Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Desde al menos la aparición de Los Simpsons hace una barbaridad estamos todos más que hechos a la idea de que los dibujos animados pueden ser también para adultos. En este blog ya habló PGA de otras series de animación adultas como Rick y Morty, Archer o Ugly Americans. A esto habría que añadir otros como South Park, Padre de Familia o Futurama. En general, podemos hablar de la idea común de usar el humor absurdo o las referencias culturales pop anglosajonas para criticar de una u otra manera a la sociedad estadounidense, ya sea su idealizada idea de familia, su sociedad multicultural o el sistema en general. Es posible que la mayor parte de la animación adulta estadounidense esté más enfocada a hincar el diente en el modelo de familia estadounidense: habrá que pensar que el intento de vender esa familia clásica que todos hemos visto mil veces en series o películas ha sido lo suficientemente intenso durante décadas como para que muchos lleven tiempo criticándolo sin mucha piedad.
Aunque tenemos de todo, por supuesto, el tono general termina siendo optimista. Algo que suele ser unido al carácter que prototípicamente transmiten los Estados Unidos en sus productos culturales: son idealistas, optimistas y prácticos. Todo a la vez. Estados Unidos vence a Hitler, vence al comunismo y si te promete que encontrarán y matarán a Bin Laden ten seguro que lo buscarán, lo matarán y se lo darán de comer a los peces. No sé hasta qué punto podemos decir que es cierto que es tal que así, pero desde luego su cara pública, lo que venden al resto del mundo, es eso: son obstinadamente optimistas, y lo son siendo conscientes de lo difícil que son las cosas en el mundo real. Venden que ese es el motor que les lleva a, por el momento, seguir dominando el mundo cultural, política y económicamente. En términos de venderse son lo opuesto a España, que a pesar de vender fiesta y playas somos, como país, un sitio con gente tremendamente pesimista hasta el punto de creer que vivimos en algo parecido a Somalia y sin ninguna posibilidad de cambiarlo. Así, la mayor parte de esas series, con todo su absurdo, sus bajonas o sus momentos dramáticos terminarán con el protagonista o los protagonistas consiguiendo sus objetivos o volviendo tras pasar problemas al punto de partida, con algún escarceo dramático a veces, claro.
Lo raro es una serie como BoJack Horseman.
El existencialismo en tiempos de Internet
Es otra serie de animación con golpes surrealistas, con animales-persona mezclándose con personas representando la sociedad multicultural estadounidense (como hace Ugly Americans, tal y como cuenta muy bien PGA en su post arriba enlazado), con más críticas a la idea de familia estadounidense…podríamos pensar que es más de lo mismo. De hecho, al inicio lo es. Una estrella de una serie de televisión de los años 90, el caballo BoJack Horseman, decide volver a primera plana después de años pasados emborrachándose, acumulando resentimiento contra el mundo y viendo en bucle su propia serie de televisión una y otra vez. Se ve obligado a contarle su vida a una escritora, Diane, para que ésta haga una biografía. La primera temporada funciona así, con BoJack contando episodios de su vida artística a Diane, en la que se mezclan muchos momentos clásicamente sacados de Padre de Familia, Los Simpsons o demás. Es decir, lo ya comentado anteriormente: surrealismo, referencias culturales pop, crítica a la familia y medios de comunicación, un enfoque generalmente progresista pero también crítico con los excesos y las contradicciones feministas, igualitarias, izquierdistas, etcétera.
Pero BoJack va algo más allá. La serie no se limita a presentar ocasionalmente drama o temas existencialistas: es la base de la historia. Los chistes vienen después. Al fin y al cabo, en la historia no hay penurias económicas: el protagonista se compra un restaurante en un calentón, se montan empresas con sedes carísimas sin problemas e incluso los más tirados económicamente, Diane y la persona que vive con BoJack, Todd, tampoco es que sufra de estrecheces económicas en ningún momento. Descartado el drama por cuestiones económicas, que nos llevaría a críticas políticas de clase social, la historia tratará fundamentalmente de la soledad, del vicio del narcisismo y del veneno de la nostalgia. En tiempos de redes sociales e importancia de Internet en nuestras vidas en el día a día (al menos para los menores de 50 años). El éxito de la serie ha venido por su faceta dramática con estos temas, no tanto por sus chistes. La gente recopila chistes de Los Simpsons, escenas graciosas de canciones de Padre de Familia o gifs de animaladas/frases airadas de superioridad intelectual de Rick. En Bojack se recopilan gifs de las bajonas de los protagonistas de las frases deprimentes sobre la realidad de los personajes. Lo que cala y se replica de la serie es otra cosa. Es algo de lo que toca hablar y de lo que habrá que hablar respecto a las redes sociales e internet. Lejos de mi intención hacer discursos antitecnológicos o ludistas, pero tiene que ser posible hablar de la parte menos buena y criticable de lo que está ocasionando en las personas el uso de las redes sociales o el acceso a Internet desde cualquier sitio. Los beneficios los conocemos y celebramos todos. Las partes menos bonitas dan más miedo de sacar a la luz. Tengo la sensación que parte del éxito y cómo empatiza demasiada gente con la serie tiene que ver con estas cosas menos buenas, por más que la serie no trate de tecnología.
El éxito del narcisismo
El principal problema, como comentó PGA al hablar de la serie en el grupo del blog, es cómo en la primera temporada el tipo de humor chocaba demasiado con lo que se estaba contando. Es cierto: los golpes de humor surrealista o desmadrados se hacen muy raros viendo los temas centrales y el tono general de lo que se nos cuenta. Que conste que son más en la primera temporada y que en las siguientes van reduciéndose hasta casi desaparecer. Pero hablamos de cosas como la traición a amigos del alma para progresar, de todas las veces que hemos podido arreglar las cosas con una simple disculpa y no lo hemos hecho por orgullo, de sabotear a un amigo para que no tenga éxito pero siga con nosotros, de tratar a la gente como la mierda por haber tenido un éxito insignificante o de tratar a los que alguna vez te han querido como si fueran atrezzo para tus objetivos más ruines. Es decir, hablamos de todo el show narcisista que va en aumento conforme las redes sociales han tomado poder: es fácil ver en Twitter a gente volverse auténticamente idiota al tener 500 seguidores y portarse como tiranos con gente que no tiene ni 100, gente vendiéndose por dos cervezas, tuit-stars que están dispuestos a auténticas puñaladas por míseros retuits de sus seguidores y etcétera. Es muy posible que, como tantas cosas, lo que ha hecho el nuevo mundo de las redes sociales es mostrar algo que ya estaba ahí pero no podía ser expresado.
Los demás no son nada, todo el mundo tiene la autoestima absurdamente por las nubes por un post que lo compartan 10 personas, lo flipamos con 20 “Me gusta” a un estado de Facebook y somos capaces de repetir la jugada para volver a conseguirlo. Es normal, como humanos somos bichos sociales, y nada nos recompensa más o nos castiga más que la aprobación o rechazo social. ¿Qué hace BoJack? Interrumpir todo lo interrumpible a una amiga para que le diga en vivo y en directo que él es buena persona. Da igual que la esté poniendo a ella en evidencia, da igual que no sea el mejor momento. El mejor momento es ahora, porque nos apetece, que para eso somos el centro de la creación. Pero nunca es suficiente, y siempre nos pasará como a BoJack: el mundo que no se pliega sistemáticamente a nuestra voluntad, nuestro talento lo desconocen los demás o lo envidian. Somos especiales y los demás basura gris sin ninguna capacidad de análisis, que no se dan cuenta de nada (en la serie los discursos de este estilo del protagonista son muchos).
La condena de la soledad
El show narcisista va en aumento. Las redes sociales e internet dan oportunidades a todos para sentirse la última Coca-Cola en el desierto, sea un blog, una página de Facebook o el comunio. Todos hemos tenido un nicho para ser la estrella en un sitio ridículamente pequeño. BoJack es miserable, un amigo egocéntrico e insoportablemente condescendiente, un niñato emocionalmente que piensa más con su ego y su polla que con otra cosa. Y luego, como todo el mundo, quiere que los demás le digan buena persona. Pero esto no es posible.
Donde otras series de animación cierran puertas y siguen con otro episodio sin que casi nada haya cambiado, en BoJack no se cierra nunca nada. Los problemas no se cierran, las heridas no cicatrizan, no es posible arreglar los problemas. El daño que se hace a otros personajes rara vez es perdonado y casi nunca curado. Demasiados problemas y heridas no tienen arreglo, por más que se intente arreglar. No hay momentos de redención en los que el protagonista con fuerza de voluntad y en el fondo buen corazón consigue reconciliarse con la persona perjudicada, como tanto ha hecho Homer Simpson. Aquí el protagonista actúa o bien por uno de sus intereses narcisistas y caprichosos o por la inmensa vergüenza de darse cuenta que no es tan buena persona. Y casi siempre fracasa. Aquí el mensaje para todos los personajes está claro: están solos, da igual lo que hagan, y no habrá redención para nadie de sus pecados. Y cada capítulo cargará con las cosas sin solucionar del anterior. No pueden ganar. No pueden empatar. No pueden ni siquiera abandonar el juego.
No hay vía de escape posible, no hay ninguna manera de reparar nada (¿cómo podemos reparar algo si los demás también son narcisistas y creen que nosotros somos atrezzo?). BoJack se deprime, como se deprime Diane, como se deprime el personaje más solitario de toda la serie: Princess Carolyn, la agente de BoJack. Ésta última es la que más pelea en todos los frentes: al fin y al cabo el protagonista ya está forrado, Diane vive casi del dinero de su marido, Todd no se preocupa del tema…pero ella sí. No sufre agobios económicos, pero ella pelea en el frente de su profesión, en el frente de tener estabilidad emocional, en el frente de llegar a tener una familia y en el frente del tiempo que se acaba para tener niños. Todas las escenas de ella sola por la noche en la oficina provocan tristeza, tristeza por un dibujo animado de una gata, que es lo que es ella en la serie. Está peleando contra todo, sola, sin parar y casi sin esperanza. Fue Sofía quien me dijo que me fijara en ella. Tenía, para variar, razón. Es la más dura de la serie, la más fuerte, porque a pesar de luchar en más frentes que nadie es capaz de renunciar algo a su ego para no estar tan sola. Madurar es darse cuenta que el centro del universo no es uno mismo y que hay muchas cosas más importantes por las que hay que sacrificar el orgullo, y Princess Carolyn es de las pocas que, de vez en cuando, lo intenta.
Hay algo que suele decirse poco, y es que hay pocas cosas peores que la soledad. Uno puede afrontar cosas malas, pero estando en grupo y apoyado por un entorno puede que no sea tan terrible como una vida más normal pero solitaria. Y la soledad nunca es monótona y nunca te acostumbras a ella, por más que tengas 200 amigos en Facebook y te mandes muchos mensajes con ellos. La serie mete el dedo en la llaga en esto mismo con las muy diferentes formas de narrar cada capítulo, desde capítulos mudos (como en el que BoJack está en una ciudad submarina) a capítulos con flashbacks pasando a capítulos con perdidas de memoria del protagonista contándonos la historia fragmentada a relatos en el futuro de una descendiente de una de las protagonistas. Nos hacen muchas fotos desde muchas formas distintas de narrar la soledad. También tenemos el clásico esquema Simpson, pero aquí, como hemos dicho antes, siempre se carga todo para el siguiente capítulo.
Atrapados en la nostalgia
En los peores momentos de BoJack vuelve a lo mismo de siempre. A ver su serie. La serie de televisión que protagonizó, la de su único éxito. La noventera. Aquella en la que encarnaba a un soltero viviendo con varios niños, con sus tramas amables, ingenuamente optimistas y su finales de capítulo con final feliz. Es habitual ver a BoJack viendo su serie, sólo o con otros, comentado lo buena que era, detallando aquella broma tan ingeniosa o aquella cosa divertida…una y otra vez. Mientras la serie avanza, todos los personajes van cambiando sus vidas o intentándolo mientras van cargando más y más cantidades de frustraciones a sus espaldas, BoJack se suele esconder en un mundo televisivo en el que él protagonizaba una historia que tenía inicio, nudo y desenlace feliz. Da igual la cantidad o calidad de gente que le recuerde que era una serie mala pero que le gustaba a la gente más o menos, que él negará la realidad y seguirá con las cintas de la serie como su Fortaleza de la Soledad ante momentos depresivos. En su vida BoJack intentará solucionar o cerrar cosas, pero casi siempre será imposible. La vida no es lineal ni coherente, y su historia menos. Por eso la seguridad de una serie televisiva tópica y típica, con su narrativa convencional y sus finales felices, es tan reconfortante.
Demasiados, por más que haya llegado una libertad sin comparación a lo largo de la Historia gracias a Internet, dedican horas y horas en remover sistemáticamente en películas, cómics o videojuegos de su juventud o infancia. Sumergiéndose en la nostalgia una y otra vez. Moviendo cantidades enormes de tráfico informático en bajar o comentar las obras de tu juventud pasada. ¿De donde vienen los dos millones de remakes cinematográficos? ¿y las peticiones de hacer remakes de videojuegos como los Final Fantasy VII? De la nostalgia. No del cariño a las cosas de la propia juventud, cosa que no es mala. Viene de la obsesión enfermiza por un pasado idealizado en el que creemos que todo era perfecto, tanto que todo lo posterior nos da igual, sea o no mejor que nuestras cosas mil veces vistas. Da igual que la vida lleve tiempo en otros sitios: ninguno somos el centro del universo por mucho que defendamos a capa y espada que los ocios de nuestra adolescencia y juventud fueron casualmente los mejores de siempre. Porque cuando uno ha crecido además con relatos de lo especial, único e irrepetible que es cada individuo la realidad (que todo eso es falso) es insoportable. Nuestro narcisismo nos lleva a sentirnos perpetuamente solos por no ceder en la vida (¡yo soy especial! ¡mi juventud fue mágica y la vuestra no! ¡nadie puede entender a los que hicimos una serie más de televisión que yo creo que fue la leche!) y el último refugio es la nostalgia, el rincón perdido e idealizado en el que todo era como debe ser. Pero cuidado: los que vienen detrás de los que fuimos niños en los 80 no están libres de esto. Ellos también tienen sus sitios minoritarios y personales en la red en los que aislarse del mundo: el foro del equipo de fútbol, los videos de YouTube de maquillaje, las páginas de cine de serie B, etcétera. De hecho es la madre de BoJack la que mejor ejemplifica esto, sobre todo al ver el penúltimo capítulo de la cuarta (y hasta ahora última) temporada: no tiene ni siquiera una infancia idealizada ni nicho en el mundo real al que escapar. De ahí que los creadores nos la pinten tal y como es: un ser despreciable.
Cómo salir de todo esto
Después del intento de mezclar el humor con todo esta caída a los infiernos existencialistas en la primera temporada (el que dobla a Bojack en España es el mismo que dobla a Charlie Sheen en Dos hombres y medio: creo que al empezar la serie se pensó que las cosas podían ir por ahí), los autores empezaron poco a poco a desembarazarse del humor surrealista y a dedicarle menos momentos. Aparecen puntualmente, cada vez menos, y puede que cuando aparezcan tengan poca justificación, rompiendo lo que es el fuerte de la serie sin aportar casi nunca gran cosa. Quiero decir: esto mismo y el hecho de meter animales como personajes creo que le resta más que le suma. Podría haberse hecho sin chistes ni animales y todo el conjunto hubiera subido muchísimo, por más que podamos decir que el absurdo humorístico acentúe el caos y el sinsentido de las cosas que va unido siempre a todo producto con intenciones existencialistas. No se manejan especialmente bien con el humor absurdo, mucho mejor lo hacen cuando tratan de ser sutiles. Es una pena que no lo hagan más: a veces parece que tratan de hacerte reír haciendo que el personaje que sea verbalice sus contradicciones de modo aséptico y serio. Que no digo que no pueda ser divertido, pero fallan cuando tratan de señalar explícitamente lo gracioso. Hay algo de falta de valentía ahí, como si creyeran que el público no pillará las gracias si no se ponen en la cara con luces. ¿Son condescendientes con su público? No hay que descartarlo. Al fin y al cabo, ellos crearon a BoJack.
¿Cual es la salida que ofrecen entonces los autores? Los personajes del Señor Peanutbutter (un perro labrador amigo/rival/enemigo de BoJack) y Todd (un hombre que al principio vive con Bojack sin trabajar ni estudiar). El primero es el opuesto al protagonista: es vital, optimista, no está amargado, es positivo siempre hasta el punto de ser odioso y tiene claro que nada tiene sentido pero que la manera de afrontar el caos que es la existencia es ir entreteniéndote con cosas pequeñas. Y el otro es Todd, que es asexual y que vuelva todas sus energías en mil iniciativas empresariales absurdas pero humorísticamente rentables. Los guionistas pueden gastarles jugarretas (sobre todo si se mete por medio el protagonista), pero tienden hasta ahora, el final de la cuarta temporada, a ser más benévolos con estos dos que con el resto del elenco de la serie. A veces incluso de manera evidentemente caprichosa y humorística, como hemos dicho. Es decir, esa es la salida para los guionistas: ser sencillamente optimista por deporte más que por resultado o bien tomarse la vida profesional de uno con una alegría irracional que roza lo ridículo.
A la espera estamos de la quinta temporada, claro. Ojalá BoJack o alguien queme esas cintas de su serie.
Sed felices.
Gran artículo Raúl, no podría definir mejor la serie y la vida real que esta plasma.
Un saludo.
Muchas gracias. 🙂