polvo que arrastra a los jinetes, pero también a las niñas…
El Señor de los Anillos
Sauron, como Galadriel preveía, se ha dirigido a Eregion. Y si bien Celebrimbor no le permite en primera instancia ingresar, se mantiene imperturbable a las puertas de la ciudad hasta hablar con él. Lo anoticia de que ha venido a encargarle más anillos, pero esta vez para los humanos. Y buscando hacer más tentadora la oferta, le dice que podrá ser “El Señor de los Anillos”… ¡Wow! Primera vez que escuchamos ese título en la serie…
A su vez, Sauron ha mutado su aspecto una vez más: luce como elfo, se hace llamar Annatar y se anuncia a Celebrimbor como su socio en la tarea …
El Águila y el Cetro
Así como al comenzar el segundo episodio volvíamos a Khazad-Dum, al inicio del tercero volvemos a Númenor que, para esta altura y ya sin Galadriel ni Sauron allí, se ha convertido en una de las subtramas menos interesantes. El paso de ambos, no obstante, ha dejado una fractura política y la aventura continental de Míriel (Cinthia Addai-Robinson) complica su coronación, al punto que es abofeteada en público por una mujer cuyo hijo, dice, perdió la vida en la expedición a las Tierras del Sur…
Pero no son solo las muertes o que haya regresado ciega, sino también el testimonio de Eärien (Ema Horvath) hermana menor de Isildur (Max Baldry) que, recordemos, encontró el Palantir en la temporada anterior. El hecho de que Míriel lo haya utilizado como fuente de decisión, despierta resquemores en una población llena de prejuicios contra los elfos, sentimiento del cual Pharazôn (Trystan Gravelle) es cabal representante y pone, por lo tanto, a su favor…
La coronación de Míriel queda entonces trunca y es él entonces quien resulta ungido con el cetro y la corona mientras un águila gigantesca que nos trae recuerdos de Gwaihir, se posa sobre el castillo y da su bendición (aunque, según interpreto, no vino por Pharazon sino por Míriel).
El Caballo y la Araña
Por otra parte, nos enteramos que Isildur ha sobrevivido a la batalla, lo cual no es sorpresa considerando que aun tiene que cercenar algún día el dedo de Sauron (aquí todo es spoiler). Es justamente su caballo Berrick quien encuentra el lugar en que se halla cautivo: una cueva repleta de grandes arañas y una de ellas realmente enorme, pero no tanto como Ella-Laraña (imposible no hacer relación) y tampoco tiene por qué ser ella: hay varios arácnidos gigantes en el universo Tolkien.
Tras luchar con un orco y escapar por milagro de la araña, Isildur abandona la cueva a lomo de Berrick y sale en busca de su padre y de los compañeros de batalla que pudieran haber sobrevivido, pero en el bosque, una muchacha llamada Estrid (Nia Towle) le confunde con un orco y le hiere en la pierna. Mal comienzo para cualquier relación (como doy por descontado que la habrá), pero acaban haciendo causa común para ir hacia Pelargir gracias a un mapa que ella tiene.
El viaje casi le cuesta la vida cuando un grupo de salvajes leales a Adar les embosca, pero salen en una pieza gracias a la oportuna intervención de alguien disparando flechas y termina siendo que Alondir (Ismael Cruz Córdova) que, habiendo también sobrevivido, da rápida cuenta del grupo de salvajes…
Ahora son tres los que ahora marchan a Pelargir, donde al llegar se encuentran con que hay funeral para Bronwyn, a cuya pira da fuego su propio hijo Theo (Tyroe Muhafidin) que, recordemos, está lleno de resquemores contra Isildur. No es una muerte que tenga relación con algo: había que justificar la ausencia de la actriz Nazanin Boniadi, que dejó la serie…
Parece por lo pronto que aquí tenemos otro trío, pero nos invade la duda cuando vemos a Eärien apartar el cabello de su nuca y mostrar el símbolo con que Adar marca a sus súbditos. Un instante después, se apoya una espada candente para borrarlo…
Anillos en Proceso…
Durin IV se encuentra con la sorpresa de que ha sido invitado a Eregion por Celebrimbor y Annatar (Sauron), aunque desconoce el motivo. La razón por la cual le invitaron a él y no a su padre es que seguramente lo vean menos intransigente. Una vez allí, le ofrecen un intercambio: los enanos proveerán el mithril a cambio de los anillos que les ayudarán a restaurar la prosperidad en su reino.
Al regresar Durin IV con la propuesta, sabe que le espera lo más difícil, que es volver a hablar con su padre, lo que le obliga prácticamente a un pedido de disculpas. Hay un buen momento de tenso diálogo entre ambos cuyo resultado es que Durin III (Peter Mullan) termina por aceptar. Tal como lo veo, en breve tendremos los veinte anillos: o diecinueve, pues uno será forjado en otro sitio…
Balance de los Tres Primeros Episodios
¿Qué decir de este regreso después de dos años? En primer lugar que tras su primera temporada la serie había recibido algunas críticas justas y otras no tanto que, en su mayoría, apuntaban a cuestiones de canon. Seamos sinceros: esta serie ha profundizado mucho más en el universo Tolkien que las propias películas de Peter Jackson, lo cual no necesariamente significa que sea mejor y de hecho no lo es…
Ignoro si será en reacción a tales críticas o porque los herederos de Tolkien están vinculados como asesores, pero se advierte cierta cobardía para desprenderse del material original. No hay duda de que el mismo es una carga pesada, pero por lo menos en la primera temporada había un intento por construir una historia que rellenase los espacios o intersticios que Tolkien dejaba: aquí todavía no se aprecia…
Hay en esta segunda temporada una merma en la osadía y el resultado es que casi no hay historia. Los guiños son geniales y emocionantes (el segundo episodio ha sido un festival), pero hay que saber construir una historia sobre los mismos y, hoy por hoy, la serie no lo está haciendo…
Todo lo que se nos presenta (o casi) es algo que ya sabemos cómo va a terminar y ello hace hasta banales los diálogos. ¿Cuál es el sentido de que Sauron mantenga tanto suspenso en revelar su identidad ante Celebrimbor cuando es algo que ya sabemos y quedó confirmado en la temporada anterior? Ninguno…
Ello redunda en que a la historia le falta ritmo y no está claro cómo van a hacer otra temporada, pues hasta aquí no se advierte demasiada sustancia sino un largo y tedioso prólogo. Cierto es que la propia trilogía de Tolkien tiene uno igual de largo y tedioso hasta que entras a La Comarca y todo cambia: abriguemos pues la esperanza de que la cosa mejore a partir del próximo capítulo…
Porque si la intención de subir tres de un tirón era dejarnos enganchados, hasta aquí no lo han logrado y estamos más atentos a los guiños que a la historia. La subtrama de Númenor, por ejemplo, pareciera haber quedado húerfana del resto sin ir claramente a ningún lado. Incomparable con lo que ocurría en Juego de Tronos con la de los Targaryen (otra trama de allende el océano), donde había suficientes referencias para saber que todo se acabaría conectando: aquí no…
Y la subtrama más interesante, que sigue siendo la de Khazad-Dûm, tiene ahora menos tiempo en pantalla, lo que solo puede ir en detrimento del interés. Y es una lástima por el talento que a su personaje imprime Owain Arthur (madre mía, con ese nombre solo puede hacer fantasía épica: hasta podrían dejarle el mismo) y porque, a diferencia de lo que ocurre en Númenor, la intriga política sí es allí interesante, además de sazonada con momentos muy logrados como la tensa conversación y negociación entre padre e hijo.
La principal diferencia con la temporada anterior es que ya tenemos un claro antagonista al haberse revelado Sauron como tal, más allá de que Charlie Vickers me genere en lo personal muy poco, contrariamente al miedo incorpóreo e impersonal que inspira Sauron en la trilogía. Ya sé que todavía no está convertido en ojo, pero algo podría ya percibirse en su carácter para hacer al personaje más interesante.
Y ya que hablamos de personajes principales, Galadriel ha vuelto a ser tan insufrible como en los peores momentos de la primera temporada y la interpretación de Morfydd Clark no ayuda al repetir eternamente una única expresión que no se sabe si es de rabia, desilusión, desconfianza, depresión, dolor o venganza.
Por lo demás, la producción sigue siendo espectacular y el salto de Nueva Zelanda a Londres no ha hecho a los escenarios tanta mella, aunque algunas vistas urbanas aéreas no convencen del todo y soy de la idea de que si tus maquetas parecen maquetas no deberías dedicarte al cine. El águila tampoco ha estado a la altura: parecía no estar allí y se veía casi como una de esas superposiciones en las películas de monstruos de los cincuenta.
Horrendos, una vez más, esos cartelones de Power Point con fuente de Word 98 para las ubicaciones. Después de aquella casi vergonzosa presentación de Mordor, parecieran no haber aprendido: deberían ver The Last Kingdom (aquí los análisis de quien suscribe) para enterarse de que se le pueden poner inteligencia y creatividad a la ubicación espacial.
Tenemos, sí, un par de cliffhangers que podrían ser explotados, como las niñas pelosas arrastradas por la tormenta o la marca en la nuca de Eärien, que nos hace preguntarnos si será una espía de Adar o bien habrá estado a su servicio en un pasado que quiere dejar atrás: considerando que decidió borrarla con un cuchillo al rojo vivo, tiendo a inclinarme más por la segunda porque si todo estuviera armado sería lógico que le hubieran borrado la marca antes.
En fin, habrá que ver qué nos depara el cuarto capítulo y, para no perder las esperanzas, recordemos que la primera temporada fue de menor a mayor. Ojalá vuelva a ocurrir lo mismo. Hasta entonces y sean felices…