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Crítica de Bird (2024), los padres que no amaban a sus hijos

Ya está disponible en cines de España Bird (2024), la nueva película de Andrea Arnold que se presentó este año en Cannes, y que retrata con un enorme gusto en la puesta en escena la dura infancia de una niña en un barrio pobre de Inglaterra.  

Tráiler de Bird (2024) de Andrea Arnold

La joven Bailey (Nykiya Adams), de doce años, vive con su padre soltero Bug (Barry Keoghan) y su hermano Hunter (Jason Buda) en una casa ocupada de un distrito inglés pobre. Ante un padre ausente, la niña busca vivir sus propias aventuras y un día se encuentra a Bird (Franz Rogowski), un hombre misterioso que dice buscar a sus padres.  

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Póster de Bird (2024) de Andrea Arnold

Realismo mágico inglés

Ante mi absoluta sorpresa por desconocimiento, tanto de la película como de la cineasta, Bird se configura como una suerte de realismo inglés al estilo de Ken Loach, o el más actual —y estadounidense— Sean Baker, pasado por un filtro de sutil realismo mágico a lo Alice Rohrwacher. El particular e impresionante personaje de Rogowski que da nombre a la película me remite de inmediato al Lazzaro —que también titula su film— interpretado por Adriano Tardiolo en la monumental Lazzaro feliz (2018). Ese ser intemporal y misterioso que busca encontrar algo de otro tiempo que desconoce si perdura. La evocación de estos enormes referentes no es más que una muestra de calidad, más aún cuando, según se va descubriendo el metraje, aflora la presencia de Miyazaki, siempre garante de que algo bueno se cuece.  

Bird es esa mirada silenciosa a un pájaro que vuela libre sin reparo. Esa captura fotográfica de una mariposa inmensa en su belleza y envidiable en su naturaleza. La compleja realidad humana nos conduce a menudo a querer escapar y la escapatoria más viable suele ser contemplar libertades ajenas, belleza exterior. Bailey tiene doce años y no conoce el amor paternal más allá de algunos destellos de afecto de su desnortado padre.

A través de la mirada y el silencio, Andrea Arnold expresa las inquietudes de una niña afligida y necesitada de amor que huye continuamente de su entorno en busca de una naturaleza que contemplar y con la que soñar fusionarse. El mundo animal está presente continuamente en la película, desde las vacas del campo que la niña visita o los insectos tatuados de Bug hasta los pájaros que Bailey admira, pues desearía ser como ellos.  

bird cosas felices

El padre de Bailey no le presta atención y su madre vive en la miseria con un novio violento y varias hijas menores que ella, situación que se describe poco a poco y que evidencia el anhelo por volar de la pequeña.

La crudeza en la presentación del personaje de Skate (pareja de la madre) impacta por su falta de empatía explícita, pero más aún por lo que no se muestra, por nuestra capacidad de imaginar cómo será la vida de estas niñas en el día a día.

El drama es absoluto y la única forma de paliarlo parece ser la violencia, así como muestra el grupo de niños encabezado por el hermano de Bailey que se encarga de ajusticiar a toda clase de maltratadores. Arnold no juzga esta mecánica, sino que deja a libre elección la posición moral del espectador. La policía no entra en juego en ningún momento; pareciera que los problemas de estas personas deban quedar entre ellos

Desde el momento en que aparece el críptico Bird, del que apenas se conoce información, la situación se ablanda y todo parece más confortable, pues el hombre se convierte en un compañero inseparable que siempre irrumpe en acción en el momento más insospechado para curar el dolor de la niña. Arnold construye una vía optimista para refugiarse de todo lo malo, una suerte de fantasía paliativa que hace tan grande la película.  

No obstante, todo —o casi todo— drama profundo, y el de Bird lo es bastante, tiene su punto cómico para destensar, y en este caso viene de la mano del maravilloso personaje de Bug, que, aunque haya antes descrito como padre nefasto, que lo es, no se parece ni por asomo al maltratador de Skate. Más bien es un niño en cuerpo de adulto, incapaz de asumir responsabilidades.

¿Puede que Bird sea la única película en la que cantan Coldplay a un sapo venenoso? Son cosas como esta las que le dan un encanto más allá de las crudas situaciones que expone. Aunque la verdadera belleza de la cinta reside en sus imágenes y en cómo Andrea Arnold las configura, con un gusto exquisito en la puesta en escena y un acertadísimo formato analógico en 4:3. Esa cámara casi siempre en mano, temblorosa, que acompaña a Bailey en sus acciones, y una atmósfera como de ensueño que contagia los mejores momentos de la película, cuando esta se vuelve contemplativa, reflexiva y deliciosa.  

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Conclusión

Bird es una cuidada reflexión sobre la soledad, la falta de afecto, la infancia y la fantasía como refugio del dolor. Andrea Arnold construye una película inmensa con el corazón más puro posible tras la cortina de fealdad que recorre el distrito y a sus personajes más perversos. Bird —el personaje— es amor y es compañía, todo lo que está bien en este mundo, aunque él realmente no lo esté.  

Muchas gracias por leerme e ¡id al cine! 

 

 

 

Darío Serrano Gómez
Darío Serrano Gómez
Apasionado del cine en constante aprendizaje. Me gusta ver películas y escribir sobre ellas.
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