Tras su paso por los cines ha llegado a Disney+ El Reino del Planeta de los Simios (2024) que, dirigida por Wes Ball, continúa una franquicia que lleva más de cinco décadas y especialmente a la trilogía que le diera reinicio en 2011. Te contamos de qué va y nuestro parecer…
El Planeta de los Simios es no solo una de las franquicias más exitosas sino también de las que ha dado lugar a más reinicios y líneas colaterales, haciéndola a veces difícil de seguir para el público no conocedor. Sus inicios se hunden en la novela homónima del francés Pierre Boulle, aunque se instala definitivamente en la cultura popular con la película de Franklin Schaffner de 1968 (aquí retro-análisis), continuada por cuatro secuelas bastante flojas, un remake poco feliz de Tim Burton y una trilogía que, revitalizando la franquicia en el nuevo siglo, es ahora continuada con El Reino del Planeta de los Simios (Planeta de los Simios: Nuevo Reino para América Latina), que acaba de llegar a Disney+.
Mientras que El Origen del Planeta de los Simios (Rupert Wyatt, 2011) nos contaba de los inescrupulosos experimentos que dieron origen al virus ALZ-113 (y al hacerlo advertía sobre los límites éticos de la ciencia), El Amanecer del Planeta de los Simios (2014) y La Guerra del Planeta de los Simios (2017), ambas de Matt Reeves, nos mostraron el ascenso de los primates y la difícil convivencia con los humanos a la vez que el encumbrarse de César como líder.
Con dirección de Wes Ball, responsable de la trilogía de Maze Runner, El Reino del Planeta de los Simios viene justamente a continuar muchos años después esa historia, a la vez que servir de puente hacia la película que, protagonizada por Charlton Heston, iniciara allá por 1968 el camino cinematográfico. Ese carácter transicional le quita al filme algo de personalidad, lo que no significa que carezca de méritos o aciertos. Pero no nos adelantemos y veamos primero de qué trata…
La Historia
La película comienza con la muerte de César, es decir justo donde terminaba la trilogía. Un salto temporal nos lleva trescientos años al futuro para mostrarnos a los simios dominando el planeta y divididos en clanes, mientras que el mismo virus que les hizo inteligentes ha llevado a los humanos a una regresión evolutiva en la que viven como salvajes sin siquiera lenguaje.
Noa (Owen Teague) es un joven chimpancé que forma parte de un clan que domina la cetrería y mantiene un vínculo especial con las águilas. Hijo del líder Koro (Neil Sandilands) y por lo tanto su heredero, le vemos en compañía de sus amigos Soona (Lydia Peckham) y Anaya (Travis Jeffery) escalar un pico para conseguir un huevo de águila necesario para el ritual del vínculo a celebrarse al día siguiente. No es una escena de relleno ni azarosa: tanto las águilas como la habilidad de escalar acabarán siendo decisivas en la historia.
Pero una carroñera humana (un “eco” como ellos le llaman) se introduce por la noche en la aldea y, al intentar robar el huevo, acaba rompiéndolo, lo que obliga a Noa a tener que ir en busca de otro. Al regresar, sin embargo, se encuentra con el devastador escenario de la aldea arrasada por gorilas a caballo al mando de un tal Sylva (Eka Darville), que se valen de lanzas eléctricas para esclavizar a los suyos y matar a quienes oponen resistencia, entre ellos su padre. Incluso él es dado por muerto, pero cuando los gorilas se marchan y aun con el dolor de enterrar a su propio padre, Noa partirá para tratar de rescatar a su clan de alguna forma.
A partir de allí, el suyo es el camino del héroe y también de descubrimiento, cruzándose por ejemplo con Raka (Peter Macon), sabio orangután que le pone al tanto de las verdaderas enseñanzas de César que, hablando de unión y de que “simio no mata simio”, han sido tergiversadas por Proximus (Kevin Durand), rey y líder de los gorilas que, apropiándose de su nombre y legado, se autoproclama como su continuador.
También se encontrará con una joven humana (Freya Allan) a la que Raka da el nombre genérico Nova, pero descubrirán que tiene el suyo propio (Mae) cuando sepan que sabe hablar, confirmando así que ha existido un pasado en el que los humanos eran la especie dominante y los simios simples bestias…
Proximus, por otra parte, mantiene en secreto a un sirviente humano llamado Trevathan (William H. Macy), quien le lee textos antiguos y lo ilustra acerca de los tiempos en que los humanos dominaban la Tierra. El tiránico monarca, además, está obsesionado con una bóveda en cuyos vanos intentos de apertura sacrifica día a día nuevas vidas de sus súbditos y que, según él, contiene los conocimientos tecnológicos que le darán poder absoluto.
El misterio sobre el contenido de la bóveda se mantendrá prácticamente hasta el final de la película: Mae sabe cómo abrirla pero no está dispuesta a dar esa información y dice que dentro, entre otras cosas, hay una especie de “libro” que permitirá a los humanos volver a ser lo que fueron antes…
Entre lo Antiguo y lo Nuevo
Lo primero para destacar es, por supuesto, la magnificencia visual. Es cierto que en la comparación con la trilogía precedente se extraña aquella oscuridad que, sobre todo en la segunda y tercera película, diera identidad a la misma (algo que incluso se puede hacer extensivo a la propia historia), pero no por luminosa la fotografía deja de ser gloriosa, con increíbles movimientos de cámara y realzando los paisajes de Australia y Nueva Zelanda en que la película fue rodada.
Desde lo estético, el filme recuerda un poco al live action de El Libro de la Selva ( Jon Favreau, 2016) o a Avatar: El Sentido del Agua (James Cameron, 2022), así como a Jumanji: En la Selva (Jake Kasdan, 2017), que tenía idéntico responsable: Gyula Pados.
El aspecto de los simios es cada vez más realista, sin que las capturas en movimiento o los agregados digitales quiten expresividad o impidan apreciar el buen trabajo de los actores, particularmente de Owen Teague y Peter Macon. Cierto es que cuesta determinar cuánto hay de ordenador y cuánto no, pero justamente ello habla bien de la película y de Erik Winquist, supervisor de efectos visuales de demostrada experiencia en recrear primates con El Amanecer del Planeta de los Simios o incluso fuera de la franquicia con King Kong (Peter Jackson, 2003) y Proyecto Rampage (Brad Peyton, 2018).
En donde la película se queda por debajo de las tres anteriores es en la historia. No porque no tenga atractivo, pero los 145 minutos son algo excesivos y a la trama le cuesta terminar de despegar durante la primera mitad, sumado al hecho de el guion de Josh Friedman (La Guerra de los Mundos, La Dalia Negra, Fundación) no alcanza la intensidad emocional o los sustanciosos diálogos que caracterizaban a aquellas.
A pesar de algún giro hacia el final, la historia es bastante lineal y por momentos previsible al incurrir en tópicos y lugares comunes de las películas postapocalípticas como la búsqueda de conocimientos olvidados, el secreto bajo llave, el líder mesiánico o el sabio que, apartado del resto, conoce algo que los demás no.
Y si bien la película puede ser apreciada de manera independiente a sus antecesoras, contiene montones de referencias que no solo la anclan a la trilogía sino que además indican un claro rumbo hacia los sucesos de aquel primer filme de 1968, con guiños fácilmente reconocibles como el raid de jinetes gorilas persiguiendo a hordas de humanos, la muñeca que habla, los siniestros espantapájaros o el nombre Nova, que se viene repitiendo en la franquicia y que Raka, casi como chiste interno, dice que suele ser dado a las humanas de modo genérico.
Todo ello causa obvio beneplácito en los fans, pero da a la película un carácter transicional que por momentos le impide tener personalidad propia. Y aunque se despega de las anteriores al recrear un mundo ya dominado por los simios, no termina de marcar un camino nuevo en la medida en que su resolución guarda demasiada similitud con la forma en que se resolvieron las dos anteriores y a la vez pareciera un tráiler de lo que se viene.
Entre los aciertos, se evita la simple moraleja ecologista: los simios terminan siendo muy parecidos a los humanos, con sus mismos vicios y ambiciones de poder, así como tendencia a idealizar y tergiversar el pasado en beneficio propio. Lo que se hace aquí con César no es distinto de lo que en momentos de la historia se hizo con Jesús, Mahoma o Moisés.
En algún punto se puede también comparar al reino gorila con el estado fascista o nazi, e incluso hay clara y explícita analogía con la historia de Roma que el propio Trevathan se encarga de leer a Proximus, quien ostenta, agregado a su nombre, el título de César del mismo modo que lo hicieran los emperadores romanos.
También hay lugar para los dilemas éticos y la reflexión moral, que si bien no están tan presentes en los diálogos, decantan por propio peso. El conflicto entre Trevathan y Mae es el conflicto entre colaboracionismo y resistencia, resignarse y luchar. Y el principio de que el simio no mata al simio puede incluso ser puesto sobre el tapete ante circunstancias que a veces requieran saltárselo (ya el propio César lo había hecho).
Y ya que hemos hablado de Trevathan, es una pena lo desaprovechado que está su personaje, sin el metraje suficiente como para que el bueno de William H. Macy muestre plenamente sus cualidades actorales.
De hecho, es justamente en los personajes humanos donde la historia hace más agua, pues Freya Allan (a la cual quizás identifiquen como la princesa Ciri de The Witcher), quien sí tiene buen recorrido en la película, no termina nunca de salir de una única expresión facial que no sabemos si es de miedo, duda o expectación, además de no dar el guion suficiente desarrollo a su personaje para que conozcamos su personalidad o su pasado: quizás ocurra en la próxima película, como el cliffhanger final deja entrever que habrá. ¿Una nueva trilogía tal vez?
Balance Final
Sin la oscuridad ni los debates filosóficos de las películas de la trilogía previa, El Reino del Planeta de los Simios es un filme que cumple en mantener viva a la franquicia y, sobre todo, hacer de puente entre lo que pasó y lo que viene. Es lógico que haya menos misterio porque ya estamos entrando en terreno que conocemos por la película de 1968 o por las que siguieron, algunas de las cuales, incluso, eran precuelas. Y si, como sospecho, estamos ante una nueva trilogía, que no nos sorprenda encontrarnos en algún momento con la Estatua de la Libertad…
Pero más allá del carácter transicional y de un argumento menos intenso, El Reino del Planeta de los Simios entrega un espectáculo visual sorprendente al que se suman las buenas actuaciones (especialmente por el lado de los simios) y una historia que, pasada la primera mitad y más allá de alguna resolución demasiado parecida a otras que ya vimos, logra mantener el interés hasta que llegan los créditos finales.
Y si es cierto que se viene una nueva trilogía, quizás para dar una evaluación correcta haya que esperar a que esté concluida y así saber adónde conduce la cosa o si todavía nos tiene reservada alguna sorpresa el futuro que ya conocemos. Por lo pronto, El Reino del Planeta de los Simios, junto con el resto de las películas que componen la franquicia, está disponible para ser disfrutada en Disney+.
Hasta la próxima y sean felices…