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Análisis de Vikingos: Valhalla. Temporada 1. Episodios 1 a 4

Ha llegado a Netflix Vikingos: Valhalla, el anunciado spin-off de la exitosa y aclamada Vikingos. Con un inicio brillante, la serie tiene su propia personalidad y, a pesar de las obligadas referencias, se aparta bastante de la original en lo estético y en lo narrativo.

Después de que, tras seis temporadas, Vikingos llegara a su final en 2020, había entre sus fans mucha ansiedad por conocer este spin-off. A diferencia de su antecesora, Vikingos: Valhalla no está realizada por History sino por Netflix y si bien Michael Hirst aparece como productor ejecutivo, el principal resposable es Jeb Stuart.

Vistos los primeros cuatro episodios, podemos decir que el temor a ver más de lo mismo era infundado. Stuart, por cierto, fue uno de los guionistas de La Jungla de Cristal (John McTiernan, 1988) y de El Fugitivo (Andrew Davis, 1993) para debutar como director en Secuestro (1997).

Con tales antecedentes, era lógico que decantara hacia una propuesta más basada en la acción, lo cual da el toque personal y distintivo: no es que desaparezcan las intrigas políticas que caracterizaban a Vikingos, pero todo está en su justa medida para que veamos una serie distinta, a la vez que referencial.

Comencemos por aclarar que la historia se ubica cien años después de los sucesos que terminamos de ver en Vikingos, casi coincidiendo así en época con The Last Kingdom, otra gran serie que por estos días estrena temporada y de la cual pueden leer en esta web los análisis de un servidor.

Una de las novedades en cuanto a producción es que Netflix encargó veinticuatro episodios, lo cual creó dudas acerca de si componían una única temporada. Finalmente, son tres de ocho episodios cada una, habiéndose ya estrenado la primera.

A los efectos de hacer menos engorrosos tanto el análisis como la lectura, hemos dividido la temporada en dos tandas, con lo que pasamos ya mismo a analizar los primeros cuatro episodios no sin antes advertir, por si aún no los han visto, que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA.

Sed de Venganza

La historia comienza al despuntar el siglo XI con la Masacre del Día de San Bricio, momento histórico en el cual Etelredo II (Bosco Hogan), rey de Inglaterra, decide organizar una matanza de vikingos ante la sospecha de que estos conspiran con los invasores daneses que están asolando las costas. Según evidencia histórica, el núcleo de la masacre tuvo lugar en Oxford y podría haberse extendido a Londres, que es donde se centra en la serie.

La noticia de la matanza caldea los ánimos en los distintos reinos vikingos que, desde el norte, están urdiendo una invasión al mando de Canuto II (Bradley Freegard), rey de Dinamarca. La convocatoria se realiza en Kattegat, territorio de la condesa Haakon (Caroline Henderson), en cuya sangre confluyen orígenes normandos y alejandrinos.

Allí se dan cita personajes tales como el príncipe noruego Harald Siggurdson (Leo Suter), quien ha escapado por poco de la masacre, o su medio hermano Olaf Haraldsson (Jóhannes Haukur Jóhannesson), cristiano acérrimo que conoce bien la corte de Londres por haberse desempeñado allí como consejero de Etelredo.

Al lugar llega también un grupo de groenlandeses guiados por los medio hermanos Leif Eriksson (Sam Corlett) y Freydis Eriksdotter (Frida Gustavsson), ambos hijos del legendario Erik el Rojo, quien se radicara en Groenlandia tras ser desterrado por asesinatos contra otros vikingos.

Pero ellos no han cruzado un mar embravecido por la convocatoria de Canuto, sino por una venganza personal, ya que Freydis, de niña, fue violada por otro hermano de Olaf llamado Gunnar que, además, le marcó de por vida la espalda con una gran cruz.

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Se aprecia cómo toda la comunidad vikinga está atravesada por los conflictos religiosos entre paganos y cristianos, al punto que, más allá de tener que luchar contra los sajones, deben lidiar con sus rencillas internas.

Freydis conoce a Harald apenas llegar y al poco rato se están revolcando, tras lo cual ella le cuenta su historia de violación y él queda visiblemente conmovido, sobre todo ante la vista de la cruz en la espalda de la muchacha. Durante la celebración previa a la partida hacia Inglaterra, ella logra llegar hasta Gunnar y darle muerte, provocando la obvia furia de su hermano Olaf, pero no tanto la de Harald, conocedor del contexto previo.

Freydis pretende desafiar a Olaf en duelo, ya que es una guerrera diestra y avezada. Harald, temiendo por su vida (luego sabremos que en vano), intercede y ofrece un trato para que Leif les acompañe como salvoconducto mientras la joven queda en Kattegat al cuidado de Haakon. De ese modo, Leif pagaría la deuda de su hermana y la expedición ganaría un hábil navegante en mares bravíos.

En Busca de Apoyo

En Londres, Etelredo está muriendo mientras corre la noticia del inminente ataque vikingo. Desde su lecho de agonía, intenta convencer a su joven esposa Emma (Laura Berlin) de que negocie con los invasores ofreciéndoles oro, como tantas otras veces en el pasado. Normanda y descendiente de Rollo, ella prefiere hacerles frente.

A tal fin, envía a su hijastro, el príncipe Edmundo (Louis Davison), en compañía de su consejero, el conde Godwin (David Oakes), a conseguir el apoyo de Eadric Streoda (Gavin Drea), rey de Mercia.

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Dado el delicado estado de Etelredo, Edmundo sabe que es muy posible que sea rey a su regreso, pero está lleno de dudas e inseguridades, en parte porque no le tocaba tal dignidad originalmente sino que era el tercero en la línea sucesoria. Godwin le tranquiliza con que quien no tiene dudas es un simple charlatán.

La negociación con Breoda no es fácil: solo ofrece cinco mil hombres argumentando que necesita el grueso de sus fuerzas para resistir a los vikingos que, seguramente, atravesarán Mercia para llegar a Londres. Ignora, sin embargo, que el plan de los invasores es el contrario: atacar desde donde no se espera, es decir desde el sur y a través de los pantanos, tal como ha sido recomendado por Olaf.

Sacando aplomo de donde no lo hay, Edmundo le desliza la amenaza de que pronto será rey y podría tomar represalias contra quienes no lo hayan ayudado. La alianza o, al menos, la promesa de apoyo, finalmente se concreta y con tal buena nueva, Edmundo y Godwin emprenden el regreso.

La Costa Inglesa

En Kattegat, la expedición normanda está a punto de partir hacia Inglaterra. Antes de que zarpen, Freydis, cuya libertad depende del éxito, entrega a Harald un talismán. Si todo va bien, se reencontrarán en cinco meses.

Previendo posibles conflictos en alta mar entre cristianos y paganos, Canuto ordena depositar todas las hachas en un barril, pero el enfrentamiento verbal es permanente y la tensión se corta.

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Leif es el encargado de guiar las naves, pero tras navegar largo rato entre espesos bancos de niebla, los del grupo de Olaf creen que está perdido.

La cosa está a punto de pasar a mayores, pero Leif demuestra gran destreza en la lucha y se jacta de haber matado un oso polar. En lo más álgido, la niebla se abre y divisan la costa inglesa: nunca estuvo perdido.

Tras desembarcar por el sur y siguiendo el plan, atacan Kent. Apresan a la dama del castillo, quien les informa que están detrás de una lucha inútil, pues el rey Etelredo ha fallecido.

La noticia, aun cuando dudosa para los vikingos, genera más discusiones: Harald, como tantos otros, ha ido a Inglaterra en busca de una venganza que se desvanece si ya no está vivo el objeto de la misma. Canuto, más pragmático y expansionista, le convence con que si hay otro rey, la venganza debe dirigirse hacia él. Capturando al rey, dice, se captura a Inglaterra.

La Batalla del Puente

En Londres, Etelredo ha muerto, no obstante lo cual se retrasa la coronación de Edmundo: Emma no quiere que la noticia llegue a los invasores (anque ya lo ha hecho) ni que estos conviertan a su frágil hijastro en su próximo objetivo.

Por cierto, al muchacho parecen habérsele subido los humos tras el éxito de su gestión en Mercia; se le ve desencajado y mesiánico, por lo cual Godwin busca ponerlo en su lugar humillándolo y derrotándolo en combate: una forma de que vuelva a poner los pies en tierra. Así y todo, contra los deseos de Emma, logra imponer su coronación prematura.

Streoda ha llegado con sus fuerzas a las cercanías de Londres y condiciona su apoyo a la independencia que les fuera negada por Etelredo. Edmundo, en cambio, le ofrece aumentar sus tierras pero no se habla de independencia. Streoda parece, de momento, quedar conforme, pero ya veremos que no…

Ahora que saben que los vikingos han atacado por el sur, se espera su inminente llegada a través de los pantanos. Edmundo propone que Streoda actúe desde la retaguardia, encerrándolos entre el río y el pantano.

Pero los invasores tienen su propio plan. Con resistencia de Olaf, Leif logra imponer una estrategia consistente en aprovechar las debilidades que el Puente de Londres tiene en su sección media levadiza.

Con su grupo de groenlandeses y flotando sobre tablas, llegan hasta allí en plena noche para ocultarse bajo la estructura en espera de la mañana. Con el despuntar del día, tres barcos al mando de Olaf se acercan al puente pero se detienen a una distancia prudencial, lo cual extraña a los defensores.

Golpeando escudos al marchar, llega el ejército de Canuto. El barullo permite que, bajo las tablas, los groenlandeses puedan deteriorar los postes del puente a golpes de hacha. Canuto llega ante las murallas y parlamenta con Edmundo, acusándolo de cobardía.

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Impulsivo como es y ansioso por mostrar su valía, el joven sale al choque con sus fuerzas para desesperación de Emma, que percibe algo malo.

Sobre el puente mismo se produce la batalla y las fuerzas de Canuto son obligadas a retroceder mientras, contrariamente, Edmundo se envalentona y cruza sus fuerzas al otro lado. En ese momento, los barcos se ponen en movimiento y, al hacerlo, jalan de cuerdas que, sin ser vistos, los groenlandeses amarraron a los puentes de la estructura.

La reina Emma descubre la trampa que su hijastro aún no ha visto y ordena a los arqueros disparar bajo el puente, lo cual trae como consecuencia la muerte de la mayoría de los groenlandeses y dejar seriamente herida a Liv (Lujza Richter), principal amiga de Leif.

Más fuerzas emergen de la floresta al otro lado del Támesis y cuando Edmundo advierte qué está sucediendo, la mayoría de los suyos han sido masacrados mientras él intenta, a caballo, retroceder hacia la margen segura. No lo consigue: el puente se parte en su sección media y, ante los angustiados ojos de Emma, el joven queda a merced de las fuerzas de Canuto, que lo capturan.

En ese momento, llega el ejército de Streoda, pero cuando se espera, como estaba pautado, un ataque desde la retaguardia por su parte, el soberano de Mercia, ante la azorada mirada de Edmundo, da media vuelta y se marcha de una guerra que no considera suya.

En Kattegat, Haakon ha decidido que Freydis haga la peregrinación al mítico santuario de Upsala para tomar contacto con sus dioses, lo cual causa en la joven gran beneplácito. Por el camino, sin embargo, son atacados por un sujeto misterioso con marcas en la frente, el cual mata a uno de los guardias que escoltan a Freydis, además de herir de gravedad a su amiga Yrsa. Pero no puede con Freydis, quien deja en claro la guerrera que es y acaba estrangulándolo.

La joven recoge a su amiga y la lleva a una aldea cercana para recurrir a los servicios de una curandera. Allí se entera que quien los ha atacado es un cristiano fanático y cazador de paganos, mientras una gran incredulidad gana el rostro de la curandera al enterarse que Freydis ha logrado darle muerte. Su rostro cambia totolmente y más aún cuando, asistiéndola, descubre la cruz en su espalda: le recomienda largarse de allí.

Dejando a Yrsa a su cuidado, Freydis parte hacia Upsala para terminar su peregrinación en soledad. Llega al santuario y se encuentra con las sacerdotisas del mismo, a quienes dice haber llegado en busca de su destino. Entretanto, un sujeto barbado, junto a una partida de hombres armados, encuentra el cuerpo sin vida del cazador de cristianos, al cual identifica como su berserker, y descubre dos rastros de sangre en las cercanías, por lo que ordena ir tras ellos.

Balance de los Primeros Cuatro Episodios

Tal como hemos señalado al principio, Vikingos: Valhala, al menos por lo que hasta aquí propone, se ha zafado muy bien de ser la sombra de Vikingos. Hay un estilo diferente, tanto en lo visual ( más luz), como en lo narrativo (más frenético) o en la violencia gráfica (más gore). Todo ello no la hace mejor ni peor, sino distinta y siempre es bienvenido que un spin-off no sea más de lo mismo.

Por supuesto que las referencias a personajes y sucesos de Vikingos están presentes: se habla de Ragnar, de Lagertha, de Rollo, de Ivar, de Björn… Pero son menciones al pasar que buscan apuntalar la trama o bien presentarnos un mundo nuevo en el que a hijos y nietos les toca luchar por ser dignos de una herencia pesada de llevar, sobre todo cuando, como suele ocurrir, el paso del tiempo cubre la historia con una capa de leyenda cada vez más espesa.

Igualmente pesados son los crímenes y faltas que puedan haber cometido los padres, siendo ello notable sobre todo en Leif, un personaje que se revela como muy interesante.

El conflicto religioso, ya presente en Vikingos, aquí se ha enquistado definitivamente en la sociedad nórdica, no siendo ya un combate individual con la propia conciencia (como ocurría con Ragnar o, más adelante, con Floki), sino que es la propia sociedad la que está claramente escindida entre cristianos y paganos, conspirando ello contra la unidad requerida en escenario de guerra. No es que falten, de todos modos, las dudas religiosas y existencialistas, siendo Leif, una vez más, quien las carga.

La acción adquiere un claro rol preponderante en Vikingos: Valhala, pero las intrigas palaciegas, los pactos y los contubernios no desaparecen: están lo suficientemente dosificados para dar base a una trama que no da respiro.

La producción, tal como se hace notorio en el cuarto episodio con la batalla del puente, es notable y no se advierte el clásico temor de Netflix a dar presupuestos holgados a series que recién comienzan, aunque, claro, existe aquí el antecedente de Vikingos como para hacer la apuesta más segura o, de lo contrario, no se habrían ya encargado las dos temporadas siguientes.

Las actuaciones, en general, están bien, luciéndose especialmente Sam Corlett (Leif), Laura Berlin (Emma) y Louis Davison (Edmundo). Es cierto que todavía no han decantado personajes tan fuertes o carismáticos como los de Vikingos, pero potencial hay si saben aprovecharlo.

Desde el punto histórico, y tal como también ocurría en Vikingos, coexisten personajes reales con otros ficticios, como la condesa Haakon (que, según se ha aclarado, no es versión femenina del conde Haakon, que sí existió).

Los tiempos, por su parte, están mucho más comprimidos a los efectos de facilitar que la serie pueda discurrir con los mismos actores: tal es así que, según la historia nos cuenta, pasaron catorce años entre la Masacre del Día de San Bricio y la invasión de Inglaterra por parte de Canuto II, mientras que aquí todo parece tener cierta inmediatez.

Otro tanto ocurre al hacer coincidir en época y lugar a personajes que no consta que se hayan conocido o que han tenido participación en momentos históricos separados temporalmente. Son licencias previsibles y lógicas cuando se hace una serie sobre hechos tan oscuros en los registros y, sobre todo, cuando hay que contar una historia fácil de seguir para el público: los saltos temporales atentarían contra la cohesión de la misma.

Lo que sí se advierte y es un buen punto es que los ajuares, mobiliarios, arreos, atuendos y armamentos muestran cierta evolución con respecto a Vikingos ya que, no olvidemos, ha pasado un siglo.

De momento, Vikingos: Valhala ha comenzado de manera inmejorable y esperemos que así siga. En breve, si me acompañan, nos encontraremos aquí nuevamente para analizar los restantes cuatro episodios que cierran esta primera temporada.

Hasta entonces y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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