Afrontábamos este tercer trimestre de 2024 sin una clara ilusión cinéfila. Más allá de la Megalópolis de Coppola (una de las grandes polémicas del año) o la secuela que nadie pidió de Gladiator, la sensación era que el 2024 era francamente peor que el año anterior. Salvo por Joker: Folie a deux. Otra secuela que nadie pidió. Nadie hablaba de La sustancia.
Sin embargo, para gozo de los amantes de un cine más libre, alejado de franquicias, precuelas, secuelas y spin-offs, La sustancia ha acabado eclipsando a toda una superproducción como la secuela de Joker, una película que recaudó más de mil millones de dólares. Y lo ha hecho por la vía de la recomendación, que empezó por aquellos críticos que la alabaron en el festival de Cannes como la película más sangrienta y desagradable de su historia.
¿Merece la pena este boca a boca? ¿Es La sustancia una de las películas de 2024? Vamos a ello.
La sustancia cuenta la historia de Elisabeth Sparkles, una actriz madura ganadora del Oscar que presenta un programa de yoga y que es despedida por su edad. Desesperada, la actriz recurrirá a la sustancia, un producto misterioso que es capaz de producir una versión, como dice la empresa que lo diseña, “más joven, más bella, más perfecta”.
La película está enmarcada dentro de un género de terror especial conocido como Body Horror. Aquí no se busca tanto el miedo del espectador como su desasosiego al ver malformaciones humanas grotescas, con tumores o pústulas. La premisa es clara: el cuerpo, el gran altar de la sociedad actual, puede volverse contra nosotros.
Y de eso va fundamentalmente La sustancia. Su historia no es tan original. Al fin y al cabo, no deja de ser una variante del proceso de vampirización visto en El crepúsculo de los dioses o Eva al desnudo pero pasado por el filtro del director David Cronenberg, pionero del body horror. Dos mujeres cuya única meta en la vida es ser admiradas. Ojo, no amadas. No buscan comprensión ni afecto, sino que las quieran por lo que parecen ser. Viven encasilladas en un papel de divas cuya relación con los hombres se basa en la excitación porque es la manera que tienen estos de utilizarlas para sus fines.
Las referencias de la directora Coralie Fargeat no acaban solo en el argumento. Tenemos claras referencias a Psicosis, a El resplandor, a El hombre elefante o a El retrato de Dorian Gray. Tramas clásicas sobre la dualidad y la estética que se combinan y actualizan a la perfección. Porque vivimos en una sociedad en la que la estética y el mostrar lo que los demás quieren está a la orden del día. Otra cosa es lo que se esconde en realidad.
La película se ancla en torno a dos ejes estéticos. Por un lado, la glorificación del cuerpo femenino. Sorprende la mirada de Fargeat, directora capaz de dotar de una mirada masculina a su cámara. Se nota en las escenas de cuerpos femeninos, especialmente el de la joven Margaret Qualley pero también en el de Demi Moore, espectacular a sus 62 años. Este es el más centrado en el personaje joven, con escenas de baile más propias de introducción de película porno que de cine convencional.
Por otro lado, la degeneración de dicho cuerpo a través de toda la trama del personaje de Demi Moore, incapaz de hacer frente a su deterioro en una deriva argumental que nos recuerda al Requiem por un sueño o al Cisne negro de Darren Aronofsky.
Y, finalmente, ambas confluyen en un festival de body horror, un despiporre grotesco, gore y provocador que lleva el mensaje de la película al extremo y aumenta su impacto. Desgraciadamente, esta parte es la que se ha promocionado como la más memorable de La sustancia y puede que lo sea. Su impacto es innegable. Pero no es la más meritoria. Lo directo se convierte en grotesto y la sátira se eleva a unos niveles festivos que hacen desaparecer el desasosiego que producía la película.
Es decir, que la parte más promocionada del film es la que menos me interesa y la que resta puntos a una posible obra maestra.
La sustancia no tendría sentido sin la entrega absoluta de sus dos actrices principales. Tanto física como emocionalmente. Margaret Qualley va camino de ser una de las actrices de su generación. Pero lo de Demi Moore, diosa de los 90 interpretando a diosa de los 90, es otra historia. Su interpretación en ESA escena frente al espejo es lo más terrorífico, por triste, de La sustancia.
En definitiva, La sustancia es una de las grandes películas de 2024. Una fábula sobre el querer ser deseada como única forma de alcanzar la felicidad que impacta tanto por las entregas interpretaciones de sus protagonistas como por su contraste entre el erotismo de los cuerpos y el horror de la putrefacción física. Lástima de un festivo aquelarre final que realza su condición de sátira sobre la sociedad actual pero elimina lo tristísimo de su mensaje. EL terror de La sustancia no deriva en la visión de una teta saliendo de una órbita, sino de la angustia de no poder sonreír. Porque una sonrisa mellada no aparece en Instagram, Facebook o Tinder.
Y lo que no aparece no existe.
¡Un saludo y sed felices!