Bienvenidos todos y todas al análisis del sexto capítulo de 30 monedas, donde queda definitivamente atrás la narración episódica para entrar en una trama continua que acelera de cara la traca final. Lo malo es que hay un cierto abuso del recurso de la elipsis narrativa ya que la situación de los personajes cambia mucho de un episodio a otro.
Aquí puedes ver los análisis de los episodios anteriores
Hay que ir cerrando algunas tramas y preparando a los personajes para la batalla final y por eso este capítulo se divide en tres historias, dedicadas una a Elena, otra al padre Vergara y otra a todo lo que pasa en Pedraza.
Elena y la moneda
En el capítulo anterior vimos como Elena no logra que Paco deje el pueblo así que ahora nos la encontramos en París junto a Roque follando como conejos. La veterinaria ha decidido dejarlo todo a atrás y para ello nada mejor que emprender una nueva vida de lujos con el Marqués. Pero este idílico romance tiene un abrupto final cuando en medio de una cena, Roque le enseña a su amada la moneda que recuperó de la tripa de un pez. Elena recuerda las advertencias que le hicieron de que el dichoso trozo de metal encontraría la manera de volver a ella y justo en ese momento los cainitas atacan el restaurante para hacerse con el premio.
Nuestra protagonista consigue sobrevivir y quedarse con la moneda, pero el pobre Roque no tiene tanta suerte. Después de haber conseguido la felicidad que tanto ansiaba acaba muerto de un disparo ante la mirada de su amada.
El padre Vergara se oculta bajo un manto de sufrimiento
Dejamos a Vergara escapando como pudo de los cainitas y tiene que esconderse en un lugar en el que sufrimiento humano sea extremo para que los poderes oscuros no puedan localizarlo. Así que se marcha de voluntario a la Guerra de Siria, oculto en Alepo. Pero allí acaba prisionero del ISIS que recordemos, no tienen en demasiada estima todo lo relacionado con la religión católica.
Pero antes tiene tiempo usar el Mundo Onírico para avisar a Elena de que sus enemigos van a por ella a la vez que se disculpa tanto por haberla metida en este lío como por no haber sido todo lo sincero que debería haber sido con ella desde el principio. El encuentro entre Vergara y Elena se produce en una visión alternativa de una tétrica Pedraza en la que sus vecinas hacen de figurantes que dan un mal rollo tremendo.
Paco da un golpe en la mesa y tenemos nuevas invitadas en Pedraza
En nuestro querido pueblo de la sierra las cosas están un poco más tranquilas (ya era hora), momento que Paco aprovecha para sentar sus reales (ya era hora también) dejando claro a Merche que quiere seguir su propio camino. No quiere volver a ser alcalde y se ha dado cuenta que la relación con su esposa ha llegado a un punto de no retorno. El matrimonio parece roto y ahora habrá que ver la reacción de una Merche que no parece que sea de esas personas que encajan bien que las lleven la contraria.
Me encanta el papel de las tres vecinas cotillas (las mismas que estaban en el Mundo Onírico) tocando las narices a Merche y queriendo meterse donde no las llaman. Impagable la cara de la alcaldesa consorte cuando le cuentan que su marido ha abandonado su casa para instalarse en el hostal. De la Iglesia sigue mostrando que lo peor del ser humando no tiene por qué tener carácter sobrenatural gracias a estas malas copias de las tres nornas o brujas de Macbeth.
Por otro lado, todo lo raro que ha pasado en Pedraza (muertes, asesinatos, desapariciones, suicidios…) acaba pasando factura y llegan al pueblo María Salcedo (Nuria González) y Cristina Miralles (Greta Fernández), una pareja de agentes de la secretaría de estado de seguridad para hacerse cargo del puesto de la guardia civil. Aunque su primer trabajo les sale bastante mal. Cuando van a interrogar a Jesús el pobre hombre no soporta la presión por haber matado a un Mario que no entiende como volvió a la vida, así que acaba suicidándose.
Las investigadoras tienen claro que Paco y el Sargento Lagunas les ocultan muchas cosas así que interrogan a la única persona del pueblo que parece dispuesta a colaborar con ellas: Antonio. Resulta muy divertido como “el loco del pueblo” les cuenta a las agentes lo que ha ido pasando con pelos y señales, aunque ellas no parecen tomárselo muy en serio (¿quién podría creer ese cúmulo de locuras y más en boca de ese personaje?).
Pero todo parece cambiar cuando Antonio empieza a gritar que viene el nuevo cura del pueblo y al final este aparece andando por el camino de entrada al pueblo y vemos que tiene el rostro de Angelo, el diablo que ofrecido el poder de la verdad a Vergara y Santoro en el capítulo cuatro.
Valoración del capítulo
Estamos ante el episodio más irregular de todos los que hemos visto hasta la fecha (sin que por ello sea malo). Es necesario que todos los personajes vayan completando su arco, funcionando muy bien en algunos casos, con un Paco que por fin demuestra tener algo de sangre, y no tan bien en otros, con una Elena que olvida muy rápido todo lo que ha vivido.
La veterinaria pasa página de su amor por Paco, de la muerte y resurrección de su marido y de la lucha que ha venido teniendo en Pedraza con un montón de elementos sobrenaturales. Los responsables quieren dejar claro que esta es una nueva Elena, dedicada a disfrutar del sexo y los lujos para olvidar su pasado, pero aun así choca muchísimo verla tan contenta y feliz en París en un ejercicio de elipsis narrativa que descoloca bastante. Pero la vuelta de la moneda a sus manos y la muerte de Roque hace presagiar que no le va a quedar más remedio que volver a lucha.
En cuanto a Vergara, el cura vive su propia penitencia dando vida al arquetipo del héroe que no quiere serlo y que no cree en nada. En su conversación con uno de sus carceleros se enfatiza su lucha contra todo tipo de fanatismos, en cualquier situación, por dura que sea. Está muy claro que de cara al enfrentamiento final recuperará la fe y no le quedará más remedio que aceptar su papel de campeón de la verdad.
Aunque no es uno de los protagonistas principales, también me gusta mucho como crece el Sargento Lagunas. No le importa que lleguen unas extrañas de fuera para hacerse cargo de su puesto si con ello se solucionan los problemas que tiene el pueblo. Pero el suicidio de Jesús le afecta profundamente y habrá que ver si puede salir del pozo.
Y que decir de Antonio, un personaje que poco a poco se está convirtiendo en mi favorito. Sabe todo lo que ha pasado en Pedraza, pero nadie le cree por que es “el loco del pueblo”. Vive contento y feliz en su mundo, un mundo en el que el loco puede que sea el único cuerdo.
Por último, me gustaría comentar el altísimo nivel del diseño de producción de toda la serie que en este capítulo brilla en las escenas bélicas de Alepo.
En resumen, la historia empieza a coger velocidad (con el riesgo de descarrilamiento que eso conlleva) de cara la resolución de la temporada dentro de dos episodios. Aunque se van cerrando algunas tramas, quedan algunos cabos por atar y se presentan personajes nuevos que a buen seguro serán muy importantes para el desenlace de la historia. Por lo que a mi respecta, 30 monedas me sigue pareciendo la mejor serie española del año y confió en que Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría den un cierre convincente a esta temporada, sin olvidar que en principio quedarían otras dos más.