Zoë Kravitz, hija del mítico Lenny Kravitz y actriz que da vida Catwoman en la última película de Batman, debuta como directora en Parpadea dos veces, un thriller con mensaje feminista en el que se encarga también del guion junto a E.T. Feigenbaum.
La historia de Parpadea dos veces sigue a Frida (Naomi Ackie) y Jess (Alia Shawkat) dos amigas de clase media-baja que se cuelan en una gran fiesta celebrada por Slater King (Channing Tatum). El señor King es un magnate tecnológico con el que Frida esta obsesionada y que reaparece en la vida publica después de haber pedido perdón por cargos de abuso de poder. Las jóvenes tienen la suerte de que le caen en gracia al empresario y se las lleva de fiesta a una isla remota de su propiedad donde se dedica a vivir la vida loca con un variopinto grupo de amigos y amigas. Pero después de varios días de fiesta continua, Frida empieza a intuir que algo raro está pasando y que la situación puede ser muy peligrosa para ella y sus compañeras.
La cinta es un thriller de manual en el que como suele suceder en este tipo de películas, una sucia y oscura verdad está oculta bajo el manto de belleza de un paraíso perfecto en el que vida no puede ser más perfecta. La directora va dosificando poco a poco la información, pasando de una historia en la que se ve lo bien que bien los ricos, a una cruda trama de sometimiento de la mujer a los deseos y caprichos de los hombres que tiene un mensaje claro en los tiempos que corren. En este sentido Parpadea dos veces recuerda mucho a Déjame salir, donde la película de Jordan Peele funciona como un alegato contra el racismo, la de Zoë Kravit lo hace contra el machismo más rancio.
Pero estas buenas intenciones quedan un poco en agua de borrajas ya que Parpadea dos veces tiene varios problemas que la hacen quedarme lejos de lo que promete. El primero de ellos es que tarda mucho en arrancar. La fiesta en la que los protagonistas se conocen y la vida loca en la isla ocupan demasiado metraje. Ver como los ricos viven estupendamente acaba siendo muy pesado.
Por otro lado, cuando hablamos de thriller, una condición indispensable que haya un giro de guion que de sentido a la trama y deje descolocado al espectador. Dicho elemento no falta en esta película, pero se ve llegar de lejos. Casi desde que los personajes ponen pie en la isla ya sabemos que algo falla y no hace falta ser muy listo para adivinar que es lo que es.
Es cierto que una vez que se ponen las cartas sobre la mesa la película gana muchos enteros (algo sencillo después del sopor anterior). La violencia que sacude la pantalla, con mucha sangre y gore, son lo mejor de la cinta. Estas escenas están rodadas con nervio y con un sentido del ritmo envidiable. Pero no es menos cierto que no duran demasiado ya que la trama guarda un último giro de guion que sirve como pieza final del puzzle que supone la historia y que le da sentido y que esta vez si que no se ve venir. Aunque tampoco es que sea tan impactante para dejar al espectador asombrado y es una pena que rompa un poco con ese aire violento que tan bien le estaba sentado a la cinta. Por último, el final tampoco sirve para elevar el nivel general. Es demasiado moralista y encima, no guarda lógica con todo lo que hemos ido viendo ya que una cosa es suprimir recuerdos y otra controlar la mente. No digo más para no hacer spoiler.
Otro elemento que me chirria un poco es la actriz protagonista. Un buen thriller tiene que tener un personaje principal carismático y atractivo, y eso es algo que aquí no vemos. La Frida de Naomi Ackie empieza siendo una especie de groupie absorbida por Slater King y hasta muy avanzada la historia no empieza a despertar. Y cuando lo hace tampoco logra trasmitir demasiado. Más allá de que por necesidad de la historia el personaje tendría que ser sexy y carismático y Naomi Ackie no logra trasmitir ninguna de esas cualidades. Es más, en todas las escenas que comparte con Alia Shawkat es la secundaria la que brilla con luz propia. Incluso cuando llegan los momentos complicados luce más otro personaje secundario interpretado por Adria Arjona, mucho más sexy e interesante que la protagonista.
Al menos Channing Tatum si que hace un buen trabajo dando vida a un Slater King que parece una evolución oscura del Christian Grey de 50 sombras de Grey. Sin olvidar los secundarios con pedigrí como Christian Slater, Geena Davis o Kyle MacLachlan, que siempre que aparecen en escena elevan el listón.
En resumen, Parpadea dos veces es una ambiciosa propuesta que busca usar una historia de thriller como elemento de denuncia social contra el machismo más rancio. Es un objetivo loable pero los responsables de la cinta olvidan que para que una película así funcione debe tener una historia con más fuerza, que no sea haga tan lenta y sobre todo, que logre sorprender. Y más allá de las escenas violentas que se dan cuando se descubre el pastel, la historia tiene poco que ofrecer y para colmo, no se logra cerrar la trama de manera satisfactoria.