Las tardes de verano invitán a desconectar. Mi intención era ir al cine a ver la última de Liam Neeson pero me daba pereza y opté por ver una película en Disney+, La princesa, sin tener ni idea de qué iba. En mi mente inocente, pensaba que estaría ante un remake de Xena. ¿El resultado? Una de las películas más sorprendentes, delirantes y desvergonzadas del verano.
Las niñas ya no quieren ser princesas.
O eso cantaba Sabina porque tras ver la película más de una se apuntará al oficio. La película empieza con una torre al más puro estilo de la que encerraba a Rapunzel en Enredados. La princesa despierta medio atontada y con las manos encadenadas. La han secuestrado y oye que alguien se acerca. Se mete otra vez en la cama y aparecen dos guardias. Uno se acerca a nuestra princesa, ella le da un cabezazo y acto seguido se disloca el pulgar y empieza a darles con las cadenas. Sí, las princesas ya no son lo que eran.
A partir de aquí empieza el desmadre. La princesa debe escapar de su torre y empieza a descender pisos, metiéndose por los pasadizos ocultos y cargándose a todo el que se le pone por delante, cual John McLane en la Torre Nakatomi. Y sin escatimar sangre ni mamporros. Hostias como panes. ¿De verdad esto es original de Disney+?
Mientras la princesa inicia su descenso, asistiremos a algunos flasbacks que nos cuentan cómo hemos llegado a este punto y por qué la princesa parece un trasunto de John Wick en un reino de fantasía. Le dan algo de coherencia a la historia pero nos rompen el ritmo porque lo que queremos ver es a la princesa, de la que ni siquiera nos dicen su nombre, repartiendo leña. A medida que transcurre la cinta, lo que queremos ver es más sangre y más escenas de acción, por cierto muy bien coreografiadas. Ya las quisiera más de uno.
Ahora es demasiado tarde, princesa. O no.
El objetivo de la princesa es rescatar a su familia, secuestrada por Hans Gruber, digo Dominic Cooper, el rostro más reconocible de esta fantasía delirante, junto al de Olga Kurylenko. ¿Lo conseguirá? ¿Os hago spoiler si digo que sí? La cinta es muy previsible en ese aspecto pero en verdad la trama y el mensaje de emponderamiento es lo de menos. Lo que importa es ver a Joey King luchando, saltando, dando cortes y salpicando sangre por doquier. El ritmo impuesto por el director Le-Van Kiet es frenético. La película apenas dura una hora y media y se pasa en un suspiro.
En resumen, La princesa es una película que resulta un cuento de hadas con un enfoque muy, muy diferente a lo que suelen ser las habituales historias de princesas. Lo mejor es esa falta de complejos que tiene. Sabe perfectamente lo que es y no se avergüenza. ¿Y qué es?, preguntará alguno. Pues pura diversión.
Si, La princesa es divertida, es una mezcla de géneros original y sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta la plataforma en la que está disponible. Y es que no llega al nivel sangriento de The Boys ni mucho menos pero tampoco es que se corten un pelo, o por lo menos se sitúan muy encima de lo que Disney nos tiene acostumbrados. Así que aviso: niños abstenerse (de nada, padres preocupados; aquí sí pensamos en los niños).
Tampoco es que sea la película del año, no nos vamos a engañar. Tendrá sus defectos pero ponerse a remarcarlos como si esto fuese El último duelo, como hacen nuestros queridos amigos de Espinof, es mear fuera de tiesto. Lo importante aquí es pasarlo bien. Un saludo y sed felices.