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Análisis de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder. Temporada 2. Episodio 6

Quedan solo dos episodios para finalizar la segunda temporada de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder y nos toca analizar el sexto, cuyo título es ¿Dónde está él?. La serie, creada por J.D. Payne y Patrick McKay, es precuela de las más afamadas historias de J.R.R. Tolkien y producida por Amazon para su plataforma Prime Video.

Bienvenidos una vez más humanos, elfos, enanos y por qué no algún orco para analizar un nuevo episodio de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder, en este caso el sexto que tiene la particularidad de transitar todos los arcos y escenarios por los que discurre la temporada mientras algunas tramas tienden a confluir y otras permanecen bastante inconexas cuando apenas nos quedan dos entregas para que la temporada acabe.

Pasemos ya mismo a ver qué nos ha dejado este capítulo, no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA ni dejar de recordar que pueden leer aquí nuestros análisis previos.

¿Dónde está él?

Comenzamos con Arondir en los bosques topándose con una partida de orcos desertores y descubriendo, tras dar rápida cuenta de los mismos, que uno de ellos lleva consigo el fragmento de lo que parece un mapa con los planes de Sauron. Ya no volvemos a saber de ese arco (ni de ese orco), pero damos por sentado que el elfo (que también lleva arco) echará a correr con esa información…

En Eregion,mientras tanto, Celebrimbor está cada vez más absorbido por el poder del anillo: se le advierte malhumorado y olvidadizo, dificultándosele incluso recordar el nombre de su propia ayudante Mirdania (no veo por qué eso sea un problema, pues a nosotros también).

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Viéndolo en ese estado, Annatar (Sauron) le ofrece delegar su trabajo en el equipo de herreros con instrucciones pertinentes, pero él insiste en seguir adelante aun cuando le esté faltando mithril que, por alguna razón, no está siendo entregado por los enanos. Para colmo, un guardia ha aparecido muerto con una inscripción en el pecho: “¿Dónde está él?”: suena a canción de José Luis Perales, pero no…

Problemas con el Mithril

En Khazad-Dum está ocurriendo con Durin III algo parecido a lo que con Celebrimbor en Eregion. Su hijo Durin IV intenta convencerlo de quitarse el anillo, pues ya para esta altura se ha apoderado de su voluntad, pero el monarca se niega. Disa insta entonces a su esposo a hacer algo para detenerle, pero la idea de ir contra su propio padre no es algo que a le guste y menos ahora que han restablecido el diálogo.

Annatar, en tanto, llega a la ciudad en busca de solucionar el abastecimiento de mithril y ofrece madera a cambio, pero Durin III no accede. El hijo de este último siente un alivio momentáneo con esa decisión pero después, en privado, el soberano le dice que las armaduras de mithril serán esenciales en la guerra que se viene y harán invencible al ejército que las tenga. En otras palabras, especula con vender el metal más caro cuando llegue el momento.

Está claro, pues, que Durin III está cada vez más movido por la ambición, lo que es coherente con el motivo por el cual, según Tolkien, los enanos excavaron cada vez más profundo. En procura de que no lo sigan haciendo y dada la renuencia de su esposo, Disa juega por cuenta propia y espanta a los mineros atrayendo con sus cantos a una colonia de enormes murciélagos de los cuales, hasta donde recuerdo, nunca habíamos oído hablar en la mitología tolkieniana, pero que no van tan mal después de todo…

Vuelto a Eregion y a pesar de su fallida misión, Annatar va a ver a Celebrimbor para entregarle una pieza de mithril que no sabemos si es real o ilusión, pero que permite al herrero seguir trabajando en los anillos, que es lo que quiere. Sin embargo y bien lo sabemos, Sauron es un maestro del engaño y es entonces cuando un impresionante giro de cámara a ciento ochenta grados nos muestra cómo el ambiente tranquilo, pacífico y luminoso que le está mostrando a Celebrimbor se transforma en uno oscuro y ominoso que se prepara para la gran batalla…

En Rhûn

Nori y Poppy siguen refugiadas entre los Fuertes mientras los esbirros del Mago Oscuro les continúan a la caza. El hecho de que no las hayan entregado es un gran gesto, pero a la vez llena de culpa a Nori por el destino que a la comunidad podría acarrearle. Les sugiere marcharse, pero ellos tienen un vínculo con el lugar muy distinto al de su gente y no pueden hacerlo. Así, y mientras Poppy entabla relación cada vez más estrecha con Merimac y Nori evalúa la posibilidad de entregarse, esta última experimenta una extraña sensación de añoranza por un hogar que ni ella ni los suyos tuvieron ni tienen.

El Extraño, a todo esto, sigue en casa de Tom Bombadil y quiere saber cómo llegar a dominar su vara. Tom le responde que la vara ya es suya y que utilizar no es dominar; solo le falta encontrarla y aprender a entrar en comunión con el Fuego Secreto.

Dicho ello, le enseña una cañada repleta de árboles secos entre los cuales está supuestamente la vara y le dice que le sobra tiempo para buscarla. Pero el Extraño no lo ve así, pues tiene prisa por encontrar a las niñas pelosas y Tom le conmina a elegir entre sus amistades y su destino, tras lo cual (literalmente) desaparece…

Cena para Dos

En el sur, Adar mantiene cautiva y con grilletes a Galadriel, lo que no les impide compartir una cena con velas (no por romanticismo, sino porque en este mundo no hay otra opción). Él sigue intentando convencerla de que deberían luchar juntos contra Sauron, de quien ya dedujo además que es Halbrand.

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Ella, por el contrario, intenta convencerlo de no ir contra Eregion porque eso es justamente lo que Sauron quiere y, de hecho (punto común con Celebrimbor y Durin III), es ese el efecto que genera el anillo del que se ha apoderado: obrar por voluntad de Sauron creyendo hacerlo por cuenta propia.

Adar, no obstante y seguro de la victoria, hace oídos sordos mientras sus legiones se siguen congregando para el inminente ataque. Galadriel, de manera despectiva, le llama “orco” y él, asimilando la estocada a la vez que recogiendo el guante, alude a los orcos como sus “hijos”.

El Juicio del Abismo

En Númenor y tras el altercado con Kemen, Elendil es llevado a juicio y Pharazôn le da la oportunidad de evitar la pena de muerte si abjura de sus crímenes y lo acepta como soberano. Accede a lo primero, pero no a lo segundo y, por el contrario, reinvidica a Míriel como la única con derecho al trono mientras que, en cambio, llama traidor a Pharazon.

No quedando opción y respetando la tradición de los Fieles, Elendil es entregado en la costa al Juicio del Abismo, algo de lo que tampoco habíamos oído hablar en el universo Tolkien y, por lo tanto, no tenemos idea.

A último momento, sin embargo y cuando el destino que tan expectantes nos tiene parece inminente, Míriel se ofrece en su lugar, lo cual al parecer está dentro de la ley porque el crimen por el cual Elendil ha sido condenado fue cometido en su nombre. Previo asesoramiento de sus letrados, Pharazôn acepta, por poco que le guste tal resolución a un desesperado Elendil.

Pero cuando un impresionante monstruo marino (más lovecraftiano que tolkieniano) llega por ella, este no la ataca y en su lugar la arroja nuevamente hacia la costa, lo cual no solo significa, nos enteramos, que el veredicto de los Valar ha sido de inocencia, sino que además y según Elendil, queda demostrado que es ella quien tiene derecho a ungir el cetro de soberana.

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Un súbitamente descolocado Pharazon se dirige en privado a colocar su mano sobre la Palantír y las visiones que se le presentan anuncian oscuridad…

Balance del Episodio

La entrega anterior (como venía siendo regla) se había desarrollado en unos pocos escenarios mientras que los demás estuvieron por completo ausentes. Este capítulo, por primera vez en la temporada, pasó por todos los arcos, lo cual si bien es entendible porque se aproxima el final de la misma y las historias deberían confluir, también es cierto que no contribuyó a la cohesión de un episodio excesivamente fragmentado y con algunas tramas que siguen inconexas, como la de Númenor (más allá de que esta vez nos generó “algo” de interés) o la de las niñas pelosas, que podría estar llevando a la formación de La Comarca, pero sigue a ritmo de carreta.

De acuerdo: hay un denominador común, que es el modo en que los anillos siguen corrompiendo a sus ocasionales portadores y aquí hay alguna variación con el material original, pues hasta donde recuerdo, fue la propia avaricia de los enanos o de los hombres la que llevó al escenario previo a la trilogía más que la influencia de los anillos mismos o el modo en que fueron forjados. La única excepción, desde luego y valga la redundancia, era el Único.

No está mal rellenar las lagunas que pueda haber dejado Tolkien e incluso podría también haber sido de ese modo, pero me está costando entender entonces qué tendrá de “único” el vigésimo anillo una vez sea forjado en el Monte del Destino, pues hasta aquí la sensación es que el poder de corromper la voluntad está presente también en los otros.

La fragmentación del episodio, por otra parte, ha llevado a que no tuviéramos de Tom Bombadil todo lo que hubiéramos querido: fue mucho lo que esperamos por verle en pantalla y, de hecho, estuvo por completo ausente en la entrega anterior. Pero aún así y con lo poco que le hemos visto, el personaje sigue estando muy bien recreado e interpretado por Rory Kinnear, más allá de que su relación con El Extraño luzca muy Yoda-Skywalker reemplazando Fuerza por Fuego Secreto.

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Hay una frase suya que nos mueve a la emoción por reconocerla casi idéntica a la que en el primer tomo de la trilogía dice Gandalf a Frodo cuando este se pregunta por qué Bilbo no mató a Gollum. “Muchos que mueren merecen la vida; algunos de los que viven, merecen la muerte – expresa aquí Bombadil-. ¿Quién eres tú para dársela?”…

Es un gran guiño, pero a la vez me genera sentimientos encontrados, pues pareciera por un lado estarnos dando a entender que si (como suponemos) El Extraño es Gandalf, entonces fue aquí donde escuchó por primera vez la frase que después terminaría haciendo suya. Pero por otro lado me hace chirriar un poco que la misma esté usada con el sentido casi contrario porque lo que Tom busca en este caso es convencer al Extraño de desentenderse de Nori y poner el destino por sobre la amistad, algo que no se condice con la filosofía del Gandalf que algún día dirá “huyan, insensatos”.

De todos modos y más allá de que esa contradicción me haga algo de ruido, sí me gusta la exaltación que El Extraño, aun cuando no lo exprese de manera directa, hace de la amistad como valor. Y ello sí que va perfectamente de acuerdo con el espíritu de la trilogía y especialmente con la relación Gandalf – Frodo.

Se advierte en este capítulo un mayor desprenderse de Tolkien que en los anteriores, lo cual es de algún modo bienvenido pero no es utilizado para mover la trama de manera decisiva ni generar interés por una historia nueva dentro de la que conocemos. Lo del Juicio del Abismo se parece a muchas cosas que hemos visto por allí, los murciélagos no están mal y el gusano marino es espectacular y terrorífico (si mal no recuerdo, Tolkien hace alguna referencia a serpientes marinas), pero su momento en el episodio parece un cruce entre Dune y Furia de Titanes.

Y no es la única referencia que remita a otras franquicias: además del mencionado elemento Star Wars en la relación entre Bombadil y el Extraño, tenemos una cena entre captor y cautiva reminiscente de Piratas del Caribe. No está mal incorporar elementos no tolkienianos, pero sería bueno que se lo hiciera con más originalidad y más aún cuando El Señor de los Anillos es una historia muy anterior a todo eso que hemos dicho. Hacer que se parezca a franquicias posteriores no es buen modo de respetarle su lugar de pionera…

En fin, un episodio que, una vez más, deja sabor a poco. La fragmentación ha devenido en un exceso de escenarios y personajes que no generan por separado el mismo interés y seguimos creando “suspenso” con lo que ya sabemos como termina. Por mucho que Disa le cante a las rocas o a los murciélagos, nada detendrá la ambición de los enanos. Por muchas legiones que consiga Adar reunir, no podrá con Sauron. Y por más veces que el poder cambie de manos en Númenor, el reino caerá de todas formas.

Sé que hay mucha gente encantada con esta segunda temporada de Los Anillos de Poder o que, por lo menos, la ven mejor que la primera. No es hasta aquí mi caso: la primera ya para esta altura había corregido rumbo y, en todo caso, no veo que los problemas se hayan corregido, sino que se han agudizado. Tal vez sea mucho pedir, pero sigo esperando que me cuenten alguna historia nueva cuyo final desconozca y mientras ello no ocurra seguiré en muchos momentos experimentando algo que no se condice con la fantasía épica: aburrimiento…

Ya quedan solo dos episodios para terminar la temporada y ojalá haya tiempo de que nos den alguna sorpresa: quizás en el próximo. Hasta entonces y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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