La figura del falso culpable es tan vieja como el cine. Probablemente me equivoque al decir que El enemigo de las rubias es una de las primeras muestras de este subgénero. Película de 1927 que se cuenta entre las mejores películas mudas de Alfred Hitchcock, el director que mejor ha retratado a este tipo de personaje. Ahora es el turno de Beckett, estreno de Netflix que se convierte en la última muestra del “falso culpable”. ¿Estará a la altura de obras maestras tan legendarias como Los 39 escalones, Con la muerte en los talones o El fugitivo?
Beckett (John David Washington), un estadounidense de vacaciones en Grecia, se convierte en víctima de una persecución tras un brutal accidente. Mientras emprende una huida desesperada por Grecia para poner su vida a salvo, intentar llegar a la embajada de Estados Unidos y lavar así su nombre, la tensión va en aumento a medida que las autoridades estrechan el cerco, el malestar político aumenta, y Beckett se va adentrando más y más en una peligrosa e intrincada conspiración.
Dirige y debuta Ferdinando Cito Filomarino, director de segunda unidad de Luca Guadagnino en la popular Call me by your name. Poco tiene que ver esta Beckett con la película de amores veraniegos.
Beckett gira en torno a su personaje protagonista, un hombre ordinario situado en unas circunstancias extraordinarias. Busca ponerle a prueba con situaciones extremadamente difíciles con el único fin de entretener, de tender un puente de no retorno con el mundo real. Al menos mientras dure la película.
Así, la película se divide en tres partes bien diferenciadas. La primera es el viaje de pareja y de postal por la Grecia interior más desconocida. Muchas carantoñas y conversaciones vacías que únicamente reflejan la nube sentimental sobre la que se posa un personaje esencialmente tranquilo.
Posteriormente, llegamos al segmento más acertado de toda la película. La huída hitchcockiana del personaje a través de la Grecia rural. No hay motivo, solo escapismo y unos enemigos implacables.
Desgraciadamente, la película se derrumba en su tercer acto al querer dar explicaciones (e implicaciones) políticas a toda la trama a la que hemos asistido. En el momento en el que el escenario se vuelve urbano, las situaciones se vuelven irreales y la película pierde todo el interés.
No ayuda un casting desafortunado desde el principio al final. Tras Infiltrado en el KKKlan (su mejor interpretación), Tenet y Malcolm & Marie, queda claro que John David Washington carece del carisma necesario para liderar un papel de estas características. No hay quejas respecto a la fisicidad (los momentos de escape y escaso diálogo son los mejores del film), pero se diluye cuando entra en juego el diálogo.
Más sangrante todavía resulta la nula y desaprovechada participación de Alicia Vikander, una de las actrices más interesantes de la última década, como interés romántico del protagonista al principio de la película; o Vicky Krieps. Tampoco Boyd Holbrook, aunque el coprotagonista de Narcos se encuentra entre lo mejor de la película.
Beckett es una película donde la situación, la forma, se yergue sobre el fondo y la descripción de personajes. Obviamente, esto lleva a que las circunstancias que les envuelven deben ser lo suficientemente interesantes como para que los espectadores no piensen en los unidimensionales de sus caracteres o en lo poco creíble de las amenazas a las que son sometidas.
Un ejemplo. No fue hasta la tercera vez que vi Con la muerte en los talones que me percaté en lo absurdo que resulta acabar con su solo hombre utilizando una avioneta. A esto ayuda una dirección excelente (Filomarino no es Hitchcock) y un actor carismático (Washington no es Cary Grant, pero tampoco el Harrison Ford de Frenético o El fugitivo).
En definitiva, Beckett es un fallido intento de cine de evasión que se salva mínimamente en el momento en que se sumerge en lo profundo de Grecia. En lo más básico de este tipo de género fracasa estrepitosamente. Tanto en lo poco carismático de sus interpretaciones como en la decisión de querer explicar de forma trascendental, emparentando con la crisis económica de 2011, una huida interminable y que debería haberse mantenido inexplicable.
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