Vale, no os asustéis. Hasta ahora, en esta sección, he intentado introduciros al fascinante mundo del cine de serie Z mediante películas de baja calidad, pero reconocidas como productos comerciales. Para que nos entendamos, he empezado por el maisntream de la mierda. Pero como os he visto receptivos, vamos a ponernos serios. Partiendo de mi conocimiento sobre el cine malo y de los aportes anónimos que me llegan, he seleccionado y cribado varios títulos hasta dar con este. He visto la película, la he destripado y hoy os puedo traer una señora reseña de Los surfistas nazis deben morir.
Los nazis del surf
La película empieza con un inspirador discurso sobre el surf y el nazismo, en el que una suerte de maestro alecciona a una panda de chavalines. Tras esta escena, que imagino que nos pretende hacer una reflexión sobre la importancia de la educación, viene una escena de créditos introductorios eterna (¿Cómo ha aceptado tanta gente participar en esta película?), que se mezcla con una elipsis temporal que nos sitúa en el momento histórico que se vive. Por lo visto, tras un terribilísimo terremoto, diversas bandas de delincuentes han tomado la costa.
La película nos introduce a sus personajes. Por un lado, los surfistas nazis, liderados por el carismático Adolf (Os juro que esto no es ninguna broma mía), y por otro la adorable y negra señora Washington. Esta forma de enfrentar a Adolf contra Washington, tan sutil, solo es posible disfrutarlas en este tipo de filmes. He de decir que, entre cada escena en la que pasa algo, hay siete en las que podemos ver las olas, la playa, a macarras nazis meando en sitios públicos… No se si es que el director pretende hacer un guiño al cine sueco experimental y su concepto del tiempo, o es que solo tenía dos páginas de guión y tenía que rellenar con algo. Me decanto por lo segundo.
Pero la trama se complica, ya que los surfistas nazis no son los únicos que campan por la playa. ¿Que os creíais? No. También están los surfistas samurais, que tienen una eterna disputa con los surfistas nazis. Y no son los únicos, hay como un montón de bandas de surfistas, a los que Adolf quiere unir “bajo el símbolo de la esvástica” y para ello es necesario: a) adoctrinar niños y b) robar sandías. Así como os lo digo. En una de las escenas mas maravillosas de la película, el director nos obsequia con un vistazo a lo negra del alma de estos surfistas: Una encantadora señora va comiéndose una sandía que lleva bajo el brazo, cuando un desalmado nazi aparece, le hace un regate y se la quita. Hitler hubiera estado orgulloso de él.
La verdad es que la película es una sucesión de escenas sin sentido que no llegan a componer una trama, pero como eran los 80 y era necesario ser subversivo y mostrar carne, hay una par de escenas en las que una mujer se saca las tetas sin venir muy a cuento. También un par de escenas que pretenden ser subidas de tono y un delgaducho que toma mucho el sol sin camiseta y al que enfocan de vez en cuando. La verdad es que la película tiene un tono de fondo muy homo-erótico, con el que pienso que el director pretendía apoyar a la incipiente comunidad LGTB+
Esta abuela es un peligro (para los nazis)
Hay una escena genial, en la que mientras los surfistas nazis “se pelean” con los surfistas samurais, Adolf y su mujer tienen apasionado sexo nazi mientras uno que pasaba por allí los mira. La mezcla de “sexo” y “violencia”, su contraposición y a la vez la forma en la que se nos presenta paralelamente, busca de forma evidente que el espectador comprenda la opresión que vivía la mujer durante el tercer reich. Pero aquí la trama toma un giro inesperado cuando la señora Washington, la mujer del principio, pierde a su único y amado hijo a manos de estos desalmados. Que escena tan intensa en la que se nos presentan al mismo tiempo la muerte de Leroy (el hijo) por hacer una buena acción, y el momento en que su madre debe reconocer su cadáver.
La muerte de Leroy crea una ruptura interna en el grupo nazi, donde el noble Brutus lamenta que hayan quitado una vida. Esta ruptura se evidencia en la discusión entre Adolf y su segundo al mando, Menguele, que le recuerda que debe tomar el control. Siendo sincera, no tengo ni idea de que narices habla. Creo que no le mola mucho que Eva, la mujer del líder, haya escalado tanto en la jerarquía. Pero la verdad es que los diálogos se entienden poco. Debe ser que los originales estaban pensados en alemán y, ya sabes, la traducción siempre pierde mucho.
La verdad es que toda la película merece la pena solo por una escena: La típica discusión adolescente que todos hemos tenido con nuestra madre porque no nos deja salir hasta tarde con nuestros amigos surfistas nazis que quieren imponerse en las olas. Aquí pasan un montón de cosas: mama Washington se entera de quien mató a su hijo, y los surfistas nazis sufren un terrible revés por que alguien quema cinco de sus tablas. Oh, destino cruel. Las cosas se ponen feas para los no nazis. Atacan a paseantes, incendian casas y sueltan frases tan lapidarias como: “No hay sitio para Jesús en la Nueva Playa. Es nuestra Solución Final, judío”. Si esto no es un buen guión que baje Dios y lo vea.
Bien, al final el resto de las bandas se quieren imponer a los nazis y tenemos nuestra dosis de violencia épica, que ni Bruce Lee en su mejor época. Hay una escena maravillosa en la que el ninja menos disimulado de la historia le hecha ácido a uno a la cara. Y como ya no le es útil, Adolf se lo carga. Toma crítica al empleo precario que se marca el director. Al final, la señora Washington se hace toda una gansta y, tras los infructuosos intentos de las enfermeras de impedírselo, encuentra y asesina a todos los nazis. En el último momento, y tras matar a su mujer, se enzarza con Adolf y, cuando parece que ha acabado con él y se está encendiendo el puro de la victoria, este le ataca por la espalda. Por suerte, una frase bien dicha y una pistola en la boca pueden solucionar cualquier problema.
Fundido a negro. Fin. No hay mas. Ni siquiera reflexión final, porque haber dedicado mas de 1000 palabras a esto es suficiente reflexión. Espero que hagais los deberes y me propongáis mas cine de calidad para la próxima semana. Hasta entonces, sed felices.
“La verdad es que la película tiene un tono de fondo muy homo-erótico, con el que pienso que el director pretendía apoyar a la incipiente comunidad LGTB+”
Ahí, ahí, buscando siempre el subtexto. Qué menos en una película avanzada a su época: le quedaba poner zombis para tener todo lo que el Pueblo pediría una década después.
Peter George (el director), era un visionario avanzado a su época. Un grande. Se trató de realizar una secuela (Skate’s nazis must dies), pero decidieron que el valor de esta obra por si misma era suficiente para alumbrar el sendero del buen cine por décadas.