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La locura en el cómic: de la pérdida de cordura al morbo

Antes de que empieces a leer esta reflexión sobre la locura en los cómics déjame decirte que yo también he sentido que perdía un poco la cordura al escribirlo e intentar hacer entender mis pensamientos al respecto, pero no hasta el extremo de creer que lo que aquí he escrito es una única verdad inamovible. Este artículo es simplemente un conjunto de reflexiones, ya que me parece un tema interesante pero en ningún momento pretendo teorizar sobre la locura en sí.

Pero, ¿qué es la locura? Según la RAE la locura es la privación del juicio o del uso de la razón. O sea que un loco sería alguien que por X razones actúa en un marco fuera de la lógica o de lo razonable. En la cultura popular, sin embargo, parece que esta palabra se haya ido deformando de manera que todos sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de locura pero asociamos cosas bastante más variadas que una simple “privación del juicio”.

Por una parte puede ser un elemento oscuro que se utiliza para dar miedo. Aventuraré que si es así es porque se trata de lo desconocido, algo siempre inquietante, ¿qué pasa por la mente de un loco? Piensa en todas las leyendas urbanas sobre locos escapados del manicomio que no tenían nada mejor que hacer que esperar a que acabaras de escuchar su historia para colarse en tu dormitorio, matar a tu perro, escribir con sangre en las paredes o cogerte la mano mientras dormías. Ahora piensa en como la televisión y los videojuegos han sabido coger eso que más miedo te daba para sus propios fines. American Horror Story, Shutter Island, Outlast… son ejemplos de distintos medios audiovisuales que han utilizado la locura para crear ambientes opresivos y terroríficos. Eso lo han hecho yendo directamente al lugar físico donde podemos encontrar la locura en estado puro: los sanatorios mentales. Para muchos, la temporada que más miedo da de American Horror Story es Asylum y Shutter Island te tiene sufriendo por los protagonistas desde el principio. Intenté jugar sola a Outlast y nada más entrar en el psiquiátrico de Mount Massive ya quería llamar a mi madre y estaba encendiendo todas las luces de casa sin que hubiera salido nadie, sin que hubiera habido ningún jumpscare. El poder de la sugestión, amigos. Porque la locura es algo desconocido y eso siempre da miedo, y la casa de los locos es donde más locura debe haber, ¿no? Es un simple 2 + 2.

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The Dregs (de Zac Thompson, Lonnie Nadler y Eric Zawadzki)

El tema de la locura como algo desconocido nos lleva al morbo. Como he comentado, Outlast me dio un par de ataques al corazón y sin embargo seguí jugando, ¿por qué? Por el morbo. Igual que subir a una montaña rusa, el morbo te da un chute de adrenalina bastante adictivo. En un entorno lleno de locos no sabemos qué va a pasar y podría pasar cualquiera cosa porque, joder, son locos, ¿no? ¿Cómo no iban a hacer cosas de locos? ¿Que qué hacen los locos? Eh, pues… lo típico, descuartizar a la peña, decir cosas perturbadoras y esas cosas, cosas que no hacemos nosotros, los normales, cosas terribles. Necesitamos saber qué pasará, hasta qué punto puede llegar una mente enferma. Desgraciadamente, alguien que ha perdido el juicio suele hacerse más daño a si mismo que a nadie y, a menudo, las personas más normales del mundo son las más capaces de cometer atrocidades. En la cultura popular, en los medios, en nuestro día a día recibimos miles de inputs (a los que sin duda contribuimos de forma inconsciente) que solo sirven para estigmatizar a gente que sufre una enfermedad real. Esto nos lleva al siguiente punto.

¿Por qué esta estigmatización? A mi parecer, usamos el argumento de “está loco” para distanciarnos de un ser deplorable. Llamar loco a alguien nos sirve para establecer una barrera invisible entre aquéllos capaces de hacer determinadas cosas y el resto de personas (normales, nos gusta llamarnos) porque es más fácil que admitir que tu vecino, el que saludaba y paseaba al perro, se ha cargado a cinco desconocidos. Usamos el adjetivo como algo mucho más grande que la simple definición de la que hemos partido, la locura acarrea más que eso y, como siempre, los cómics han sabido explotarlo.

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El Joker

Para hablaros de esto he decidido partir de tres ejemplos concretos. Empezando por el Joker de Batman (y rezando para que no se me eche nadie encima). La mayor cantera de supervillanos del universo DC (sin contar a la propia Gotham, imposible no perder el juicio allí) es el Manicomio Arkham. Sí, exactamente, un sanatorio mental de estos que os comentaba antes. Y el mayor enemigo de Batman, el Joker. Un tipo que está claramente loco, ¿no? Como una cabra. Y sin embargo, el peliverde es capaz de montar redes de delincuentes enormes y trazar planes hiper complicados para que levantarse un lunes para ir a trabajar sea el menor de los problemas de los gothamitas. En mi opinión (totalmente subjetiva y guiada por la ignorancia) en el caso del Joker hablaríamos de un sociópata pero en ningún caso me parece un personaje incapaz de razonar. Es más, a menudo es capaz de justificar a la perfección todo tipo de masacres y atrocidades hasta el punto en que incluso le darías la razón. Tomando a muchos de los demás villanos del universo DC como ejemplo, veríamos algo similar aunque no tan exagerado. Decenas de criminales que parecen impulsados por la locura pero tienen muy buenas razones para ser malos malísimos porque es más fácil llamarlos locos y separarlos del resto, decirnos que están los habitantes de Gotham y luego están estos descerebrados cometiendo todo tipo de delitos por ahí alegremente. Es su forma de ser. Definiría este tipo de locura en el cómic como la más morbosa, los pacientes de Arkham están locos y disfrutan estándolo de una forma que pone los pelos de punta.

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Colder

En el polo opuesto se encuentra la serie de cómics Colder de Paul Tobin y Juan Ferreyra. Bastante más desconocido que Batman y sus villanos, este cómic parte precisamente de un manicomio incendiado del que huyen varios pacientes, entre ellos, Declan, el protagonista. Declan pasará años sin moverse ni hablar pero una vez despierte será perseguido por su pasado en el manicomio por todo tipo de villanos, el más destacable, Jack Nimble Jack; personaje capaz de viajar entre mundos y alimentarse de la locura de la gente. Y en este caso nos acercamos algo más a la realidad. Los “locos” de Colder son personas más bien inofensivas que van por la calle haciendo su día a día y sufriendo su propia locura en vez de degollar gatitos. Son víctimas de esta pérdida de juicio o contacto con la realidad, consumidos por su propia mente. A lo largo de los diferentes números se establece una especie de pulso entre Jack Nimble Jack, que intentará atraer a cuantos pueda a esta pérdida de control, y Declan, que tratará de guiar a estas pobres almas hacia algo parecido a la recuperación. Colder es un cómic lleno de metáforas evidentes y obviamente ficcionado pero que trata la locura de una forma bastante más realista que otras obras.

Y ¿cómo acabar este artículo sin mencionar a Delirio de Sandman? Antiguamente conocida como Deleite, Delirio poco a poco perdió el contacto con la realidad y se convirtió en la personificación de la locura. Si Jack Nimble Jack se alimentaba de la locura de otros, Delirio será la propia locura. Hablando con frases inconexas e inocentes nos muestra el lado más vulnerable de la pérdida de cordura. Aquí ya no hay morbo ni miedo, Delirio desconcierta por como actúa pero en ningún momento la tememos a ella sino que sufrimos por ella. Es un ejemplo bastante contundente de una persona consumida por completo. Nos muestra otra forma de ver el mundo muy terrorífica y honesta, parece que no entienda la realidad que tiene delante cuando lo que hace es cuestionar aquello que damos por normal. En cierto modo, Delirio es capaz de ver las cosas como son, sin filtros, tan incomprensibles como son, enfrentándose al mundo sin armadura y ahí recae su verdadera locura.

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Delirio de Sandman

Como hemos visto, el término locura es verdaderamente versátil y puede utilizarse para referirnos tanto a una persona que realmente ha perdido el contacto con la realidad como alguien que actúa de forma no aceptada socialmente. No creo que ninguna de esas formas sea más correcta que otra pero es interesante ver como una vez más, un medio tan amplio como el del cómic, ha sabido adaptar y plasmar en el papel la realidad que nos rodea en todas sus variantes. El cómic aprende de la gente, de nosotros y no al revés; adapta un mundo que ya existe de formas extraordinarias y a veces lo vuelve irreconocible pero con un pequeño ejercicio es fácil vernos reflejados como especie entre sus líneas entintadas.

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