Penúltimo episodio de la tercera temporada de La Rueda del Tiempo, cuyo título es Ojos Dorados y en el cual la cosa viene de batalla y a pura épica. La serie, creada por Rafe Judkins y basada en la saga de novelas de Robert Jordan, es emitida por Prime Video.
Hola otra vez y bienvenidos sean a un nuevo giro de La Rueda del Tiempo, el cual nos deja ya a un único episodio de concluir una tercera temporada que ha volado realmente alto y confirmado el rumbo de mejora que la serie había mostrado en la segunda. Y este penúltimo capítulo tiene además el plus de Perrin como principal protagonista, un reclamo que venían haciendo largamente los fans que pedían mayor fidelidad a los libros.
Pasemos pues ya mismo a ver qué nos ha dejado esta nueva entrega de La Rueda del Tiempo no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA ni dejar de recordar que pueden leer aquí nuestros análisis previos. Dicho esto, a la batalla…
Preparativos
Devenido impensadamente en líder, Perrin prepara las defensas de Dos Ríos para el combate. Maksim entrena a los aldeanos en el uso de armas y Alanna intenta enseñar a manipular el Poder Único a las muchachas que han quedado huérfanas (Bode y Eldrin), así como a una anciana zahorí local con habilidad de encauzar.
Perrin, por otra parte, intenta una alianza temporal con los Capas Blancas, pero no está fácil negociar y menos con Dain Bornhald, a cuyo padre él mató. Ni siquiera surte efecto equiparar las cosas echándole en cara su pasividad ante la tortura y consecuente muerte de Natti ni que Perrin se ofrezca a entregarse a la justicia de la Luz si le dan su apoyo. Simplemente dan media vuelta y se marchan.
Hay alarma al aproximarse carretas, pero se trata de un grupo de pacíficos caravaneros tuatha’an, entre los cuales se hallan Aram (Daryl McCormack) e Ila (Maria Doyle Kennedy), personajes a quienes tanto nosotros como Perrin conocemos desde que en la primera temporada se cruzaran con él y con Egwene.
No traen buenas nuevas: han sufrido un ataque de los trollocs que, obviamente, andan cerca y Perrin presume que atacarán en la noche. Se les da asilo, pero ni se intenta sumarles a la defensa, pues sabida es la negativa de ellos a utilizar armas y su cantinela repetida hasta el cansancio de “enterramos a nuestros muertos y seguimos”, tal como recita la propia Ila, aunque Aram no da impresión de comulgar demasiado.
No obstante, Perrin consigue de ellos el compromiso de que, en caso de ponerse las cosas feas, saquen a los niños por un túnel que las mujeres hicieran con ocasión del último ataque. En cuanto a Faile, intenta alejarla por temor a que se repita la historia de su esposa, a quien él mató por accidente. Es en vano: la joven cazadora persiste obstinadamente en quedarse y se dice partícipe de “causas perdidas”, como Perrin llama a lo que se viene.
Loial, mientras tanto, practica el juego del Beso de la Doncella con Bain y Chiad, pero las muchachas deciden poner freno al mismo ante el riesgo de matarlo. Fuera de ello, el ogier pone a Perrin en aviso de que los trollocs podrían recibir refuerzos a través de los Atajos y se ofrece a destruir esa eventual vía de entrada. Perrin lo autoriza, así que, tras una emotiva despedida con tono de final, Loial parte a su misión y las aiel, obvio, le acompañan…
La Batalla de Dos Ríos
El temido ataque, como era de esperar, llega en la noche. Perrin (u “Ojos Dorados”, como los aldeanos le llaman) entona la canción de Manetheren para dar ánimo a los suyos y estalla la lucha con lluvias de flechas cruzadas quue se cobran víctimas de ambos bandos. Pero desde una cercana cima, Alanna se vale del Poder Único para desequilibrar el combate al generar una tormenta que arroja una lluvia de dagas de hielo sobre las filas del enemigo, dejando un tendal de trollocs y Amigos Siniestros.
Los aldeanos festejan, pero Perrin no confía en una victoria tan temprana y no se equivoca. Pronto recibe noticias de que los trollocs se están replegando, un movimiento estratégico que no se condice con ellos y evidencia que alguien les controla. La respuesta llega de inmediato con un ataque por la retaguardia y, para colmo de males, las flechas alcanzan ahora a Alanna, que queda herida e imposibilitada de usar su poder, así como también a la anciana que le ayudaba y que, en su caso, directamente cae sin vida.
Sin una Aes Sedai de su lado, los defensores se sienten perdidos, pero una súbita luz de esperanza se enciende cuando llegan los Capas Blancas, que parecen finalmente haber respondido al pedido de alianza de Perrin (aunque luego sabremos que hay algo más). El rostro de este, sin embargo, cambia de tono al reconocer entre estos a Padan Fain (Johann Myers), de quien bien sabe que es un Amigo Siniestro y la genuina expresión de sorpresa de Dain al ser anoticiado revela que de verdad no tenía idea.
El combate arrecia nuevamente y no queda pues más remedio que dejar cuerpo y alma en el mismo, por lo que Perrin se lanza a la lucha arremetiendo a diestra y siniestra con martillo y hacha, en tanto que una agonizante Alanna da instrucciones a las hermanas huérfanas sobre cómo utilizar el Poder Único mientras intentan curarla.
En eso están cuando son sorprendidas por Eamon Valda que, en ese momento cae en la cuenta de que las encauzadoras eran las ellas y no Natti. Viendo pues al asesino de su madre, Bode y Eldrin no pueden contener su furia y le arrojan sendas bolas de fuego que incineran por completo al Capa Blanca mientras muere entre horribles gritos. Ya era hora…
Sacrificio y Entrega
Los tuatha’an, mientras tanto y cumpliendo con lo acordado, están sacando del lugar a los niños a través del sistema de túneles. Aram es sorprendido portando un bebé y, en una decisión que seguramente torcerá su destino de aquí en más, toma un cuchillo del suelo y acaba con su atacante. Ya no podrá ser un tuatha’an…
Loial y las aiel llegan a los Atajos tras dar cuenta de los trollocs que se hallan de guardia, pero el ogier se percata entonces de que la única forma de cerrar el acceso es desde adentro. Dejando a las dos muchachas para que le cubran la retaguardia, cruza pues al otro lado martillo en mano, pero por mucho que golpee, no logra hacer mella en la entrada y los refuerzos enemigos ya están llegando. En heroico sacrificio, destruye el puente sobre el cual se halla, lo cual hace caer al vacío tanto a los atacantes como a él mismo, en escena que remite inevitablemente a Gandalf en el Puente de Khazad-dûm.
En Dos Ríos, Perrin tiene a Fain contra el suelo y con el hacha al cuello, pero cuando está a punto de matarlo se da cuenta de que, siendo el Capa Blanca quien controla a los trollocs, es también el único que puede detener el ataque de los mismos, así que, a su pesar, acaba perdonándole la vida a cambio de que lo haga. Fain termina accediendo al no llegar nunca los refuerzos que esperaba…
Quienes sí llegan son las aiel con las malas nuevas acerca de Loial. Con gran tristeza, Perrin se percata en ese momento de que el ogier nunca pensó en regresar, pues dejó el libro del que era inseparable y, al hojear sus páginas, no puede menos que emocionarse al leerle exaltar sus propias virtudes y llamarle amigo…
Todo parece acabado cuando Dain se acerca para reclamar a Perrin que cumpla con el trato. Nadie entiende nada y caemos entonces en la cuenta de que el Capa Blanca terminó finalmente por acordar los términos por Perrin ofrecidos. Atándole por las muñecas, parten pues conduciéndole como prisionero para ser llevado a juicio mientras los pobladores de Dos Ríos, superada la consternación inicial, corean a viva voz su nombre y su apodo de Ojos Dorados…
Balance del Episodio
Al analizar el capítulo anterior, decíamos que se veía venir que el próximo estaría por completo centrado en la batalla de Dos Ríos y así ha sido. En efecto, no ha habido noticias de las otras subtramas: no hemos visitado Tanchico, el Parámo de Aiel o la Torre Blanca, como tampoco sabido nada de Rand, Moraine, Egwene, Nynaeve o Elayne. Todo giró sobre la batalla, lo cual parece, desde Juego de Tronos, ser para las series de fantasía o épica medieval una regla no escrita de los penúltimos episodios de temporada.
Y la verdad es que hemos visto una realmente épica, bien coreografiada en los duelos individuales, ya sea los principales o los que se aprecian en segundo plano, lo cual no es habitual. Y sobre todo bien filmada: todo se apreció perfectamente sin la oscuridad, el frenesí o la confusión que de un tiempo a esta parte suelen acompañar a las batallas nocturnas y si no saben de qué les hablo, recuerden en la mencionada Juego de Tronos aquel combate contra los Caminantes Blancos en el cual no se veía absolutamente nada.
De dos personajes pedían los fans mayor protagonismo en esta temporada a los fines de volver a la serie más consecuente con los libros: Rand y Perrin. Del primero ya tuvimos un revelador cuarto episodio que lo elevó a protagonista absoluto por encima de Moraine, en tanto que esta séptima entrega ha sido definitivamente la de Perrin que, así como Rand se resiste a ser el Dragón Renacido, él fue siempre reacio a aceptar un papel de líder que finalmente debió asumir por imperio de las circunstancias, aunque a la vez (y también al igual que Rand), su destino parecía escrito y así lo confirman las líneas recitadas en off por Loial sobre el final.
Por cierto, triste pérdida la del ogier, personaje a quien habíamos aprendido a querer y que, según tengo entendido (repito una vez más que mi conocimiento literario de la saga es incompleto y no llegué a leer El Ascenso de la Sombra), no ocurre en los libros o, por lo menos, no tan temprano o de esa forma. Y de algún modo, al morir dejando su libro inconcluso, lo suyo funciona como guiño y homenaje a Robert Jordan, quien con su muerte dejó sin concluir la saga literaria de La Rueda del Tiempo, que fue continuada por Brandon Sanderson.
Su sacrificio, comparable al ya mencionado de Gandalf en El Señor de los Anillos o al de Hodor en Juego de Tronos, le eleva a otro nivel y hace justo honor a su nombre (“Loial” suena fonéticamente igual que “loyal”, es decir leal en inglés). Y hace, por supuesto, que sintamos el doble su partida y el saber que ya no volveremos a verle, aunque no hace falta decir que en el mundo de la magia y de la fantasía épica nada es imposible…
Como únicas pegas, hay que decir que la situación entre Perrin y Fain se resolvió demasiado pronto y de manera demasiado simplista, o quizás sea que teníamos demasiadas ganas de ver muerto al Capa Blanca; y que la cura de Alanna fue también algo rápida por mucho que la magia sea puesta en la ecuación.
Fuera de ello, ha sido un capítulo lleno de épica, sin perjuicio de situaciones de romance como la de Perrin y Faile o la de Alanna y Maksim, quienes comienzan a aceptar y naturalizar que ya no son trío. Y no estuvieron ausentes las culpas (una constante en la temporada) como las que afligen a Perrin (gran actuación de Marcus Rutherford) y terminan explicando que se haya entregado tan dócilmente a los Capas Blancas, ni los dilemas éticos, como el que asalta a Aram al ver la daga en el suelo, o los momentos de emoción, como la despedida de Loial y ni qué decir, sus líneas en off…
Nos queda ya solo un capítulo para concluir la temporada y seguramente veremos en el mismo confluir a todos los arcos y subtramas, aunque doy por descontado que no todas las preguntas serán respondidas y algunas quedarán para la temporada siguiente. Lo veremos cuando llegue y les espero la semana que viene para analizarlo.
Hasta entonces y sean felices…