¿Quién mató a Sara? es uno de esos productos de Netflix que tienen la capacidad de trascender unas fronteras que muchas veces les habrían impedido triunfar en mercados extranjeros al provenir de un país al que el público internacional no suele asociar con un mercado audiovisual potente en materia de entretenimiento. Es lo que se ha dado en llamar un éxito “glocal”, un fenómeno que nos ha hecho conocer series como Lupin y que ha provocado que La casa de papel se vea en todo el mundo.
México es uno de esos países a los que no solemos tener muy en cuenta a la hora de buscar películas o series de calidad, pese a haber tenido una época de oro muy interesante y a la existencia de otros productos refrescantes en la misma plataforma. A pesar de ello, solemos asociar el nombre de este país a producciones de baja calidad o telenovelas de giros estrambóticos… y, en este caso, me temo que la serie que nos ocupa hoy es un ejemplo de esta tendencia.
¿Quién mató a Sara?
Esa es la pregunta que se hace su hermano, atrapado durante dieciocho años en prisión por su asesinato. En un flashback, se nos explica lo que sucedió: durante una excursión con los miembros de una acaudalada familia con negocios turbios, Sara se tiró en un paracaídas defectuoso que selló su destino. A pesar de que parecía un incidente involuntario provocado por uno de los asistentes al encuentro, el padre de este joven hizo que nuestro héroe se inculpara a sí mismo a cambio de darle asistencia médica a su madre enferma.
Años después, por su buen comportamiento, este personaje sale de prisión con una única intención en mente: vengarse de esta familia por haberle hecho pagar por su irresponsabilidad. Sin embargo, conforme comienza a investigar, recibe el apoyo de un misterioso sujeto que le revela que las cosas no son tan sencillas como parecen, y que el fallecimiento de Sara no fue un accidente. Con estos nuevos conocimientos en mente, comenzará a ejecutar su plan y a investigar sobre la vida poco recomendable de su hermana.
Buenos personajes, historia mediocre
¿Quién mató a Sara?, en el momento en que escribimos esta crítica, ocupa ya el puesto número 2 en la lista de series más vistas dentro de Netflix España, y no podemos decir que nos extrañe, porque parte de una premisa muy atractiva. En un artículo publicado para XLSemanal, Carmen Posadas sostenía que la base del éxito para las telenovelas consistía en utilizar dos historias como modelo: La Cenicienta y El conde de Montecristo. En este caso, la inspiración en la novela de Alejandro Dumas es más que evidente, con un protagonista que resurge de sus cenizas tras haber pasado un tiempo en prisión, con una familia cuyos oscuros secretos se van desvelando poco a poco y hasta con su propio “abate Faria” que le aporta los conocimientos necesarios al personaje principal para llevar a cabo su misión.
En estas semejanzas se basan sus principales virtudes, con una familia mafiosa que nos llega a resultar mucho más interesante que el aburrido protagonista. A lo largo de los diez capítulos que dura la primera temporada, comprobamos que hasta el miembro más inocente del clan oculta secretos que podrían comprometer la investigación, y que los negocios del patriarca son mucho más oscuros de lo que parecen. Tenemos que destacar la interpretación del español Ginés García Millán, que parece estar pasándoselo en grande como el repulsivo padre de esta familia (tan malvado que llega a rozar la caricatura), y que consigue eclipsar sin demasiados problemas a algunos de sus compañeros de reparto.
Sin embargo, lo que podría haber sido un producto autoconclusivo decente con sus inconsistencias y sus problemas, pierde el rumbo en los últimos episodios de esta tanda, que comienzan a plantear subtramas enrevesadas y giros que no eran necesarios para rematar la historia. Cada una de las líneas argumentales que se introdujeron al comienzo de la serie se podría haber resuelto en estos diez capítulos sin demasiados problemas, pero parece que la codicia ha podido a los responsables de este producto, cuya segunda temporada ya está confirmada. No nos extraña, teniendo en cuenta su éxito.
Conclusión
¿Quién mató a Sara? adolece de los defectos más comunes de este tipo de producciones, con interacciones y discusiones entre personajes que cuesta diferenciar y con algunas decisiones creativas que insultan a la inteligencia. Sin embargo, no creemos que pretenda engañar a nadie, y al menos presenta a unos personajes con los que es difícil no encariñarse. Destacamos de entre todos ellos al novio de uno de los hijos del mafioso, un hombre sensato cuya confusión ante las revelaciones del argumento le acercan a las previsibles reacciones del espectador. Un espectador que quizás, pese a todo, se acerque a la segunda temporada.