Franklin, la miniserie de Apple TV+ ha llegado a su final y analizamos lo que nos ha dejado. Creada por Kirk Ellis y dirigida en sus ocho episodios por Tim Van Patten, la misma recrea con un magnífico Michael Douglas los años en que Benjamin Franklin ofició en Francia como mediador diplomático a los fines de conseguir apoyo para la revolución americana.
Hola otra vez. Aquí estamos nuevamente para analizar la miniserie Franklin, en este caso la segunda mitad que, vistos ya los ocho episodios, ha sido claramente superior a la primera. Más allá de algunos puntos débiles que más abajo analizamos, la propuesta termina con un balance más que positivo. Cumplo en advertir que, a diferencia de nuestro análisis de los cuatro primeros episodios (que pueden leer aquí), en este caso hay obviamente SPOILERS. A ver qué ha pasado…
Matrimonio Fallido
Habíamos quedado al cierre de los cuatro episodios anteriores con Franklin (Michael Douglas) negociando apoyo en Francia y un John Adams (Eddie Marsan) que, recién llegado de América, manifestaba venir a reemplazarle. Tal como habíamos previsto en nuestro anterior análisis, el antagonismo entre ambos tiene lugar central durante toda la segunda mitad de la miniserie.
Adams objeta el poco apoyo que Franklin ha obtenido para la causa americana en el tiempo que lleva allí, al igual que la moral decadente y libertina de los franceses y del propio Franklin, quien arguye en su favor que al menos ha logrado una alianza y, por otra parte, no parece dispuesto a querer abandonar el país…
Por el contrario, está intentando insertar a Temple (Noah Jupe) en la aristocracia francesa y ha arreglado con Monsieur Brillon (Marc Duret) el casarlo con su hija Cunégonde (Lily Dupont), cuya madre Anne (Ludivine Sagnier), viene algo más que coqueteando con Benjamin. Obviamente a esta no cae en gracia la relación y menos aún cuando la han concertado a sus espaldas, así que se interpone entre ambos (literal: se les sienta al medio) para bajarle el pulgar al matrimonio . Franklin debe buscar por otro lado si quiere que Temple permanezca en Francia…
Negociaciones Secretas
Franklin y Adams se reúnen con el conde Vergennes (Thibault de Montalembert) y quedan en evidencia las diferencias de método: Adams es necio, impetuoso y quiere ir demasiado rápido, lo cual deviene en que no consiga nada, mientras que Franklin, cauto y conocedor del temperamento de los franceses a la luz del tiempo que lleva entre ellos, consigue un desembolso de tres millones de libras.
Por otra parte, el marqués de Lafayette (Théodore Pellerin) ha regresado a París después de haber sido erróneamente dado por muerto en las Américas y a pesar de del despecho a la realeza al trasladarse y actuar allí por cuenta propia propia, está decidido a redoblar la apuesta y trama un ataque y saqueo contra Liverpool, lo cual horroriza a Adams, pero cuenta con el aval de Franklin y entusiasma especialmente a su nieto.
En tanto, Paul Wentworth (Tom Hughes), el diplomático británico que viene encontrándose a escondidas con Edward Bancroft (Daniel Mays), quiere hacer dudar a los franceses de la lealtad de Franklin para provocar un enfrentamiento, pero a Bancroft le disgusta la idea porque Benjamin es su amigo y no quiere hacer nada en su contra ni someterle a engaño. Wentworth propone entonces ir por el lado de Adams…
Un asesinato tiene lugar, pero la víctima es un doble de Franklin que, temiendo por su seguridad, este había puesto en su lugar. Bancroft ha estado involucrado, pero Frankin desconfía de Adams, quien acaba de ser prácticamente despachado de Versalles tras desaprobar Vergennes su propuesta de acuerdo de paz con Gran Bretaña.
El Despertar de Temple
Temple, por su parte, continúa intentado formarse como adulto e insertarse en la alta sociedad francesa, pero no le va tan bien. Durante una jornada de caza junto a Jacques (Aïtor de Calvairac) y su nuevo grupo de “amigos”, se resiste a matar un ciervo y ello le hace dudar si quiere pertenecer a ese ambiente.
No solo eso, sino también el modo en que Jacques menosprecia a Odette (Sonia Bonny), la cantante de ópera que este ha traído de Italia y con quien está teniendo una relación. La cosa acaba entre la niebla de la madrugada con ella y Temple juntos en el parque.
Tras quedarse él dormido, no hay rastros de ella ni del resto, razón por la cual no le queda más remedio que regresar en un carruaje junto a varios desposeídos y ello le hace ver lo frívolo del mundo al que está queriendo integrarse en contraposición con una realidad que subyace por debajo y que presagia la revolución.
En cuanto a la relación con Odette, al menos para ella, no parece haber ido más allá de una noche y al tiempo se entera que ha quedado embarazada, pero se ha autoprovocado un aborto. Cuando le pregunta si el hijo era de Jacques, ella nada responde y su silencio, desde luego, propina al joven otro duro golpe…
Carta Rota
Las noticias de América dicen que los británicos se han rendido en Yorktown y que se busca un acuerdo de paz para demarcar la frontera de Canadá. Adams ha vuelto para hablar con Franklin, pero esta vez acompañado por John Jay (Ed Stoppard), otro de los padres fundadores y artífices de la constitución americana.
A su vez, parece haber problemas para Bancroft, de cuyo contacto con los británicos no hay rastro. Pronto nos enteramos que ha sido detenido y, al ser interrogado, juega sus cartas e introduce a Vergennes dudas acerca de la lealtad de Franklin, a quien acusa de estar negociando un acuerdo de paz con los británicos a espaldas de Francia.
En realidad, eso es lo que están queriendo justamente hacer Adams y Jay, pero no Franklin, que quiere mantener su palabra empeñada con los franceses, para quienes un pacto entre americanos y británicos sería no solo decepcionante sino que haría caer en saco roto el esfuerzo económico que Francia viene haciendo para ayudar a Estados Unidos al punto de haber sido prácticamente arrastrada a la quiebra.
La salud de Franklin está muy deteriorada: se le advierte cada vez más afectado por la gota y ni aun así deja de beber oporto. Para Adams, se trata de una actuación, pero la cosa cambia cuando durante una de las reuniones le ve sufrir un desmayo. Benjamin tiene un cálculo en la vejiga y quiere que Bancroft le opere, pero este no se atreve y sugiere un cirujano más experimentado.
Durante su convalecencia, los británicos juegan una carta sucia y es literal, porque hacen llegar a Adams una carta firmada con fraude por Temple en la cual este incrimina a su abuelo de estar trabajando para ellos. Pero algo ha cambiado en Adams y, tras ir a ver a ver a Franklin para enseñarle la misma, la termina destruyendo con el argumento de que, a pesar de sus defectos y de todas las cosas que de él no le gustan, sabe perfectamente que no es un traidor.
Hay Acuerdo
El episodio final muestra las negociaciones de paz con los británicos, resueltas por apenas seis personas en una habitación: tres americanos y tres ingleses. Jay es demasiado frío y Adams demasiado impulsivo, por lo cual la postura de Franklin se impone como la más moderada y consigue lo que quiere aun con concesiones y a pesar de crearle ello un problema con Francia y particularmente con Vergennes.
De hecho, este se disgusta y se siente traicionado al enterarse, pero hablando luego con Franklin, este le hace tomar conciencia de que en realidad ambos mintieron y él también estuvo negociando con los británicos a escondidas. La cosa, dentro de todo, queda bien, aunque cuando Vergennes pregunta qué ha ganado Francia con su apoyo económico a Estados Unidos, Benjamin le responde que la gratitud eterna del pueblo norteamericano y hasta se atreve a pedirle más dinero…
Terminada la misión, Franklin regresa a Estados Unidos, un país que contribuyó a crear pero en el cual prácticamente no ha vivido. Se despide de Temple, quien se queda en Versalles luego de haber sido designado ministro de juegos por haberle ayudado a ganar una partida de ajedrez al hermano del rey y hasta desliza la posiblidad de ir a Inglaterra con su padre, a quien Benjamin, sin embargo, no está dispuesto a perdonar.
Se despiden en emotivo abrazo y, ya en el barco, Franklin se encuentra con Jacques, el amigo de Temple que prácticamente ha sido expulsado de su casa por su moral libertina y por robarle joyas a su madre. No tiene dónde ir, así que probará suerte en América y Franklin, en obvia autorreferencia, le dice que le recuerda a cierto muchacho…
Balance Final
La increíble actuación de Michael Douglas (llevada al punto máximo durante su convalecencia) sumada a la magnífica reconstrucción de época en decorados, peinados, maquillajes y vestuarios, hacen que el resultado final se lleve un aprobado. Ojo, no sin peros: las mayores debilidades han pasado por los personajes secundarios, particularmente algunos que han tenido papel decisivo hacia el final (como Jacques o Madame Helvétius), pero que no habían tenido antes el suficiente desarrollo para justificarlo.
Y en otros casos, como el Temple, hay un gran trabajo de Noah Jupe dando vida a un jovenzuelo cruzado por el despertar sexual y su búsqueda de un lugar en el mundo, pero la evolución final del personaje se resuelve de manera algo apresurada, sin que se sepa en qué momento pasa a adquirir la madurez que termina manifestando. Posiblemente sus experiencias lo hayan llevado a ese punto, pero entonces no se entiende por qué quedarse en Francia y hay, de hecho, alguna licencia histórica, pues en la vida real regresó a América con su abuelo y volvería a tierras galas unos años después; aquí se han saltado un paso…
La trama se ha vuelto particularmente atrapante a partir del quinto episodio y la segunda mitad de la miniserie supera claramente a la primera gracias a que el personaje principal tiene antagonistas más claros, como Adams y Jay. Las negociaciones mantienen la intriga hasta último momento y logran generar suspenso aun cuando ya se sepa cómo terminará la historia, lo cual es un mérito. Es en esos tres personajes o en otros directamente relacionados, como Bancroft o Vergennes (estupendos Daniel Mays y Thibaut de Montalembert), donde la serie ha tenido su mayor fuerza en contraposición con el tratamiento débil que ha dado a la mayoría de los personajes secundarios.
Y si algo confirma una miniserie como esta es lo equivocado de pensar que una trama basada en el diálogo sea aburrida y haga falta necesariamente acción. De la guerra en América solo hemos tenido destellos aislados o los ecos llegados a Europa, pero sin embargo ha tenido un lugar central en la historia, solo que resolviéndose mayormente en habitaciones cerradas. Y el que la diplomacia sea la que finalmente da fin al conflicto puede dar lugar a doble lectura en un mundo como el actual, con conflictos bélicos en los cuales el diálogo brilla por su ausencia.
Punto interesante: las ambigüedades. Franklin es hombre de palabra y no quiere decepcionar a sus amigos franceses, pero sabe por otra parte de la necesidad de un acuerdo urgente con los británicos para que su joven nación sobreviva. Y la amistad tiene un lugar importante, al punto de volver relativo cualquier juicio hacia el otro: sobre el final, Franklin revela que siempre supo que Bancroft trabajaba para los ingleses, pero sin embargo no permitió que ello fuera en detrimento del vínculo que les unía y hasta confió en él para pedirle que le hiciese una intervención quirúrgica.
Pero también, desde luego, tiene sus fantasmas y contradicciones, al punto que lo que perdona a su amigo (ser leal a la corona británica) es lo mismo que no le perdona al padre de Temple, es decir a su propio hijo. La diplomacia, claro está, es mucho más difícil de ejercer puertas adentro de la familia y Franklin ha logrado de hecho convencer a los británicos de llegar a un acuerdo y a los franceses de que no les ha traicionado, pero no ha tenido el mismo éxito en persuadir a Anne de casar a su hija con Temple.
Más allá de eso, la relación entre él y su hijo (a quien nunca vemos) queda algo neblinosa y nunca terminamos de saber si su decepción tiene que ver con la lealtad del mismo a Gran Bretaña o bien hay algo más, un punto que hubiera requerido mayor desarrollo y explicación.
Pero más allá de los detalles, Franklin termina siendo un más que digno drama histórico que ha cumplido su objetivo y permitido ahondar desde la ficción en una etapa no tan conocida del personaje histórico, por cierto estupendamente recreado por un Michael Douglas que, casi octogenario y lejos ya de revolcadas épicas con Sharon Stone o Glen Close (aunque tampoco es aquí ningún mojigato), muestra una madurez actoral que debería convertirlo al menos en nominado indiscutible para la próxima entrega de los Emmy.
Hasta la próxima y sean felices…