A los 80 años y luego de un año de lucha contra un cáncer, falleció ayer Joel Schumacher. Aquí, un repaso de una carrera con muchos puntos altos y grandes títulos que no puede ni debe ser opacada por la fallida Batman y Robin.
La triste noticia de la partida de Joel Schumacher nos lleva a preguntarnos si es justo que un realizador sea recordado por su peor película. Y es que, el haberlo crucificado en exceso por Batman y Robin (a todas luces, una mala película sin discusión) puede llevarnos a hacer olvidar que si había llegado hasta allí era porque traía pergaminos consigo e, incluso, que hizo varios filmes no solo interesantes sino también exitosos después de ese mal paso.
Sus Inicios
No muchos saben que este talentoso neoyorquino no fue solo director, sino también guionista, realizador de video clips y diseñador de vestuario. De hecho, su primer amor no había sido el cine sino la moda y se desempeñó durante algún tiempo armando vitrinas. Fue Woody Allen uno de los primeros en descubrir sus talentos en relación con la indumentaria, pues le asignó los vestuarios de la maravillosa parodia futurista El Dormilón (1973) y lo volvió a convocar para Interiores (1978).
Entre ambas experiencias, Schumacher también se desempeñó en la misma función en El Prisionero de la Segunda Avenida (1975), adaptación cinematográfica de la célebre obra teatral de Neil Simon.
La Etapa Juvenil
De vestuarista saltó a guionista y de allí a director. Su ópera prima La Increíble Mujer Menguante (1981) cosechó críticas divididas, pero su primer gran éxito comercial llegaría en 1985 con St. Elmo, Punto de Encuentro (conocida en algunos países latinoamericanos como El Primer Año del Resto de Nuestras Vidas), fresca comedia juvenil muy característica de los ochenta que marcaría el inicio de once años de éxitos prácticamente ininterrumpidos y que estaba protagonizada por buena parte de esa camada de nuevos actores a la que se comenzó a conocer como Brat Pack y que solían aparecer juntos en varias películas: en este caso Emilio Estévez, Rob Lowe, Demi Moore, Ally Sheedy, Judd Nelson y otros rostros igual e inconfundiblemente ligados a la década.
El suceso juvenil le sirvió de envión para su siguiente éxito: Jóvenes Ocultos (1987), también conocida como Generación Perdida, Jóvenes del Mal o Que no se entere Mamá, según los países: una mezcla de comedia adolescente con vampiros y bandas de motociclistas en la cual volvía a echar mano de unos cuantos integrantes del Brat Pack, en este caso Jason Patric, Kiefer Sutherland, Corey Haim, Corey Feldman y Jami Gertz.
La Mejor Etapa
Podría haberse quedado anclado en la fórmula adolescente que tan buenos resultados le dio, pero en lugar de ello prefirió arriesgar y girar hacia temáticas más adultas y hasta oscuras, dirigiendo, ya en los noventa, algunos de sus mejores filmes. Un Día de Furia (1993) cuenta la historia de un ex ingeniero de defensa ya desempleado y, además, divorciado, que quiere llegar para estar presente en el cumpleaños de su hija pero que se ve impedido de ello por un embotellamiento. Es, sin duda, una de las mejores actuaciones de Michael Douglas y, además, una estremecedora advertencia acerca de los peligros de una sociedad consumista y globalizada que, a veces, deja de lado a las personas que la integran; de algún modo, el filme, en perspectiva, funciona hoy casi como el perfecto puente entre Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) y Joker (Todd Philips, 2019) .
También logró muy buena repercusión con El Cliente (1994), thriller protagonizado por Susan Sarandon y Tommy Lee Jones que adaptaba eficazmente la novela homónima de John Grisham.
El resultado tuvo tan buena recepción que fue el propio Grisham quien le pidió que estuviese también al frente de su siguiente adaptación: Tiempo de Matar (1996), cruda historia en la cual Samuel Jackson interpretaba a un padre que, tras sufrir la violación y asesinato de su pequeña hija, decidía tomar justicia por mano propia cuando un tribunal de fuerte orientación racista liberaba a los autores del hecho. Para destacar, un memorable Matthew McConaughey interpretando al abogado defensor del acusado padre afroamericano de la niña asesinada.
El Karma del Murciélago
Pero entre medio de ambas adaptaciones de Grisham, Schumacher entró al mundo Batman. La apuesta no era fácil ya que se venía de dos películas de Tim Burton, en las cuales éste había logrado imponer una estética oscura al personaje (y, paradójicamente, había también sido criticado por eso mismo). Batman Forever (1995) optó, en cambio, por destacar los colores chillones y contrastantes; el propio Schumacher se encargó de defender su elección diciendo que eso había sido justamente lo que había visto al recorrer, uno tras otro, los cómics de Batman. La apuesta fue bien recibida por algunos y mal por otros que seguían fieles al modelo anterior sin tener, al parecer, en cuenta, que el propio Burton estaba involucrado, como productor, en la realización.
Quizás el mayor error haya sido el pretender que la película fuera canónica con las anteriores cuando, tal vez, se imponía más bien la necesidad de un reinicio: de hecho, el propio Schumacher ha manifestado que su intención original y nunca aceptada por Warner era la de adaptar el cómic de Frank Miller Batman: Año Uno. Aun así, Batman Forever es, para mí, una cinta entretenida y dignamente lograda: quizás Val Kilmer no haya sido el mejor encapotado (tampoco el peor) y la elección de Jim Carrey como Enigma (Acertijo para América Latina) podía sonar algo obvia debido a su ya característico y muchas veces criticado histrionismo. Pero tenía a dos interesantes Tommy Lee Jones (como Harvey Two Faces) y Nicole Kidman (como la psicóloga Chase Meridian), además de una acertada introducción de Robin, una puesta visual realmente impactante y una banda sonora alucinante, que incluía a artistas de la talla de U2, Seal, Michael Hutchence o The Offspring.
El éxito en taquilla de Batman Forever animó a Warner a probar con una nueva película sobre el murciélago y, lamentablemente, fue el turno de Batman y Robin, casi por unanimidad considerada como la peor película del personaje. A decir verdad, ese fue un proyecto que nació mal y ya no hubo forma de arreglarlo. Para empezar, Val Kilmer no quiso quedar pegado al personaje y prefirió irse a filmar El Santo: en realidad, tampoco fue una decisión que haya salvado su carrera ya que ese filme también fue un bodrio.
En segundo lugar, George Clooney llegó como tercera opción, pues las dos primeras elecciones de Schumacher habían sido William Baldwin y David Duchovny. Clooney, se suponía, llegaba con más éxito y carisma, pero la realidad fue que nunca terminó de sentirse cómodo en el traje de Batman y, de hecho, se quejó de eso mismo, particularmente por algunas referencias sexualmente ambiguas como la inclusión de pezones (siempre fue conocida la homosexualidad de Schumacher que él, por cierto, jamás ocultó).
Encima, Alicia Silverstone cayó al set de grabación con unos cuantos kilos de más, por lo cual a ella, por cuestiones más mundanas y literales, tampoco le calzaba el traje.
A ello hay que sumar un Arnold Schwarzenegger muy desperdiciado y cabe preguntarse qué habría pasado si el papel de Mr. Freeze hubiera sido interpretado por Patrick Stewart, tal como era la idea original.
Para colmo de males, un guión que hacía aguas por todas partes y, junto con ello, la desgraciada tendencia, muy de moda por aquellos años, tanto de parte de Warner como de otros sellos cinematográficos, de someter el mismo a la opinión del público potencial a través de encuestas para así hacer, antes del estreno, cambios en consecuencia. Cuando se le hace demasiado caso al público, difícilmente queda una buena película: entiéndanlo, fans de lo que sea. Schumacher, de todos modos, se disculpó con todos ellos y manifestó que las críticas recibidas lo hicieron sentir “como si hubiera asesinado un bebé”.
En efecto, pareció quedar marcado por Batman y Robin. Es injusto como una mala película puede, a veces, opacar todo lo bueno hecho antes: en su caso, todo el período que va de 1985 a 1996. Y, de todas formas, aunque pocos se hayan enterado, el realizador tuvo el coraje suficiente para reivindicarse a sí mismo con tres muy buenas e interesantes películas luego de ello.
La Reivindicación
Tigerland (2000) es uno de sus mejores filmes (tal vez el mejor después de Un Día de Furia). Protagonizado por Colin Farrell, es mucho más oscuro que sus realizaciones anteriores y tiene la particularidad de tratar sobre la guerra de Vietnam pero estando ambientado íntegramente en los Estados Unidos, específicamente en la opresiva atmósfera de los campos de entrenamiento para los reclutas destinados a marchar hacia la mencionada contienda.
Última Llamada, conocida en América Latina como Enlace Mortal (2003), protagonizada una vez más por Colin Farrell, es otro punto alto en su carrera que, de algún modo, regresa a la locura y alienación urbana de Un Día de Furia: se trata de un thriller en el cual un hombre queda encerrado en una cabina telefónica a merced de un francotirador al acecho.
En 2004 llegó su versión de El Fantasma de la Ópera, para muchos la mejor adaptación cinematográfica dentro de la vasta obra de Andrew Lloyd Webber, en donde Schumacher sale airoso de la nunca fácil tarea de lograr que un musical mantenga su espíritu y esencia al ser llevado del teatro a la pantalla: muchos otros grandes directores (como Milos Forman o Alan Parker) fallaron en el intento.
Por último, es bueno recordar que su trabajo no solo se limitó al cine, ya que también realizó clips para varios artistas musicales, entre ellos INXS, Seal, Smashing Pumpkins o Lenny Kravitz, además de haber dirigido algunos episodios de la aclamada serie House of Cards.
En fin, una trayectoria que muchos envidiarían y quisieran tener a sus espaldas, sumado al mérito de haber sido prácticamente mentor de muchas luminarias de la actualidad, como los ya mencionados casos de Matthew McConaughey y Colin Farrell. Es por ello que (nobleza obliga) la humilde pretensión de este artículo fue restablecerlo en el justo lugar donde merece ser recordado y no, de manera cruel y hasta frívola, por una o un par de películas flojas.
Ayer, a los ochenta años y en su ciudad natal, el cáncer hizo que nos dejara un gran realizador que aportó mucho para hacernos pasar buenos momentos en nuestras vidas. Y seguramente partió con esa sonrisa que nunca, pero nunca, abandonaba su rostro. Hasta siempre, Joel…
Cuídense y sean felices. De eso se trata, después de todo…
Gracias, buena reseña, una pena, vamos creciendo con estos directores, actores, actrices.. A cuando uno va viendo que poco a poco van falleciendo es cuando nos damos cuenta de queel tiempo nunca se detiene, y también nos hacemos viejos nosotros. Creo que te has dejado en el tintero una película para mí muy curiosa, muy oscura pero digna de mencionar: línea mortal, con aquel Kevin Bacon súper joven.
Hola Emilio:
Al contrario. Muchísimas gracias a ti por leer, por comentar y por el concepto. El paso del tiempo, lamentablemente, es demoledor y no nos permite siquiera terminar de ubicarnos porque hacía apenas días que habíamos despedido a Ian Holm. Sí, sé que me dejé afuera a Línea Mortal, que también me gustó mucho (me dejó traumado y con ganas de salir a pedir perdón a todo el mundo, jaja); lo mismo 8 mm, un thriller perturbador y muy interesante. Ocurre que la filmografía de Schumacher es realmente extensa; durante buena parte de su carrera fue de esos pocos directores que estrenaban un filme al año, a veces incluso dos (se ve que algo aprendió de Woody Allen, para quien en su momento trabajó, jaja). Lo que intenté hacer fue separar su trayectoria por etapas, nombrando dos o tres títulos representativos de cada una y eso hizo que, lamentablemente, me quedaran varios afuera. Línea Mortal fue una de ellas debido a que está ubicada como transición entre dos etapas y me confundía al momento de incluirla. Pero, bueno, podría haber sido mencionada, lo mismo que 8 mm.
Muchas gracias una vez más por el aporte Emilio. Que estés bien!