Las historias de misterio, y más concretamente las del género whodunit están de moda. Dicho término proviene de la contracción en una sola palabra de la pregunta inglesa Who has done it? o Who’s done it? (“¿Quién lo ha hecho?”) y hacen referencia a unas tramas dentro del género policiaco en la que un enigma o una especie de rompecabezas es su principal característica de interés. Dentro del mundo de las series podemos ver su importancia en la multitud de thrillers que estrena cada mes Netflix o en la divertida Solo asesinatos en el edificio de Disney+. En cuanto a las películas tenemos como grandes ejemplos Puñales por la espalda o su secuela El misterio de Glass Onion, ambas de Rian Johnson y que podemos ver en Netflix.
Si este tipo de historias están de moda, ¿qué mejor que adaptar las novelas de Agatha Christie, la mejor escritora de este género? Y ya puesto a hacer una adaptación ¿no sería buena idea que la hiciera un experto en adaptaciones como Kenneth Branagh? Pues dicho y hecho. Así se estrenaron en cines Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo, dos cintas donde Branagh ejerce de director y además interpreta al famoso detective Hercules Poirot. Y la cosa debió de funcionar bien ya que el 15 de septiembre llegó a las pantallas españolas Misterio en Venecia, la tercera parte de esta saga de aventuras de misterio protagonizada por Poirot.
En esta ocasión, el detective, prácticamente retirado en Venecia por los traumas de su pasado, es convencido por una antigua amiga para asistir a una sesión de espiritismo con el fin de desenmascarar a una médium. Cómo no podía ser de otra manera el asunto se acaba complicando y la médium es asesinada mientras una gran tormenta hace que los asistentes a la sesión no puedan salir de la mansión (un palacio embrujado para más inri) ni la policía llegar hasta ellos. Así que a nuestro amigo Hercules Poirot no le queda otra que resolver el asesinato.
Después de la genial Asesinato en el Orient Express, Muerte en el Nilo acabó resultando bastante más sosa y aburrida, así que sus responsables, Branagh y su guionista Michael Green, se alejan bastante del texto original que tienen entre manos (la novela Las manzanas, Halloween party en el original). Su gran idea va a consistir en mezclar el misterio con el género del terror de una manera orgánica que hace que el resultado de esta película vuelva a resultar brillante y divertido.
Y es que Misterio en Venecia no deja de resultar una película de misterio, pero con unas fuertes dosis de terror. Los espíritus que no dejan de atormentar a los protagonistas y los sustos no dejan descansar al espectador en sus butacas. Además, la ambientación, tanto de una Venecia lóbrega, misteriosa y llena de rincones oscuros, como del palacio embrujado donde tiene la acción, dotan de una personalidad propia a la cinta que sienta de maravilla a la historia.
También ayuda y mucho, el impecable diseño de producción de la cinta, dando vida a los escenarios apabullantes y tenebrosos sin el abuso del CGI propio de las anteriores cintas. Eso hace que, aunque la premisa de la historia sea más fantástica, luzca más realista que en las películas anteriores. Y como no, el trabajo de Branagh en la dirección con un apabullante uso de planos distintos, cenitales, picados, contrapicados, holandeses, inclinados… todos usados con acierto para llevar al espectador por el camino que el director quiere, unas veces remarcando ciertos pasajes y otras para hacernos sentir inestabilidad y desasosiego.
Y no podemos pasar por alto el buen trabajo del reparto, poblado de estrellas como Michelle Yeoh, Jamie Dornan, Tina Fey o el propio Branagh, que ha logrado hacer suyo el papel de Hercules Poirot. No nos vamos a engañar, ninguno de ellos realiza el papel de su carrera, pero sí que demuestran estar pasándoselo en grande con esta historia de asesinatos y fantasmas y eso se acaba notando para bien en el resultado final.
En resumen, Misterio en Venecia es una película muy entretenida que, gracias a un montaje ágil y a los continuos giros de guion, mantiene la atención del espectador, aunque tampoco podemos obviar que hay algunas cosas que acaban chirriando. Por ejemplo, la resolución del elemento sobrenatural de la trama, prácticamente imposible de adivinar y un poco cogido por los pelos. Aunque los responsables sigan dejando al público la opción de pensar si todo lo que han visto ha sido real o no… como mandan los cánones en este tipo de historias.