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Crítica de Segundo premio (2024), un antibiopic de arrebatadora fuerza visual

Este viernes 24 de mayo se estrena Segundo premio (2024), la nueva película dirigida por Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez sobre el grupo de rock Los Planetas, y el proceso de creación de su tercer álbum Una semana en el motor de un autobús a finales de los 90, que se hizo con la Biznaga de Oro a la mejor película en el pasado Festival de Málaga 2024. Más que un biopic es el retrato de una época y sus taras, una muestra de amor, dolor, amistad y música con una estética deslumbrante que navega entre Val del Omar y Wong Kar-Wai.  

Trailer de Segundo premio (2024) de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez

A finales de los 90 en Granada, el grupo de rock indie Los Planetas atraviesa un momento complicado cuando su bajista (Stéphanie Magnin) rompe con la banda y el guitarrista (Cristalino) se autodestruye sin remedio aparente. El cantante (Daniel Ibáñez) intenta poner orden al asunto para poder sacar adelante el proyecto de su tercer disco (Una semana en el motor de un autobús). 

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Póster de Segundo premio (2024) de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez

“Esta no es una película sobre Los Planetas” 

Su propio eslogan —“esta no es una película sobre Los Planetas”— plantea de inicio la deriva que va a tomar la película, alejándose del retrato fidedigno de la realidad y el éxito del grupo de rock, para indagar en sus disputas personales, cuestiones amorosas, adicciones y amistad, pues lo que interesa realmente es captar la esencia del relato (“las historias que pasan en una banda de rock son muy extrapolables a cualquier otra profesión” decía el director). Los propios protagonistas, comentan en off muchas de las secuencias del filme para rebatir su veracidad —“en realidad, esto no fue del todo así”—, una forma muy inteligente de otorgarles espacio para poder contar una historia que les pertenece más que a nadie: una suerte de respeto máximo hacia sus intimidades.  

La película no es sino un fragmento de tiempo, una sucesión de acontecimientos dentro de la banda durante un periodo turbulento, que a su vez proyecta la esencia de una época: dibuja un bodegón noventero de greñas, CDs y cigarrillos, con sus luces y sombras (puede que más abundantes estas segundas). Los Planteas rompen, se pelean, discuten con la discográfica, se drogan… viven en una espiral de inestabilidad fruto de su oficio que, por otro lado, alienta una creatividad —el proceso de encierro colectivo para dar a luz el álbum pone en valor el sentido de banda musical— que les conduce, sin que lo sepan (y sin que jamás se muestre, claro) al estrellato del rock indie nacional.  

El libertinaje en que se mueven los artistas se abstrae del grueso argumental para permear en la propia construcción formal narrativa que, pese seguir el proceso de creación de su álbum Una semana en el motor de un autobús, no centra su interés en la expectativa del producto o el éxito de la banda (de nuevo, el eslogan), sino que se permite divagar y desdibujar los bordes del marco, sin que todo lo que ocurre atienda necesariamente a la construcción habitual del biopic musical (grandes éxitos como Elvis o Bohemian Rhapsody) y las películas de corte más clásico en general.  

Un lirismo incluso onírico en algunos momentos se apodera de la cinta (o la vertebra más bien) creando la sensación legendaria que busca, así como transmiendo cierto aire de melancolía o tristeza suspendida. Esta atmósfera tan especial, junto a las poderosas imágenes que la propician, resuena en mis adentros hasta el momento en que escribo esta crítica, aún embriagado por su descomunal fuerza; resultante de un tratamiento estético único en términos fotográficos y de puesta en escena: Lacuesta, Takeuchi y Rodríguez construyen una imaginería visual digna de un cruce entre Kar-Wai y Val del Omar, pero con alma propia. Este despliegue hace de Segundo premio una película tan arrebatadora en lo audiovisual, que logra trascender su esencia, más allá del texto en sí.  

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La implicación de Jonás Trueba

Existe en Segundo premio cierto poso en el retrato de las relaciones humanas y la poética de la realidad, que casa con el cine de Jonás Trueba (Los ilusos, La virgen de agosto…), pienso por ejemplo en la conversación casual en una terraza de bar, o la representativa y recurrente imagen de los tres principales personajes de la película tumbados en contacto.  

Esta relación quizá tenga que ver con que el cineasta madrileño iba a dirigir la película sobre Los Planetas y, aunque finalmente no lo hizo, su productora Los Ilusos sí participó, siendo el primer proyecto que no dirige Trueba en que se implica. Es posible también, que esté mirando donde no hay nada que ver, y que de no saber este dato no estableciera conexión, pero mi imaginación divaga sin mi mando, y es mi deber plasmar los puertos que reciben su desembarco, aunque pueda resultar sinrazón en ocasiones.  

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Músicos y actores 

La decisión de poner músicos en escena permite una adecuación más realista de los personajes, así como descubrir la maravillosa faceta interpretativa del artista musical Fran Ocete AKA Cristalino. El guitarrista enfrascado en una autodestructiva drogadicción y aislamiento, al más puro estilo Mark Renton (Ewan McGregor) en Trainspotting (1996). El joven Daniel Ibáñez logra una interpretación también encomiable como cabecilla vocalista de la banda (Jota), que seguramente catapulte su incipiente carrera artística.  

El personaje de Stéphanie Magnin tiene más peso por su ausencia que por sus apariciones (en un sentido narrativo, no menospreciando su interpretación). Es la musa y compañera de Jota, que no concibe el grupo sin ella y constantemente insiste en su vuelta porque siente que Los Planetas “somos nosotros dos. Ante la continua negativa de ella, una mujer decidida que no se deja llevar, puede que el vocalista construya su música atormentado por la pérdida ya que, al final, de eso se trata el arte.  

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Conclusión 

Isaki Lacuesta vira radicalmente de tema respecto a su anterior largometraje Un año, una noche (2022), sin dejar atrás el afán por retratar la realidad en diferentes vertientes. Con Segundo premio, explora los entresijos de una época y ambiente concretos: drogas, música, sufrimiento y amor, con una estética tan arrebatadora que trasciende en forma de pura sensación.  

La película se aleja de la concepción clásica de biopic musical, para crear un producto tan propio y libre como sus artistas, encaminados hacia un desconocido conocido por el espectador, que se suprime inteligentemente como todo lo mediático o externo al propio grupo buscando plasmar únicamente su humanidad. Es el retrato de una época, de un ambiente y de unos personajes; disfrutable para los fans del grupo y para sus absolutos desconocedores. 

Muchas gracias por leerme e id al cine.  

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Darío Serrano Gómez
Darío Serrano Gómez
Apasionado del cine en constante aprendizaje. Me gusta ver películas y escribir sobre ellas.
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