Ya tenemos aquí una de las series más esperadas y, aparentemente, innecesarias del año. Un director de series de televisión de prestigio, dos actores primera espada de Hollywood y un libreto inmortal. Esto es Secretos de un Matrimonio. Si queréis saber qué me ha parecido este quinto y último episodio, así como mi valoración general de la serie, vamos a ello.
Todos los análisis de Secretos de un matrimonio.
Esta vez no tenemos escena pre-escena. Vemos a nuestros protagonistas fuera de la casa, relacionándose con otros personajes. Son secuencias breves, pero que nos permiten ver como ambos han cambiado a raíz de la decisión de Mira entre el primer y el segundo episodio.
Jonathan acude al funeral de su padre y, posteriormente, mantiene una discusión con su madre en la que cuestiona la relación entre sus progenitores, en el cómo fue capaz ella de mantenerse al lado de un padre autoritario durante toda su vida y no mirar por su felicidad. En el fondo, Jonathan busca reafirmar sus actos tras la ruptura con Mira. Se ha convertido en un ser desengañado, cínico con las relaciones personales.
Es admirable la capacidad de los guionistas para dotar de entidad tridimensional a la madre de Jonathan, un personaje que aparece unos minutos en pantalla y que podríamos conocer de toda la vida. Una mujer fuerte, que no solo se mantuvo firme por la felicidad de sus hijos (tiene toda la razón cuando dice que pensar que un hijo es feliz cuando sus padres son felices separados es una patraña), sino porque quería a su marido. A su manera, pero lo quería. Este es el mensaje final de la serie, sobre el que luego profundizaré.
Por otro lado, vemos a Mira teniendo una reunión formal con Poli. Al contrario que en episodios anteriores, vemos a una Mira más serena. Parece haber ajustado cuentas consigo misma y, finalmente, haber perdonado sus errores del pasado. Le duelen los comentarios de Poli, pero los entiende. Acepta su pasado, pero no convive diariamente con él.
Tras esta secuencia introductoria, asistimos a que Mira y Jonathan están teniendo un affaire. Se ven a escondidas desde que Mira acudió al funeral ortodoxo judío del padre de Jonathan (Recordemos que, inicialmente, Mira despreciaba la intensidad religiosa de la familia de Jonathan).
En una de las sorpresas más antirrománticas que se recuerdan, Jonathan decide llevar a Mira a la casa en la que convivieron como matrimonio. Ahora, es una vivienda que se puede alquilar por Airbnb.
Ni rastro de los muebles originales. Hasta la decoración ha cambiado. Nada hace pensar que aquella vivienda alguna vez albergó un matrimonio estable de diez años de duración.
Por primera vez desde que empezó la serie, ambos se encuentran en la misma onda afectiva. Hablan abiertamente y con comodidad. Parecen haber encontrado esa mezcla perfecta de respeto y pasión en el verse a escondidas. Ella está soltera y ha aprendido a convivir con su soledad. Ha sido víctima de sus errores, pero también ha sacado beneficio de ellos al convertirse en una persona más completa.
Un caso distinto es el de Jonathan, el personaje que más evoluciona del matrimonio venido a menos. En un giro que vemos venir, contemplamos que tiene pareja y un hijo. Resulta que Mira es una de las muchas infidelidades que ha cometido Jonathan, un ser que ahora no esconde sus necesidades, que está embarcado en un matrimonio asexuado desde el nacimiento del bebé.
Su posicionamiento francamente melancólico se debe a que asume la triste realidad de que jamás va a amar a nadie como amó a Mira. Que todas las mujeres que han venido después son meras sombras de lo que vivió con ella. Se encuentra cómodo, pero no está enamorado.
En una habitación de adolescente situada en el ático, el único escenario que jamás vivió una pelea de la pareja, duermen juntos y él tiene un sueño en el que sale a relucir su peor miedo: el como un acto que no supo ver venir le transformó en una persona incapaz de amar y ser amado. O, tal vez, siempre había sido así y veía en Mira un parche para paliar ese agujero.
Ella, más consciente que nunca de lo inimitable del amor que vivieron el uno con el otro, le responde con afecto que ambos se han querido, cada uno a su manera, pero se han querido.
Finalmente, la serie de Levi se aleja de la original de Bergman, más centrada en la institución matrimonial en sí, para abordar la demolición de un matrimonio como tantos otros centrándose en lo más intimista: en el amor. No es un final cómodo. Jonathan es un ser humano herido que sigue dependiendo de su creadora. Y Mira es un ser humano reparado que sigue teniendo la suerte de poder contar con la persona a la que más ha querido y más daño ha hecho.
El mensaje dual de la serie funciona a medias. Que el amor entre ambos haya terminado funcionando mejor tras años de desencuentros y en el marco de lo prohibido, lo irresistible, es ciertamente simplista porque obvia, entre otros muchos factores, a la propia hija que tienen en común.
Pero lo que es innegable es la capacidad para retratar la desazón de aquellos que perdieron, por acción o por omisión, a su gran amor. A aquel que desata un terremoto interno cuando lo ves o cuando se presenta un roce casual. Aceptarlo es duro, pero lo realmente jodido es renunciar a él. Que se lo digan a Jonathan y a Mira, excepcionales Oscar Isaac y Jessica Chastain.
Enlace a Secretos de un matrimonio en HBO
Un saludo y sed felices!