Sin mucho ruido (de hecho, en medio de un silencio publicitario llamativo), Netflix estrenó sin previo aviso Apolo 10 y 1/2, una película de animación rotoscópica dirigida por Richard Linklater. ¿Queréis saber qué nos ha parecido?
Apolo 10 y ½ cuenta una premisa curiosa: la NASA recluta a Stanley, un chico cuya infancia transcurre en los años 60 norteamericanos, para que se monte en una nave espacial y realice una misión secreta a la vez que el Apolo 9 viaja a la Luna…
¿Por qué llama tanto la atención que se haya pasado por alto un estreno como Apolo 10 y ½? Pues porque se trata de la nueva película de Richard Linklater, director de dilatada trayectoria alejada del circuito comercial pero repleta de obras de auténtico culto, ya sea experimentando con la animación o con el tiempo.
En lo primero, Linklater nos ha regalado obras experimentales como Waking Life o A scanner Darkly, rodadas de forma similar a Apolo 19 y ½.
En lo segundo, su enfoque más interesante, Linklater ha tenido la capacidad de sumergirnos en determinadas historias marcadas por el tiempo. Así, Movida del 76 transcurre en un solo día, el último del curso escolar de 1976. Pero es que su magnífica trilogía de culto Antes de…, narra una de las historias más veraces y románticas de una pareja a través de tres películas que inician y acaban en el mismo día. Y, para colmo, su película más reconocida por la crítica, Boyhood, narraba la historia de una familia que envejecía en tiempo real, rodando cada año que pasaba un poquito de la trama.
En Apolo 10 y ½ se mezclan estos dos enfoques. Linklater vuelve a la animación rotoscópica, rodando escenas con actores reales para luego añadirles ese estilo de animación que no me preguntéis en qué consiste porque lo desconozco. Eso sí, funciona.
Pero lo más destacado de Apolo 10 y ½, lo que consigue que sea un estreno realmente notable y un éxito para Netflix es la capacidad que tiene el director para sumergirnos en una historia que no es una historia en sí misma, sino un mar de recuerdos. Los de un Stanley adulto que reflexiona sobre su niñez compaginándolos con las fantasías tan rimbombantes como inabarcables que solo un niño puede tener.
Aunque la premisa inicial es realmente sugerente, la película pronto da un giro hacia una trama poco convencional en el sentido de que no posee introducción, nudo o desenlace. Más bien son los recuerdos deslavazados de un adulto que se ha permitido poder parar un momento para pensar en su niñez.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No hay una respuesta fácil para eso. Soy de los que piensa que cualquier tiempo pasado es eso, pasado, y que toda época vital tiene su momento. Pero qué duda cabe en que una infancia feliz es el mejor cimiento para una buena vida.
El contexto de cada infancia es distinto porque la época lo es. No es igual la infancia de mi sobrina de casi cinco años que de Linklater, que creció en los años 60 y se ha basado en ella para su Apolo 10 y 1/2. Por eso, la película está plagada de referencias a la cultura pop son brutales. Juegos de mesa, series de televisión, películas como 2001: Una odisea en el espacio o producciones de serie B de ciencia ficción y terror, grupos musicales como The archies o Janis Joplin… distintas a las que tuve en mi infancia, marcada por, entre otras cosas, ese plan tan de viernes por la tarde como era ir con tus padres al videoclub.
Pero también vemos situaciones universales. Ese juntarse todos en un salón, las peleas por ver lo que se pone en la televisión, los juegos inventados, más elaborados cuando los hijos de los amigos de tus padres o la maravillosa sensación de dormirte en el coche sabiendo que estás seguro, que tu padre te va a coger en brazos y te va a meter en la cama.
Viendo Apolo 10 y ½ se siente una sensación extraña. Ante la infancia sesentera de Linklater, no paraba de conectar con mi propia infancia. Es una película absorbente, que te saca una sonrisa porque consigue imbuirte en la atmósfera de algo tan particular como la infancia de un director de cine norteamericano y algo tan universal como la niñez en sí misma.
Pero también sentí cierta nostalgia por algo que no volverá. A su modo, quiero pensar que esta infancia no se diferencia tanto de la que viví en los noventa y principios de los dos mil. Pero me da la sensación de que muchos de los recuerdos que Apolo 10 y ½ nos trae a la memoria no podremos revivirlo en el futuro con nuestros hijos.
El mundo ha cambiado, pero nos queda esa sensación de seguridad, de plenitud absoluta, de omnipotencia que dan los primeros años que caminamos por este planeta. Y Richard Linklater ha realizado una de las radiografías más lúcidas sobre este periodo en una década en la que algo tan fantástico, tan imaginativo, tan, en definitiva, infantil como viajar a la Luna se hizo realidad para toda la humanidad.
Un saludo y sed felices!
Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!.