Bienvenidos al análisis de un nuevo episodio de Fargo, excelente por cierto y con homenaje a Brian De Palma incluido. Recordemos que la serie de FX se puede ver también, para España, por Movistar+.
Hola, fargueros. ¡Qué entrega nos ha dado Fargo esta semana! Increíble cantidad de giros y brillante homenaje a Brian De Palma en este octavo episodio de la cuarta temporada, que lleva por título El Nadir y que pasamos, ya mismo, a analizar, no sin antes advertirles, por si aún no lo han visto, que SE VIENEN VARIOS SPOILERS DE LA TRAMA, así como recordarles que pueden ver aquí los análisis de episodios anteriores y, lo más importante de todo: “los sucesos que aquí se narran son reales; ocurrieron en Kansas City, Missouri, en 1950. A pedido de los supervivientes, los nombres han sido cambiados; por respeto a los difuntos, el resto se cuenta tal como ocurrió”.
Sombras del Pasado
El episodio comienza con Josto Fadda, quien, aun cuando comprometido en matrimonio con la hija del alcalde, sostiene una relación secreta con la psicótica enfermera Oraetta: en plena escena íntima ella parece, por un momento, estar dejando nuevamente salir afuera su impulso homicida mientras lo asfixia con un almohadón, pero la cosa no pasa de episodio sadomasoquista.
Luego, conversación mediante, ambos exponen sus dolorosos pasados: ella como niña con problemas de crecimiento y él como niño abusado por el jefe irlandés con que su padre concertara, en su momento, el intercambio de hijos.
Pero cuando Josto habla de la proximidad de su casamiento y por mucho que diga que solo se trata de una unión por cuestiones políticas, el rostro de ella ya no vuelve a ser el mismo y, de hecho, lo expulsa de la casa.
Por otro lado, Oraetta tiene su cabeza puesta en el hospital en que se halla internado Harvard, de quien espera oír que ha muerto de una vez por todas como consecuencia del envenenamiento. Sin embargo, cuando llama para averiguar, recibe la peor de las noticias: su jefe se está recuperando y es inminente que vuelva en sí, lo que implicará para ella ser incriminada por intento de asesinato.
Los Hermanos sean Unidos
Si Josto piensa que lo peor que le pudo pasar en el día fue ser echado por Oraetta, está equivocado. De regreso en los almacenes Joplin´s, donde los italianos tienen su base de operaciones, los encuentra formando círculo en torno a alguien para comprobar, con estupor, que no es otro que su hermano Gaetano, desfigurado su rostro por los golpes recibidos y recientemente liberado por Loy Cannon.
Gaetano, a quien Loy ha puesto al tanto de que Josto lo entregó, alza a este como un saco y lo arroja contra una mesa para luego propinarle tal cantidad de golpes que lo deja en un estado no muy diferente al que él luce. Sin embargo, pasado el primer impulso vengativo, la cosa cambia: Gaetano no solo está admirado de que su hermano haya sido capaz de entregarlo sino también de que haya mandado a matar al hijo menor de Cannon (recordemos que fue salvado por Rabbi y su paradero se desconoce). A sus ojos, con tales actos, ha demostrado tener la decisión de mando que él mismo pusiera en duda, lo cual es suficiente para jurarle lealtad: serán, según propias palabras, “el toro y la serpiente“.
Pero hay otro motivo más para tan inesperada alianza: Gaetano ha leído bien la intención de Loy Cannon, quien seguramente esperaría que él matase a Josto. Obviamente, no está dispuesto a darle el gusto en su plan de dividirlos y de allí la repentina unión familiar que Violante, siempre más pensante que el resto, mira de soslayo y con desconfianza.
Loy, en tanto, recibe en sus oficinas la noticia de que el plan no ha funcionado y que los italianos se han unido. Su rostro revela que, si bien no era el resultado que más esperaba, tampoco lo veía del todo improbable y, por tanto, tiene un plan B. En efecto, consultado acerca de qué hacer ahora, responde con la misteriosa palabra mágica que, cada tanto, reaparece en la serie: “Fargo”…
Encuentro entre Madres
En una visita inesperada, Buel, la esposa de Loy, cae en casa de los Smutney diciendo que viene a buscar a su hijo. Nos enteramos entonces que entre Lemuel y Ethelrida, jazz de por medio, hay una amistad: ella prefiere a Louis Armstrong y él, en plan moderno, le habla de Dizzy Gillespie y Charlie Parker, de quienes destaca que hacen música libre sin atarse a la composición. Ethelrida replica que ella prefiere la composición y a él no lo sorprende: diálogo muy creíble, por cierto.
Pero volvamos a las dos madres, que se hallan en planta baja. En uno de los grandes encuentros del episodio, Dibrell intenta pedir a Buel que interceda ante su esposo para que no les quite la funeraria, pero apenas llega a insinuarlo, esta le frena cualquier ilusión al decir que en nada puede ayudarle: no es extraño, pues siempre consideró que su esposo jamás oyó de ella consejo alguno, sobre todo en relación con su hijo menor (al que, recordemos, cree muerto).
Lo que sí hace es pedirle que se encargue del funeral de Satchel, a lo cual Dibrell responde que será un gran honor. Una vez que las visitas se han marchado, Dibrell reprocha a Ethelrida su amistad con Lemuel, a quien ve como uno de los enemigos que les quieren quitar la funeraria (aun cuando, a decir verdad, el joven no piense en otra cosa más que en música).
Diario Personal
Oraetta sigue ansiosa a la caza de noticias sobre Harvard. Sabe bien que para no quedar incriminada, él no debe volver en sí, por lo que está maquinando algún siniestro plan para evitarlo. A través de un llamado telefónico, solicita poder visitarlo pero, para su decepción, se la desautoriza y se le informa que, por cuestiones de seguridad, Harvard se halla internado en un hospital de otro estado.
El panorama no puede pintar peor para la enfermera, quien comienza a hacer maletas con el obvio objetivo de largarse lejos. Mientras busca sus cosas, encuentra por accidente el diario personal que Ethelrida dejó olvidado el día en que estuvo haciendo limpieza: su rostro se transfigura por completo al reconocer la letra como la misma de la carta que la incriminara. Ahora, lo tiene todo claro: difícil es creer que se vaya a largar de la ciudad sin buscar venganza.
Pacto con la Calle
A todo esto, el detective Deafy hace una visita a los Cannon e interpela a Loy. En una de sus infaltables analogías bíblicas, compara sus acciones con las de Abraham al sacrificar a su hijo: es un buen guiño al espectador el que ni Isaac, en la Biblia, ni Satchel, en la serie, hayan terminado muertos. Deafy ya está al tanto de que Loy ha trabajado en asociación con Zelmare y Swanee, siendo además el principal responsable de la fuga de estas en el hotel: por ello mismo, está en condiciones de extorsionarlo para que diga el paradero de las dos fugadas. Sin demasiado complejo visible, Loy le informa que están a punto de abordar un tren hacia Filadelfia.
Deafy se pone rápidamente a la tarea de armar un operativo policial. Odis, quien desde hace un tiempo viene quedando al margen de todo y entre fuegos cruzados, le pide participar como forma de reivindicarse.
Buscando justificar sus reprobables acciones y su relación con los italianos, explica que siempre quiso tener poder y que, en determinado momento, entendió que, para mantenerlo, hay que resignar parte del mismo. Nunca puede saberlo, pero la suya es una visión bastante “foucaultiana”, aunque lo llame “pacto con la calle” , el cual, según dice, es su modo de vencer los riesgos que lo inmovilizan.
No sabemos si su discurso ha convencido a Deafy, pero el detective mormón acepta que participe del operativo además de, en un acto de sinceridad, decirle que su único temor en la vida es “morir sin las botas puestas”: que la muerte, cuando le llegue, le tome desprevenido. Un pensamiento premonitorio…
Momento Brian De Palma
Y aquí llegamos al gran homenaje cinematográfico. Mientras vemos a Zelmare y Swanee preparándose para abordar su tren, la estación a su alrededor nos resulta conocida y no puede ser de otra manera, pues es la misma que la de la famosa escena de Los Intocables, de Brian De Palma: es la estación de tren de Chicago, en donde, en realidad, se filmó esta temporada de Fargo.
Swanee, fugazmente, cree ver entre la gente al mismo espectro que antes viéramos frente a la casa de Ethelrida o después en el hotel, pero, en un instante, ya no está: es ese fantasma que se pasea por la serie y que, con cada aparición, presagia muerte.
Mientras tanto, Deafy llega a la estación acompañado por muchos efectivos de policía. Algo parece inmovilizar a Odis al momento de descender del auto y se queda en su interior. Todo parecería indicar que el miedo lo ha vuelto a paralizar, pero luego sabremos que, aun en sus manifiestas debilidades, también su mente tiene algún plan y no es el de Deafy. Por algo quiso estar allí.
Zelmare, en la sala central de la estación, ve llegar a los policías, pero no piensa entregarse. Luego de besar a Swanee, ambas sacan sus armas (en el caso de Zelmare, una ametralladora) y comienzan a disparar.
Lo que sigue es una masacre absoluta mientras, en el exterior, Odis escucha los disparos desde el auto y, sobreponiéndose al temor, se atreve, finalmente a descender del vehículo. Canturreando la canción de los diez indiecitos, como siempre que está nervioso, ingresa al lugar hallando un tendal de muertos, tanto policías como civiles, e incluso niños.
Subiendo la escalera, se encuentra con Deafy, quien tiene encañonadas a las dos fugitivas que, según le dice, se han quedado sin balas. Extendiendo a Odis dos pares de esposas, le pide que se las coloque, pero… vaya giro el que viene aquí. Inesperadamente, Odis dispara al pecho de Deafy y termina con él. Luego hace lo propio disparando a la cabeza de Swanee, en tanto que Zelmare, estallando en locura, se lanza sobre él y, tras hacerlo caer, huye corriendo. Antes de hacerlo, también ve al “fantasma”…
Tiroteo en la Nieve
La última escena del episodio nos muestra a los hermanos Fadda reunidos en casa de su madre y planificando sus próximos pasos: mientras se hallan en el exterior y sus secuaces se calientan en una fogata, una partida de hombres armados llega y comienzan a abrir fuego. ¿Son hombres de Cannon? Por lo pronto, no son afroamericanos, pero no hay que descartar nada: no olvidemos que Loy invocó la palabra mágica “Fargo”; quizás a esto se refería…
Acorde con su habitual cobardía, Josto se oculta tras una pila de leña en tanto que Gaetano, con su típico coraje rayano en la idiotez, hace frente con sendas pistolas en mano. Los italianos han sufrido algunas bajas y los atacantes también, pero algunos huyen mientras Gaetano continúa disparando en actitud fanfarrona.
Su momentánea alegría, sin embargo, se ve borrada instantes después, cuando, junto a Josto, descubren que varios de los disparos han ido a parar a la casa y que su madre, al parecer, ha caído muerta.
Balance del Episodio
Enorme episodio. Tuvo de todo: pantallas divididas (en el enfrentamiento del final), giros inesperados, reacciones sorpresivas, venganzas en puerta y, por supuesto, la muerte de Deafy. Tal como aventurara en mi análisis anterior, a pesar de su aparente seguridad, el detective no daba visos de dar tanta puntada con hilo y la prueba está a la vista: las dos veces en que pasó a la acción, las cosas le salieron mal. Primero, se le escaparon en el hotel las ex convictas y, después, terminó mordiendo el polvo en la estación. Tal como él temía, la muerte le pilló desprevenido y “sin las botas puestas”.
Ni por asomo esperaba ese giro en Odis teniendo en cuenta su personalidad: sin embargo, leyendo entre líneas su discurso previo al operativo en la estación, de algún modo nos lo había anunciado.
Pero la mención aparte, en este episodio, se la lleva, sin duda, el inmenso homenaje a Brian De Palma en la escena de la estación. Todo remite a Los Intocables: el tono amarillento predominante, los letreros con los horarios de salida de los trenes, la cámara lenta, el clima creado por la música.
Y vale remarcarlo: la película homenajeada es Los Intocables y no, como podría pensarse por extensión, El Acorazado Potemkin, a la cual, justamente, De Palma homenajeaba en aquella célebre escena. La mejor prueba es que no hay cochecito de bebé rodando escaleras abajo.
Varias venganzas quedaron pendientes: Oraetta sabe ahora que fue Ethelrida quien la incriminó y Zelmare vio morir a su socia y amante. Otro tanto por el lado de los Fadda: son italianos y les han matado a su madre; eso es guerra sin opción alguna. Por otra parte, tampoco creo del todo en la unión de Gaetano con Josto: parece más bien una alianza estratégica y, a pesar del juramento de lealtad, Gaetano le debe tener también jurada la venganza.
Algunos enigmas del episodio anterior siguen sin respuesta. ¿En dónde se han ocultado Rabbi y Satchel? ¿Qué eran las cajas llevadas a casa de los Smutny? ¿Quién era el que estaba escondido en un ataúd? ¿Era acaso Lemuel para introducirse en la casa y así ver a Ethelrida?
Veremos si el próximo episodio nos responde algunos de estos interrogantes. Mientras tanto, este ha dejado la vara bastante alta.
Hasta entonces, fargueros, que estén bien y sean felices…