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Crítica de Un juego de caballeros, la última serie de Netflix del creador de Downton Abbey

Pese a que el catálogo de Netflix, la todavía plataforma de streaming reina en España, se renueva día a día, lo cierto es que la publicidad que recibe cada producto que se estrena es diferente. En este sentido, es notoria la atención que se ha prestado a Élite y lo desapercibida que ha pasado Un juego de caballeros, la nueva serie de Julian Fellowes, creador de Downton Abbey.

Un juego de caballeros trata sobre los inicios del fútbol en las islas británicas a finales del siglo XIX a través de la historia de Arthur Kinnaird, joven aristócrata, y Fergus Suter, un humilde trabajador escocés que se convirtió en uno de los primeros jugadores profesionales de la historia del fútbol. 

A lo largo de seis capítulos de unos 45 minutos de duración, la serie abarca un triunvirato de temáticas:

En primer lugar, y el más importante, la lucha de clases. Aunque superficialmente es una serie sobre el origen del fútbol, Un juego de caballeros vuelve a enfrentar a pobres y a ricos. Esto es palpable en todo lo que respecta a Suter, el verdadero protagonista de la serie, y las tramas sentimentales que adornan esta tanda de capítulos. No en vano, Suter es de origen humilde, y su talento para el fútbol se va a ver constantemente en lucha con su baja posición social.

Así, en Un juego de caballeros vemos huelgas, cambios de precios del algodón por capricho de los nobles, relaciones amorosas con final amargo entre clases, una trama de adopción ilegal…

Este aspecto se percibe de forma mucho más clara en lo que respecta a Arthur Kinnair, el noble que, a medida que se relaciona con Suter, adquiere conciencia de la necesidad de entregar el fútbol a la gente y que este deje de ser una posesión para la nobleza. Como la mayoría de las veces en estos casos, la conversión resulta un poco forzada, aunque Edward Holcroft (Kingsman, Alias Grace) interpreta bien su papel.

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En segundo lugar, Un juego de caballeros aborda, como no podía ser de otra manera, el fútbol del siglo XIX. Un deporte incipiente y exclusivo de la clase alta, por lo que se jugaba de forma amateur y con un estilo de juego similar al rugby.

En la serie se aborda, a través de la genialidad de Suter, el paso de un juego desordenado al uso mucho más táctico de las reglas, con apertura de todo el ancho del campo, marcajes al hombre, uso de extremos, etcétera.

En tercer lugar, dentro de ese enfoque primigenio del fútbol, encontramos la profesionalización de este. Un juego de caballeros es la historia de cómo un deporte dedicado a las clases más pudientes de forma amateur se extendió por todo el país, acabó generando las primeras rivalidades entre los clubes y empezó a pagar a sus jugadores para que se dedicaran en exclusiva al fútbol. Obviamente, el principal escollo para este cambio es la resistencia al cambio de la aristocracia, que no pretenden cambiar nada que, a priori, no les traiga beneficios.

Es en los aspectos más centrados en el fútbol donde Un juego de caballeros se crece, aunque sin llegar a potenciar la épica del deporte típica de películas del género como Evasión o Victoria, por citar el ejemplo más famoso. Genera interés en el espectador por abordar una parte de la historia del fútbol muy desconocida por los aficionados y, por qué no decirlo, fascinante por su mezcla con las desigualdades sociales de la época.

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El gran fallo de Un juego de caballeros es que sus guionistas no solo no evitan la introducción de tramas sociales, sino que estas acaban eclipsando a  los aspectos puramente deportivos, convirtiendo a la serie en un culebrón de época como tantos otros que se han visto. Eso sí, un culebrón bonito, dado que los escenarios y el vestuario, así como la ambientación de la época son sensacionales.

Por suerte, la serie nos regala suficientes momentos centrados en el fútbol como para compensar las tramas de relaciones de los dos protagonistas.

En definitiva, Un juego de caballeros es una miniserie histórica entretenida, ideal para estos tiempos de cuarentena por su ligereza y por abordar una temática poco frecuente tanto en el mundo del cine como en el medio televisivo. Lástima que Fellowes no haya podido evitar introducir su toque melodramático. Si se hubiera tratado de una miniserie puramente deportiva, Un juego de caballeros sería más que notable. 

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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