En 2017 se estrenó Llámame por tu nombre, una de las películas más premiadas de su año, que además obtuvo varias nominaciones a los Oscar. Dirigida por Luca Guadagnino, se consolidó rápidamente como una de las mejores de la década pasada y dejó una profunda huella en todos sus espectadores.
Nota: Este retro-análisis de Llámame por tu Nombre contiene spoilers y detalles de la trama, por lo que, si lo desea, puede ir directamente al subtitulo “Las emociones de la fotografía” para no enterarse de partes fundamentales de la misma.
La historia sigue a Elio (Timothée Chalamet), un joven que, durante el verano de 1983, coincide en sus vacaciones con Oliver (Armie Hammer), un hombre mayor que está terminando sus estudios universitarios. Oliver se hospeda en casa de la familia de Elio, ya que necesita colaborar con el padre de este para finalizar su tesis.
Al principio, Elio siente cierta indiferencia hacia Oliver, pero decide mostrarle el pueblo para conocerlo mejor. Descubrimos entonces que Oliver viene de Estados Unidos y planea trabajar a diario con el padre de Elio. Además, debido a la distribución de las habitaciones en la casa, Oliver ocupa el antiguo dormitorio de Elio, mientras que este pasa a otra habitación conectada a la de Oliver por una única puerta, lo que obliga a Elio a pasar por la habitación de Oliver para acceder al resto de la casa.
Con el paso de los días, Oliver empieza a integrarse más con los habitantes del pueblo, ganándose su admiración, especialmente entre las mujeres, que lo encuentran muy atractivo. Sin embargo, para Elio, Oliver no es más que un hombre algo presumido y altivo. Una noche, en una fiesta, Elio ve cómo Oliver besa a una joven del lugar, lo que le lleva a buscar consuelo pasando tiempo con su amiga Marzia.
Oliver se va ganando la confianza de la familia de Elio, que incluso sugiere que ambos pasen más tiempo juntos para conocerse mejor. Durante un pequeño viaje en bicicleta, ambos profundizan su relación, mostrando que Oliver se preocupa por Elio más de lo que deja entrever. En una parada junto a una laguna conversan entre sí y, finalmente, comparten un beso.
A partir de ahí, Oliver comienza a distanciarse de Elio, lo que lleva a este a pasar más tiempo con Marzia. Ambos disfrutan juntos y terminan teniendo una relación íntima. Sin embargo, aunque Elio inicia una especie de romance con Marzia, sigue ocultando sus verdaderos sentimientos hacia Oliver. Intenta expresarlos a través de una carta, pero finalmente se arrepiente y no la entrega.
Días después, la relación entre Elio y Marzia parece avanzar, y se percibe cuánto ella le aprecia. Esa misma noche, llegan a cenar a la casa unos amigos homosexuales de la familia. Antes de recibirles, Elio encuentra una nota de Oliver en su habitación pidiéndole que se vean a medianoche. Durante la cena, surge una discusión entre Elio y su padre acerca de las parejas homosexuales y el respeto hacia ellas, algo que también genera comentarios irónicos por parte de su madre.
Tras la cena, Elio acude al dormitorio de Oliver, donde ambos se besan apasionadamente y abren sus corazones, demostrando lo profundo de sus sentimientos. Esa misma noche, comparten una intimidad plena, consolidando su amor de manera definitiva.
A la mañana siguiente, Elio y Oliver se dirigen a una laguna para pasar un rato juntos. Más tarde, se encuentran en el pueblo, donde intentan besarse, pero se reprimen al percatarse de la presencia de otras personas.
Elio, ahora involucrado en una relación secreta con Oliver, deja de salir con Marzia. Un día, ella lo visita en su casa y, al confrontarlo, le pregunta si son pareja. Él, incapaz de responder, la deja sin palabras, lo que provoca que Marzia se marche.
Mientras tanto, Oliver está a punto de finalizar sus estudios, pero antes de regresar a Estados Unidos necesita viajar a otra ciudad para completar sus investigaciones, lo que implica que no volverá a la casa de Elio. Los padres de este hablan sobre ello y, tras reflexionar, concluyen que podría ser una buena experiencia para su hijo.
Elio y Oliver emprenden un viaje a otra ciudad, donde pasan varios días juntos. Durante este tiempo, los vemos disfrutar al máximo: pasean por los campos de Bérgamo y, por la noche, recorren las calles, donde se encuentran con un grupo de jóvenes escuchando música en un coche. Oliver decide bailar solo, explicándole a Elio que es algo que siempre quiso hacer. Ambos pasan la noche entre risas, besos y amor.
Al día siguiente, Oliver debe partir para volver a Estados Unidos. En la estación de tren, se dan un último abrazo y se despiden. Elio, profundamente afectado, le pide a su madre que lo recoja en coche. De regreso al pueblo, se encuentra con Marzia, quien, al verlo, le dice que comprende lo que ocurrió entre ellos y le propone que sigan siendo amigos, algo que él acepta agradecido.
Una vez en casa, Elio conversa con su padre, quien lo consuela y le confiesa que sabía acerca de su relación con Oliver, tras lo cual comparte unas palabras cargadas de empatía, diciéndole que entiende su dolor y que no permitirá que enfrente la situación solo. Le habla sobre la importancia de permitirse sentir y llorar ante la pérdida de alguien especial, pero también le anima a no cerrarse al amor y a proteger sus sentimientos para no romperse.
Con la llegada del invierno, la familia parece volver a la normalidad. Un día, mientras están en casa, reciben una llamada telefónica. Elio insiste en contestarla y descubre que es Oliver al otro lado de la línea, quien le cuenta que se ha comprometido y se casará en primavera. A pesar de esta noticia, le asegura que nunca olvidará lo que compartieron ni lo que sintieron. También le revela que los padres de Elio siempre supieron sobre su relación, ya que en una ocasión hablaron con él al respecto.
Tras despedirse de Oliver, y abrumado por las emociones, Elio rompe a llorar. Se sienta frente a la chimenea mirando las llamas con lágrimas en los ojos mientras intenta asimilar todo lo que ha vivido y ha perdido.
Las emociones en la fotografía
Uno de los aspectos que más destaca para los espectadores es, sin duda, el guion. Sin embargo, considero que la verdadera joya de la película radica en su hermosa fotografía (hecha por Sayombhu Mukdeeprom). Los colores dentro de la cinta están meticulosamente planteados, con una intención simbólica que enriquece la narrativa.
El color predominante asociado a Elio es el verde. Este se encuentra en todo lo que le rodea: desde su habitación hasta los detalles de su casa e incluso su bañador. En contraste, Oliver está vinculado al azul, perceptible en su dormitorio y, especialmente, en su vestimenta, que suele ser de este color.
Esta paleta cromática cobra aún más significado en la escena de su despedida, donde ambos personajes intercambian sus colores: Elio lleva azul y Oliver, verde. Este detalle simboliza cómo, a través de su amor y conexión, han llegado a compartir lo más profundo de sí mismos. Aunque se despiden, queda claro que una parte de cada uno permanecerá siempre en el otro.
El director emplea los colores no solo para establecer esta conexión emocional, sino también para resaltar otros aspectos clave de la historia. El rojo y el naranja, por ejemplo, están estrechamente ligados al deseo. En una escena significativa, cuando Elio busca entre la ropa de Oliver y huele un pantalón, este es de color rojo, enfatizando la obsesión y el anhelo de Elio hacia él. El rojo también aparece en la fruta, representando tanto el deseo como el proceso de autodescubrimiento de Elio y sus sentimientos por Oliver.
Además, las localizaciones están impregnadas de colores vibrantes y una luz que realza su belleza, creando una atmósfera casi mágica. Este tratamiento visual refuerza la idea de que lo que viven Elio y Oliver es un verano de ensueño, un momento de perfección efímera que deja una marca imborrable en la vida de ambos protagonistas.
Lo erótico de la película
El debate sobre si las escenas de sexo son necesarias o no en el cine es recurrente entre los espectadores. Sin embargo, creo que esta película demuestra cómo pueden convertirse en un recurso narrativo valioso y significativo.
La sexualidad de Elio es un tema central a lo largo de la historia y las escenas de intimidad están diseñadas para reflejar las distintas facetas de sus sentimientos. Cada una tiene un enfoque único que subraya las diferencias en sus experiencias.
Cuando Elio mantiene relaciones con Marzia, la escena es breve y presentada de manera casi superficial, reflejando que, para él, esta conexión física no implica un vínculo emocional profundo. En contraste, la primera vez que Elio y Oliver comparten una experiencia íntima, la escena se desarrolla con mayor detalle y duración. Esto permite explorar la tensión, el deseo y, sobre todo, el amor que uno siente por el otro.
Esta escena no trata únicamente del acto físico, sino que transmite la profundidad del vínculo emocional entre ambos. A través de los gestos, miradas y silencios, se percibe que lo que Elio siente por Oliver va más allá del deseo: es una conexión auténtica, intensa y única. En este contexto, la escena de sexo se convierte en un elemento esencial para ilustrar la evolución de los sentimientos de Elio y mostrar cómo su relación con Oliver trasciende lo puramente físico para convertirse en una expresión de amor y descubrimiento personal.
El amor ideal
La situación que plantea la película puede resultar polémica debido a la notable diferencia de edad entre los protagonistas. Sin embargo, la intención de la cinta no parece centrarse tanto en este aspecto, sino en reflejar la experiencia de los primeros enamoramientos y el despertar emocional que estos conllevan.
Esto se manifiesta claramente en el personaje de Elio, quien desarrolla un deseo intenso hacia Oliver. Cuando finalmente consuman su relación, la película lo presenta como un momento idílico, que trasciende el amor romántico y apunta hacia algo más complejo: el descubrimiento personal y la necesidad de conexión en medio de una soledad palpable. Esa soledad es evidente en la relación de Elio con Marzia, que parece ser más un refugio emocional que un vínculo auténtico.
Elio también experimenta conflictos internos con respecto a sus sentimientos hacia Oliver. Este rechazo hacia sí mismo y sus emociones se refleja de manera potente en la escena de la fruta. Tras ser descubierto por Oliver, se siente avergonzado y percibe sus acciones como extrañas, lo que simboliza su lucha interna y sensación de alienación. Este momento muestra cómo Elio no solo está enfrentando el amor, sino también la aceptación de su identidad y sus deseos.
Todo esto permite que el público empatice profundamente con él. La película nos lleva a vivir su transformación emocional, mostrándonos cómo su vida cambia antes, durante y después de conocer a Oliver. Su relación se presenta como algo único, un amor ideal y despreocupado que se siente tanto hermoso como real precisamente por su autenticidad. La forma en que la cinta captura los matices de esta conexión nos recuerda cómo los primeros amores pueden marcar para siempre, dejando una huella indeleble en quienes los experimentan.
La dirección que puso en el mapa Guadagnino
El director italiano Luca Guadagnino ya contaba con películas previas, pero fue Llámame por tu nombre la que lo catapultó al reconocimiento internacional, especialmente en Hollywood. Y no es para menos: su dirección es magnífica, haciendo un uso exquisito del erotismo para transmitir el amor y la pasión que envuelven esta historia.
Guadagnino demuestra un dominio impecable de los planos y la narrativa visual. Desde el inicio, establece una jerarquía emocional mediante el uso de planos contrapicados para presentar a Oliver, reflejando cómo Elio lo percibe: como alguien superior, casi inalcanzable. Sin embargo, a medida que la relación entre ambos evoluciona, estos planos desaparecen y los personajes son encuadrados a la misma altura, simbolizando cómo su conexión se vuelve más equilibrada e íntima.
Otro detalle destacable es el manejo del enfoque para dirigir la atención del espectador. En varias escenas, aunque hay situaciones centrales que impulsan la trama, el director decide que lo más importante ocurra en un segundo plano: las emociones y reacciones de los protagonistas. Este recurso refuerza la profundidad emocional de la película, priorizando los matices internos de Elio y Oliver sobre los acontecimientos externos.
Estos detalles, junto con otros elementos cuidadosamente trabajados, hicieron que Llámame por tu nombre destacara ampliamente, posicionando a Guadagnino como uno de los directores más prometedores de su generación. El éxito de esta obra no solo consolidó su carrera, sino que también le abrió las puertas para futuros largometrajes de gran envergadura.
Un final desgarrador
El final de la película impacta profundamente al espectador, en gran parte por cómo se construye desde la escena de la despedida. Antes de ese momento, vemos a los protagonistas felices, compartiendo un amor genuino y soñando con lo que podría ser su relación si las circunstancias lo permitieran. Sin embargo, la despedida resulta desgarradora, no solo por lo repentina que es, sino también por su simplicidad. No es una decisión tomada por ellos, sino una consecuencia implícita del miedo al rechazo y a ser descubiertos, lo que les impide despedirse de la manera que realmente desearían.
Este hecho sume a Elio en una profunda tristeza y, después de haber acompañado toda su historia, la aflicción del protagonista se vuelve difícil de soportar para el espectador. Sin embargo, el monólogo de su padre marca un cambio emocional significativo, y, para muchos, es el momento más poderoso de la película.
En este monólogo, el padre de Elio le ofrece un apoyo incondicional y le invita a reflexionar sobre la belleza y la importancia de lo que vivió. Le subraya cómo lo que compartió con Oliver fue algo mágico y valioso, algo que no debe ser olvidado ni reprimido. Le advierte que muchas personas optan por enterrar sus emociones y que esa negación las lleva a una existencia emocionalmente vacía. Su mensaje es claro: sentir dolor y amor es parte de vivir plenamente y abandonar esos sentimientos sería una pérdida irrecuperable.
El monólogo actúa como un abrazo para el alma de Elio, recordándole que lo que vivió con Oliver no solo fue especial, sino un momento definitorio en su vida. Aunque fue un verano breve, el amor que compartió con Oliver probablemente sea uno de los capítulos más intensos y significativos de su existencia. A través de esta conversación, su padre le da permiso para sentir, procesar y seguir adelante, recordándole que la vida solo ofrece una oportunidad para amar y ser amado.
La escena final, con Elio frente a la chimenea después de recibir la llamada de Oliver, encapsula este mensaje de manera poderosa. Aunque Elio parece haber encontrado cierta paz y aceptación, la llamada lo confronta nuevamente con la nostalgia y los recuerdos. No se rompe de la misma manera que en la despedida, pero su vulnerabilidad es evidente. Este momento refleja cómo los recuerdos de un amor tan profundo siempre llevan consigo una carga emocional: el cariño, el dolor y, sobre todo, la nostalgia de lo que fue.
El final nos deja con un mensaje conmovedor sobre la naturaleza de los recuerdos, mostrando que, aunque pueden traer consuelo, también pueden despertar emociones intensas y llevar a redescubrir sentimientos que parecían dormidos.
increíble peli, buen análisis fer!