Ya estamos de vuelta, una semana más, en La Zona. Así que preparad vuestros dosímetros, porque tenemos radiación para rato. Como siempre, dejo un link a los análisis anteriores para que os podáis poner al día en el caso de que no lo estéis. Pero vayamos al grano, capítulo 5: La lluvia.
Un sustillo tonto
Tras el frenesí del capítulo anterior, era de esperar que no saliera todo perfecto. La joven y despistada Zoe, por las prisas tontas del estar huyendo para salvar la vida, se dejó el móvil en la escena del crimen. Hecho que dificulta bastante las cosas, ya que en el registro de llamadas se podrá ver el número de Héctor, y el disimular su implicación en los acontecimientos se complica. Zoe acaba declarando, y narra los hechos tal y como sucedieron, salvo la parte en la que Martín mata a Barrero y Héctor lo encubre. El mismo Héctor es el que comenta las llamadas, antes que puedan verlo en el móvil. Lo justifica diciendo que estaba borracho y que su mujer ha vuelto, que son días duros. Aparentemente cuela, e incluso su jefe parece preocuparse por él, pero yo todavía no descartaría que este desliz sea el principio del fin, y que con el tiempo, acabe por pasarles factura.
Empresa de limpieza
Héctor y Alfredo se reúnen con la empresa de limpieza, tras descubrir que son también los propietarios del ya famoso Balneario. Una reunión más bien escueta, aunque reveladora a pesar de los fríos y distantes representantes de ARV. Aquí, vemos unas turbias reservas cuando se niegan a dar los datos de los controles médicos a sus empleados. Reservas aún más turbias, si tenemos en cuenta las sospechas de que el asesino al que buscan se encuentra entre sus filas, y que casi un tercio de los liquidadores de la empresa tienen antecedentes penales. Ah, y se ve que un señor llamado Fausto es el dueño de la empresa, aunque tampoco es que pase mucho tiempo por allí (de hecho, no tiene ni despacho).
Más tarde, en el interrogatorio a uno de los trabajadores, descubrimos cómo abusan de la desesperación de personas excluidas de la sociedad: la empresa quiere que trabajen más, y ellos necesitan el trabajo. De ahí que utilicen fundas de plomo para falsear los datos del dosímetro, así pueden ocultar la sobreexposición de sus trabajadores a la radiación, y hacerles trabajar más. Y eso no es todo. Tras revisar el perfil de los empleados, Alfredo descubre que de todos los que tienen antecedentes penales, más del 50% fueron absueltos por el mismo juzgado: el número 5, a cargo del juez Miralles. Cambiaban prisión por trabajo en la zona contaminada.
Todo esto cuadra perfectamente con las sospechas de Julia en los anteriores capítulos, donde veía que los datos que registran ni se corresponden con el estado de los trabajadores, ni con su reciente descubrimiento de fugas radioactivas. Una Julia a la que cada vez vemos peor. Desde que Marta regresó parece sentirse desplazada, y a eso se le suma la culpa que la va corroyendo por dentro. La cosa no mejora cuando por fin reúne el valor necesario para hablar con Héctor, y contarle que estaba al corriente de la caótica gestión que tuvieron los cadáveres de la explosión. Si de algo sirve la conversación es para aumentar la distancia que los separaba. Marginada en el trabajo, y repudiada por su amante, Julia acaba rompiendo lazos con ambos, quedándole ya tan solo su instinto, se embarca en la búsqueda de la verdad por su cuenta.
El dolor tras la esperanza
Una Marta melancólica, recorre pasillos empapelados con fotografías de los “fallecidos” en el accidente, entre las cuales se encuentra la de su hijo. La vemos perdida, vagando como un espíritu, nadando entre las reminiscencias de una vida feliz en la que estaba profundamente enamorada, tratando de comprender cómo ha llegado hasta aquí, a estar a punto de presentar una demanda civil para descubrir qué ha pasado con los restos de su hijo. Sumida todavía en esos recuerdos, se le acerca Fabiana Garmendia (de la asociación de víctimas), tiene algo muy importante que mostrarle. Muchos no están de acuerdo con una simple demanda civil, quieren un juicio penal, creen que el problema es mucho mayor. Fabiana le muestra su teoría: piensa en la posibilidad de que el accidente fuera provocado, que los ataúdes estén vacíos y que los muertos vivan, incluido su hijo. Demasiadas emociones encontradas desde su regreso, demasiado que asimilar y acaba rompiendo a llorar, todavía no es capaz de soportar semejante carga emocional, en muy poco tiempo ha cambiado todo mucho. Aunque el discurso de Fabiana, hace la mella justa como para acabar disuadiéndola de presentar la demanda.
Los 4 fantásticos
Durante todo el episodio, Héctor, le va dando vueltas a la matrícula de la camioneta en la que vio irse a Lucio, en el bar donde habían citado a Aurelio. Cuando por la fin recuerda, consigue obtener los datos y dirección del propietario, y se embarca en su búsqueda. Una vez allí, no se topa precisamente con lo que esperaba. Resulta que Lucio vive con su madre, o al menos cuando está por casa, porque según esta puede pasarse días sin venir (cosas de soltero dice ella). Aunque la visita no es completamente en vano. A pesar de la ausencia del hombre al que buscaba, Héctor descubre una fotografía de Lucio con unos… amigos… La madre dice conocerles a todos, que son amigos de la familia, y vaya amigos: Fausto (propietario de la empresa de limpieza), Miralles (el famoso juez del juzgado número 5) y Gonzalo Ferreras (delegado del gobierno). Un círculo de amistades curioso cuanto menos, que amplía aún más el alcance de la situación, agravando y complicando la investigación.
Avanzando
Y más o menos eso ha sido a grandes trazos lo más relevante de este capítulo. La trama de Lucio (mi personaje favorito sin duda) no ha avanzado en exceso, salvando el creciente mal rollo con el bosnio-herzegovino, le hemos visto continuar la búsqueda de Krusty y el pederasta, pero poco más. Y no voy ni a mencionar lo ocurrido con Martín y Zoe, porque se me va la cabeza.
En general, un buen episodio. La serie está demostrando moverse muy bien con el montaje de los episodios, las diferentes líneas argumentales están bien intercaladas y ayudan a que fluya mejor. Las tramas se siguen entrelazando cada vez más y especialmente en este capítulo, poco a poco vamos atando cabos y empezamos a intuir esa cuarta dimensión de La Zona, empezamos a ver su cara oculta. Y creo que las cosas que están planteando son realmente interesantes, la red mafiosa que parece ocultarse tras la empresa de limpieza me tiene sumamente intrigado, y todavía nos quedan las preguntas más importantes por resolver ¿Por qué había un caníbal? ¿La radiación le hizo comportarse así y por eso le persiguen? ¿Los otros presentaban alguna clase de síntoma parecido? ¿Por qué les persiguen? ¿Qué pasará con la adicción de Héctor? ¿Está vivo el hijo?
Muchas preguntas por resolver y cada vez menos tiempo, espero curioso lo que nos deparará La Zona la semana que viene…