La sombra del fenómeno Juego de Tronos es alargada. Tras productos como The Witcher, Sombra y Hueso, House of the dragon o la esperada El señor de los Anillos, Amazon Prime Video ha tirado la casa por la ventana con La rueda del tiempo, adaptación de la aclamada, vendida y larga serie de novelas de Robert Jordan, finalizada por el gran Brandon Sanderson. ¿Queréis saber qué me ha parecido este quinto episodio?
Enlace al resto de análisis de La rueda del tiempo.
Tras una mitad de temporada marcada por el viaje de todos sus protagonistas, el camino de los distintos personajes parece converger en La torre blanca, sede de las Aes Sedai, localizada en lo más profundo de la ciudad de Tar Valon.
Nuevamente, la trama que adquiere más interés se centra en Moraine y las mujeres magas, pero no podemos olvidar (y eso que son olvidables) al resto de “aspirantes” a Dragón Renacido.
LA SONRISA DE LOGAIN
Rand y Mat son los primeros en llegar a Tal Valon. Mat sigue consumiéndose por una fuerza desconocida, presumiblemente oscura, y por la duda de si fue realmente él mismo quien acabó con la familia granjera en el episodio anterior. Ya no le es tan fácil distinguir entre fantasía y realidad, y la risa maléfica que le dirige Logain (el Falso Dragón) no augura nada bueno para un personaje presumiblemente destinado a la corrupción.
Mientras Mat convalece, Rand se dedica a explorar la ciudad y accede a la biblioteca, lo que le pone en contacto con Loial, un ogier (ogro, de toda la vida), que identifica a Rand con una raza llamada Aiel, por ser pelirrojo.
Loial les pone en contacto con Nynaeve, la zahorí que consigue escapar de La torre blanca y reunirse con sus amigos.
EL AMO DE LOS LOBOS
Egwene y Perrin finalizan su travesía con los nómadas voluntarios justo al borde de Tal Valon, cuando son encontrados por los Hijos de la Luz.
Ambos son torturados por el aterrador Eamon Valda, que les explica la filosofía de su grupo, basada en que toda manifestación mágica procede de la oscuridad, independientemente de que el portador sea masculino o femenino. Por ello persiguen sin descanso a las Aes Sedai.
Con lo que no contaba Valda era con que se iba a enfrentar a dos personas con poderes mágicos. Si bien Egwene no consigue doblegarlo, quema los lazos de Perrin, que se sirve de su relación con los lobos para orquestar un ataque de una manada al campamento de los Hijos de la luz que les sirve para escapar. No parece que este sea el fin del desquiciado villano.
Perrin es, junto con Mat, el más interesante de los aspirantes a Dragón Renacido. No en vano, está carcomido por la certeza de haber acabado con su propia mujer durante el ataque a Dos Ríos.
EL JUEGO DE TRONOS EN LA RUEDA DEL TIEMPO
Lo más interesante, al igual que en el episodio anterior, se centra en lo ocurrido dentro de la Torre Blanca.
Tras haber colaborado juntas en la detención de Logain, el Falso Dragón, resulta que cada facción, representada por colores, tiene sus propios intereses. Y ahora aparece un objeto común: Nynaeve, la poderosa zahorí que podría ser El Dragón Renacido.
Moiraine intenta protegerla aislándola del resto de miembros de la orden. Pero es inevitable que aparezca en escena Liandrin, la representante de las Aes Sedai rojas, las que desprecian totalmente a los hombres, hasta el punto de no tener Guardianes.
Esta es la facción que ha adquirido más poder ante el descontento generalizado de las Aes Sedai con Amyrlin, la líder de la Torre. En este sentido, Moiraine es de las pocas con el suficiente poder como para desafiar a la líder. Pero, en su ausencia durante sus viajes, el resto de miembros de la orden ha confiado en Liandrin.
Liandrin, como he dicho antes, no confía en la figura del Guardián. Personaje en el que se sigue ahondando en la serie. Tras la muerte de Kerene, Stepin no ve sentido a su vida. Puede elegir nueva Aes Sedai, pero para Stepin Kerena no era una tarea. Fue la mujer que confió en él cuando nadie más lo hacía, cuando combatía borracho por aquí y allá.
Así que Stepin se sumerge en una espiral de alcohol y existencialismo que culmina en su suicidio.
El episodio empieza y acaba en un funeral. En este último, Lan y Moraine se miran con dolor, probablemente pensando en lo que supondría para ellos la muerte del otro. Y es que, como toda relación, el tiempo compartido siempre acaba tiñendo el deber con sentimiento.
Desgraciadamente, poco sentimiento veo en esta La rueda del tiempo, que únicamente parece despegar cuando el relato, lo que sucede, despierta mi interés. Lo que, por cierto, dice muy poco de los personajes.
Otras críticas de La rueda del tiempo
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