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¿Quién va a ganar el Oscar este año? Despiezando todas las películas nominadas (1/2)

El año pasado por estas fechas (concretamente algo antes, el 26 de febrero) se celebró la octogésima novena ceremonia de los Premios Oscar en Hollywood. En esta web estuve comentando en directo la gala, con un repaso minuto a minuto de cada uno de los premios, espectáculos y aburridísimos espacios vacíos que Jimmy Kimmel no consiguió llenar con la gracia que Neil Patrick Harris lo había hecho dos años antes que él (¿alguien recuerda la de Chris Rock? ¿No? Ya me quedo más tranquilo). Este año, la gala de cine más vista del mundo –y la que menor interés tiene en cuanto a calidad cinematográfica se refiere– repite presentador para su nonagésima edición; una edición en la que los escándalos sexuales de la industria (criticados entre aplausos por quienes los encubrieron) compartirán escenario con las complacientes críticas y chistes hacia la administración Trump que probablemente alguien haya lanzado ya antes en Twitter con bastante más ingenio.

¿Queréis leer la segunda parte de este artículo? Os dejo aquí el enlace: ¿Quién va a ganar el Oscar este año? Despiezando todas las películas nominadas (2/2)

En la gala también habrá espacio para actuaciones ostentosas y, vamos a reconocerlo,  muy entretenidas (¿acaso no es esa la razón por la que vemos la gala?); cameos de lujo en gags simpáticos, alguna referencia al pique Kimmel-Damon que siempre saca una sonrisa y probablemente alguna interacción con gente de fuera de la industria que asistirá fascinada a una invitación prediseñada. Ah, también hablarán de películas un rato. El protagonismo lo tendrá el premio a mejor película del año, en el que 9 cintas se disputarán el galardón que dispara las ventas de DvDs y genera algún momento embarazoso si el premio lo entrega Warren Beatty (a quien probablemente no vuelvan a invitar al escenario). Os traigo un análisis breve de cada una de esas películas para intentar concluir con las papeletas que tienen de ganar el premio. 

Llámame por tu nombre (Call Me by Your Name)

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El italiano Luca Guadagnino ha filmado una película tan oscarizable como poco novedosa, y con ella se ha iniciado un movimiento de defensores a ultranza del fenómeno Call me by your name. Las razones por las que es una película muy vendible entre el público americano medio y a la vez no trae nada nuevo son la misma: Llámame por tu nombre sigue al pie de la letra la estructura narrativa básica de película romántica americana de los últimos cien años, facilitando la comprensión y afinidad de miles de espectadores que se sienten cómodos desde la pasividad de ver cómo se siguen las reglas. Los conflictos de los personajes son esquemáticamente producidos por la duda (la duda de si le gustará, la duda de si le conviene, la duda de si se está siendo sincero, etc) y entrelazados en un ambiente que por plano acaba siendo aséptico.

La asociación entre el concepto de verano y la calidez de la etapa tanto sentimental como identitaria del protagonista (añade el elemento habitual del coming-of-age) se establece rápido y se prolonga mucho. Está bien filmada, está bien escrita y está muy bien interpretada, pero Llámame por tu nombre no consigue destacar por valentía ni complejidad frente a relatos como La vida de Adèle (Palma de Oro en Cannes 2013) que partía de una base muy similar pero llevaba la idea a terrenos mucho más ricos y difíciles. Sí que sorprende un tramo final que, a pesar de ser muy precipitado (tras haber alargado innecesariamente metraje cuando no aportaba nada nuevo, en vez de construir un clímax coherente que justificara el conflicto), cuenta con dos de las mejores escenas del año en la que Michael Stuhlbarg y Chalamet protagonizan momentos interpretativos brillantes en una puesta en escena muy acertada.

Tres anuncios a las afueras (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri)

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Ha dado mucho de que hablar, y con razón. Aunque visto cómo mucha gente parece no haber entendido la propuesta de la película, cabe la posibilidad de que no sea por las razones adecuadas. Tres anuncios a las afueras es una rara avis en en el panorama de los Oscar porque rompe con varias convenciones del tratamiento de problemas tan graves para la sociedad como el racismo o el abuso de poder de las autoridades. En vez de afrontar los conflictos sociales desde un exageradísimo posicionamiento moral de buenos y malos absolutos (ya llegaremos a La forma del agua, tranquilos) Tres anuncios a las afueras plantea suspender la integridad moral de todos sus protagonistas y reemplazarla con defectos. Defectos notables como el egoísmo, el narcisismo, el racismo, el resentimiento, el gusto desmesurado por la violencia y, sobre todo, la irracionalidad más desenfrenada. Irracionalidad presente en la personalidad y actitudes de los dos personajes protagonistas de la película, incapaces de renunciar a lo que sus instintos les sugieren aún cuando la primera llega a ser consciente de la naturaleza de estos y el segundo sufre no uno, sino tres amagos de punto de inflexión que le invitan a replantearse seriamente su vida.

Con los defectos, hay mala leche. Humor negro a raudales, comentario acidísimo y violencia directa. Sucia, nunca estilizada. McDonagh ha firmado con Tres anuncios a las afueras su mejor película hasta la fecha porque aquí toda la ambigüedad moral tiene una razón de ser, y toda la aparente banalización de las actitudes más irreprochables forma parte del mensaje. Es una película más compleja de lo que aparenta (y de lo que quiere aparentar) que supone reivindicar una tercera vía en medio del conflicto de la corrección política: la que defiende que comprender no es normalizar. La valentía de hacer una película sobre personajes enteramente grises que nos permita empatizar hasta con el personaje más despreciable es digna de defender, y más aún cuando lo consigue a través de una narración que se aleja emocionalmente del conflicto tanto como puede para dejar que sea el espectador el que mastique lo que se le da, en vez de darle la papilla moralista tan sencilla de digerir y tan fácil de olvidar que la industria se siente tan cómoda haciendo. Quizás por la adaptación de gran parte del público a esa tendencia esta película sea mal entendida y tergiversada, en un intento individual y colectivo de interpolar esta película en la tendencia en que se sitúa –la misma que hace el momento elegido para estrenarla tan atrevido– para facilitar su comprensión y librarse de los visionados activos.

Los archivos del Pentágono (The Post)

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Los archivos del Pentágono es la nueva película de Steven Spielberg.

 

 

Pues eso.

 

Los archivos del Pentágono (ahora en serio, venga)

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En realidad el nombre del director habría bastado para definir la película. El Spielberg de los últimos años no varía demasiado: intercalando películas que se adecúan más a los intereses y gustos del público americano adulto medio (Lincoln, El puente de los espías) con producciones más enfocadas a la consumición familiar (Las aventuras de Tintín, The BFG), el director de tantos clásicos instantáneos de los 80 como se quiera citar ha sabido diversificar dentro de un esquema estilístico unitario y bajo el propósito común de hacer excelentes cifras en taquilla. El estilo es constante: Spielberg es un director con años de cine de narrativa clásica a sus espaldas y puede permitirse el lujo de poner el piloto automático y que el resultado siga siendo bueno. Apuesta por un personaje femenino fuerte (algo que Spielberg no solía estar muy por la labor de hacer) muy bien construido, y se apoya en una historia real y muy viva para el público americano (un caso muy de actualidad dadas las circunstancias del debate político) y en un reparto de lujo de los que solo él es capaz de conseguir con una facilidad tan pasmosa para lanzar una película que innova tan poco como defrauda. Y es que, al fin y al cabo, no le hace falta demasiado esfuerzo para que sus algo más de dos horas de metraje hayan valido la pena.

El hilo invisible (Phantom Thread)

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La ambientación de época sirve como excusa para hablar del amor como enfermedad física y psicológica en la última película de Paul Thomas Anderson. Tan sutil como acostumbra a narrar pero más clásico de lo que suele ser formalmente en sus propuestas, El hilo invisible es una película mucho más fácil de digerir para la audiencia general que la locura colocadísima y desconcertante que fue Puro Vicio, y es esto lo que le ha permitido a uno de los mejores directores americanos de las últimas dos décadas colarse entre las nominaciones al Oscar. Es altamente improbable, si no imposible, que gane (igual que pasaba el año pasado con Manchester frente al mar), pero al menos ha facilitado que una fantástica cinta llegue a más público del que habría alcanzado con una distribución sin el subtítulo nominada a mejor película. Aquí podéis leer mi crítica más extensa de hace unas semanas.

Quedan otras cinco películas y mucha chicha. El instante más oscuro, Dunkerque, Déjame salir, Lady Bird y La forma del agua. Pero, si me lo permitís, de esas ya hablo en la segunda parte del post. Yo me voy un rato a hacerme un café.

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