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Análisis de Perdidos en el Espacio, en Netflix. Temporada 3: el final

Y llegó finalmente a su cierre Perdidos en el Espacio, la serie de Netflix remake de aquella que en los años sesenta fuera producida por Irwin Allen y que tuviera ya una adaptación cinematográfica en 1998. Analizamos el final de una propuesta de ciencia ficción de formato familiar y visualmente deslumbrante.

Con su tercera temporada, se despidió Perdidos en el Espacio. Como siempre, nos produce tristeza decirle adiós a una serie con la cual la hemos pasado bien (al menos yo) pero, por otra parte, se agradece que haya tenido un final en lugar de una cancelación sorpresiva y abrupta como suele suceder con tantas otras, sobre todo considerando que las series futuristas y espaciales tienen altísimos costos de producción que a veces hacen inviable mantenerlas en pantallas.

De todas formas, en este caso, siempre estuvo claro que las temporadas serían tres: el showrunner Zack Estrin manifestó desde un comienzo que la serie estaba concebida como una trilogía con comienzo, desarrollo y final, coincidentes respectivamente con cada temporada.

Sorprende, eso sí, que se haya ido casi en silencio cuando creo que, por su factura técnica y concepción general, debería haber tenido algo más de repercusión, pero los caminos del streaming se mueven de maneras misteriosas y a veces es imposible prever qué tendrá éxito y qué no.

Perdidos en el Espacio es la remake de una icónica serie de los sesenta que, producida por Irwin Allen y acorde al espíritu de la época, estaba llena de absurdo e ironía. Era impensable, de todo punto de vista, hacer lo mismo hoy: el humor de esa maravillosa década puede quedar fuera de contexto, lo mismo que un robot más semejante a una nevera rodante que a un androide.

En esta adaptación desarrollada por Matt Sazama y Burk Sharpless, se ha mantenido el espíritu familiar, pero en un formato que se acerca, más bien, a las producciones de Steven Spielberg. Y no es una mención caprichosa ni exagerada: la producción es más propia de cine que de TV o streaming.

Si quieren tener un pantallazo general sobre la serie, les recomiendo leer el excelente artículo de mi compañero José. Y pasemos ya mismo a analizar estos ocho episodios que han conformado la temporada final, no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA.

El Origen

Esta tercera temporada encuentra a niños y adultos literalmente separados por años luz despúes de que, tal como viéramos al cierre de la temporada anterior, la nave de los primeros fuera a parar, una vez más, a un mundo desconocido.

Lo de “niños” es para esta altura un formalismo, ya que con tres temporadas y una pandemia a cuestas, algunos lucen bastante crecidos, siendo ello notable en Will Robinson (Maxwell Jenkins), su hermana Penny (Mina Sundwall) y su media hermana Judy (Taylor Russell), ya todos adolescentes de ley. Otro motivo más para que la serie se cerrara en algún punto…

Tanto el plan de unos como de otros es llegar finalmente a Alpha Centauri, objetivo inicial de la misión antes de que se perdieran, pero tras los sucesos de la segunda temporada, no es seguro intentarlo en la medida en que ello pueda servirle a los robots para encontrar la colonia humana: nos referimos, claro, a los guiados por SRA, ya que Robot se mantiene leal a Will.

El planeta al que han ido a parar los noventa y siete niños luce desolado sin que se sepa qué ha ocurrido. Hay un único valle, no obstante, que logra mantener algo de atmósfera y un ecosistema cerrado.

Una de las grandes novedades (no sé si sorpresa) es que la doctora Smith (Parker Posey) está viva y ayudando a los jóvenes: ha ido sufriendo una evolución desde aquella villana de la primera temporada (quizás porque perdió lugar ante SRA) y ahora hasta muestra algún rapto de humanidad.

Tanto Judy como Will descubrirán cosas en ese planeta: en el caso de la primera, una nave en órbita (la Fortuna) que se corresponde con la de su padre Grant Kelly (Russell Hornsby), desaparecido desde antes de que ella naciera: hablamos, claro, de su padre biológico, en el pasado pareja de Maureen Robinson (Molly Parker).

Si bien en un primer momento Judy le oculta el vínculo, a la larga no podrá seguirlo haciendo y ello devendrá, claro, en un emotivo encuentro entre padre e hija. Poco a poco nos iremos enterando que Grant estaba allí cumpliendo una misión tras haber sido descubierto un portal en el espacio que se abría y cerraba continuamente.

Pero mientras Judy se encuentra con su pasado personal y familiar, Will lo hace con el del planeta que están pisando: buscando titanio para dar impulso a la nave y así recuperar el rumbo, han dado con una antigua ciudad y con los restos de una civilización.

Al hallar también restos óseos, Will comprueba que se trata de criaturas con idéntico aspecto al de los robots alienígenas, lo cual viene a significar que sus constructores los hicieron a su imagen y semejanza. Ello crea, sobre todo en Will, la idea de que responden a un programa ya obsoleto que puede ser cambiado.

Como Moscas al Azúcar

A todo esto, con el titanio y la ayuda de su padre, Judy ha logrado volver a poner en funcionamiento la nave, lo cual les permite dejar el planeta e ir al reencuentro con los adultos. Pero ello tiene el aditamento de que Grant vuelve a verse con Maureen, su antigua pareja.

A decir verdad, esperaba un triángulo más tormentoso con John Robinson (Toby Stephens), pero aunque pareciera quedar alguna ceniza del pasado, no llega a haber tensión sexual entre Grant y Maureen ni tampoco conflicto a la vista entre esposo y ex: por el contrario, John reconoce a Grant haberle “dejado la vara alta” y este admite que sus logros representan poco en comparación con lo que se perdió.

Los Robinson están además impactados de volver a ver con vida a la doctora Smith, cuyo comportamiento se vuelve algo errático en esta temporada, en parte por el temor a quedar detenida por sus delitos. Para ser honesto, me gustaba más la Smith de la primera temporada cuando era una villana más definida; pareciera que en las dos últimas la han querido acercar más al personaje de la serie original, con algunos elementos humorísticos que aquí no me convencen mucho.

En cuanto a la historia pasada de Grant y Maureen, nos vamos enterando detalles que ayudan a entender también la de Judy: la misión en que él fue enviado estaba programada para décadas y, no habiendo garantía de regreso, Maureen prefirió ocultarle la verdad a su hija para que no creciera abrazando la vana esperanza de que su padre pudiese estar vivo en algún lugar de la galaxia.

Pero el reencuentro entre niños y adultos también tiene su parte negativa: la llegada de los robots en busca del motor alienígena que los colonos tienen en su poder. Tal como se dice por allí, “la tecnología los atrae como moscas al azúcar”. Pero hay más: su programación incluye un sistema de escaneo que les permite deconstruir el camino de cualquier criatura a partir del acceso a su experiencia y así es como obtienen de Don West (Ignacio Serricchio) la ubicación de Alpha Centauri.

Will cree que aún se puede lograr que SRA y los suyos cambien de actitud: lo que pretende es hacerles conocer el hecho de que están respondiendo a una programación antigua que ha quedado obsoleta al morir sus creadores.

Sin embargo, se encuentra con una sorpresa: fueron los propios robots quienes masacraron a la especie que los diseñó y, en este punto, se me hace imposible no pensar en Battlestar Galactica (el reboot de 2004), aunque, claro, con un enfoque más acorde al tipo de propuesta: menos oscuro y filosófico.

Will es herido en el corazón por SRA, quedando en grave estado de salud y con peligro de muerte. Ello motiva viajar a Alpha Centauri antes de lo esperado para que pueda ser atendido con las debidas condiciones. Y detrás, obviamente, van los robots.

La colonia está bajo ataque y Don logra mantenerlos a raya con un campo eléctrico, pero no hay suficiente combustible para sostenerlo por mucho tiempo. Maureen explora la posibilidad de utilizar un antiguo sistema de defensa diseñado para la eventualidad de una invasión desde el otro lado de la grieta.

Will, muy desmejorado, sigue creyendo que aún se puede despertar algo en los robots y, de hecho, Penny logra que algunos de ellos cambien de bando tras asistirlos con sus “heridas” de combate.

Confiar

En una Jupiter guiada por Smith, Will lleva a Robot a “hablar” con sus semejantes, pero sin demasiado éxito. Sabiendo que el joven está cerca de su muerte, Robot le apoya uno de sus enormes dedos y le dice una frase que será clave en la definición de la historia: “confiar, Will Robinson”. De hecho, Confiar (trust) es el título del último episodio.

Tras ello, se deshace como si fuera de arena ante la desolación del joven, quien percibe que le ha traspasado su energía para salvarle la vida, aunque no entiende por qué lo hizo. “Tú sabes pór qué” le replica Smith y, en efecto, un escaneo muestra que ahora el joven tiene un corazón mecánico: la simbiosis entre ambos es ahora mayor que nunca.

Will llega al auxilio de sus padres que, en un rover, han salido de la colonia llevándose el motor, pero han sufrido un accidente y quedado a merced de los robots. Pero también los ha encontrado SRA, quien repitiendo su cantinela de “matar amos, matar corazón” vuelve a clavar a Will el dedo en el órgano vital.

Y es ahora cuando el plan de Robot pasa a entenderse: tal como dice Will, había previsto que SRA volvería a atacarle el corazón. Se inicia una transferencia entre ambos por la cual este último va virando del naranja al azul hasta que, cuando el proceso termina, ya no es SRA sino Robot.

¿Fin?

La colonia necesita unas cuantas reparaciones y reajustes, pero la amenaza ha sido neutralizada y liberados de sus programas los robots alienígenas, que ahora gozan de libre albedrío: algunos de ellos optan por quedarse y otros por marcharse en busca de nuevos destinos.

Smith ha firmado su confesión y tiene que ir a prisión pero, con ello y con lo que ha hecho por los niños, se ha ganado el respeto de Maureen, quien va a visitarla y la invita a buscarla cuando salga.

La familia Robinson está reunida y afincada finalmente en Alpha Centauri, Robot incluido, pero tal como Penny escribe en su libro de memorias, a la larga siempre se terminan perdiendo (y el apellido, me permito agregar, condiciona a ello).

De hecho, habiendo completado cien horas de vuelo, Will está en condiciones de salir al espacio por cuenta propia y así lo hace en compañía de Robot: les vemos a ambos de pie en un mundo extraño mientras, como lo hiciera desde el inicio desde el inicio de la serie, Will graba su mensaje y dice que no tienen la menor idea de dónde están exactamente, pero que es hermoso.

Penny da punto final a sus memorias escribiendo el clásico fin, para arrepentirse un instante después y cambiarlo por un “fin del capítulo 1”, lo cual nos deja la esperanza de que el universo de Perdidos en el Espacio sea retomado más adelante: ¿quizás un spin-off? Ojalá…

Balance Final de la Serie

Tal como antes dije, me sorprende que Perdidos en el Espacio no haya tenido más repercusión que la que tuvo. Interpreto que sí habrá tenido su público o no hubiera llegado a las tres temporadas, pero creo que mereció más palabras que las que se le dedicaron.

No es The Expanse ni la ya mencionada Battlestar Galáctica: no vas a encontrar aquí profundos planteos políticos y filosóficos. Como he señalado, es una serie para toda la familia y abreva mucho en las películas de los ochenta de Steven Spielberg u otros realizadores salidos de su clan. De hecho, la simbiosis entre Will y Robot hace recordar mucho a la de Elliott y E.T.

Donde quizás se quede floja la comparación es en el manejo del humor: a diferencia de aquellos filmes, la mayor parte de los gags no son muy graciosos aun cuando Parker Posey e Ignacio Serricchio hagan todo su esfuerzo para que una delincuente en fuga y un ex contrabandista muevan a la risa.

Si se quita eso, Perdidos en el Espacio nos ha presentado una historia en la cual, a lo largo de sus tres temporadas, no ha dejado prácticamente personaje alguno sin trabajar ni desarrollar: a cada uno de ellos lo hemos conocido profundamente en sus conflictos, temores o motivaciones, lo cual siempre es un logro.

Es cierto que la serie entroniza valores casi de manual, como la unión familiar, la cooperación y, fundamentalmente, la confianza. Pero volvemos a insistir en que es un producto familiar que debe ser tomado como tal y cuando decimos “familiar”, no hay que cometer el clásico error de asociar con “historia llorosa para débiles mentales”. Es un producto sumamente prolijo, bien presentado y fundamentalmente entretenido que puede ser consumido tanto por un niño de diez años como por un abuelo de ochenta: no es poco.

La música de Christopher Lennertz juega también parte importante y es un gran acierto haber usado para la intro el tema que John Williams compusiera para la injustamente poco valorada adaptación cinematográfica de 1998: una forma de hacer justicia y que no sea olvidada del todo… además de otro guiño a los filmes de Spielberg. Y ya que hablamos de música, se me detuvo el corazón cuando Will Robinson encendió el estéreo del rover y, en un paisaje alienígena y extraño, comenzaron a sonar los acordes de Tom Sawyer, de Rush.

Por último pero no menor, no puedo dejar de destacar la parte visual, tanto en la bellísima fotografía como en la recreación de los distintos mundos que hemos recorrido, sin olvidar el magnífico diseño de los robots ni la impresionante andanada de efectos especiales propia de una producción cinematográfica. Netflix no ha escatimado en gastos, lo cual se nota y agradece.

En fin, dado que han llegado hasta aquí a pesar de mi advertencia spoiler del comienzo, doy por sentado que, al igual que yo, han visto la serie completa. Mal puedo, entonces, recomendarles que la vean, pero no estaría mal que, si comparten la valoración hecha en este artículo, la recomienden a otros.

Además, repito que si bien la trama principal se ha cerrado sobradamente, hay alguna puerta como para continuar algún día o bien abrir un spin-off.  ¿Qué será de los viajes de la dupla Will-Robot? ¿Cómo se desarrollará la colonia de Alpha Centauri?  ¿Qué hará Smith cuando salga de prisión?  ¿Triunfará Penny como escritora?  Son todos caminos válidos que bien podrían algún día ser explorados; esperemos que sí…

Perdidos en el Espacio es, fundamentalmente, una serie optimista. Y nunca viene mal recuperar algo de luz cuando todo se vuelve, por momentos, demasiado oscuro

Hasta pronto y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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7 COMENTARIOS

  1. A mi me ha gustado. Una serie infantil (en el buen sentido) MUCHISIMO menos infantil (en el mal sentido) que muchísimas actuales para adultos o adolescentes. Una buena historia con un buen ritmo. Ya no se ni cuando fue la última vez que vi una peli o serie infantil de calidad y no para… me ahorraré el calificativo… v.v

    Por poner alguna pega, en los últimos epis se nota un poco “correquetepillo” por cerrar tramas… presupuesto? guión? nose… pero yo se lo perdono porque en general la serie mola. 3 temporadas sin bajar el listón, no como por desgracia otras muchas que seguía con interés.

    Offtopic:
    No habéis hecho crítica de cowboy beebop?? o es que se me ha pasado a mi? Es para ir de cabeza y echarle flores a la única adaptación de ese palo que he visto y me ha convencido 200% 😀

    Saludos

  2. Hola Peter: gracias por comentar. Sí, coincidimos por completo. Me hubiera gustado que hubiera tenido más llegada, pero en fin… Debemos conformarnos con que hemos tenido un cierre para una serie que, tal como dices, es “infantil en el buen sentido”.
    Con respecto a Cowboy Bebop, he consultado recién en la web para ver si alguno de mis compañeros había hecho algo, pero no, tienes razón… Les transmitiré tu inquietud y quizás se subsane pronto esa omisión.
    Gracias por el valioso aporte. Un saludo y que estés bien!

  3. Muy buena la serie.e ja gustado. Coherencia entre todos los capítulos.
    Solo una cosa en el último capítulo: “Confía”
    Will después que se desintegra Robot y no vi ninguno de sus semejantes subir a su Júpiter como cuernos regresa a Alfa Centauro.

    • Hola Daniel: gracias por comentar y me alegro de que coincidamos en la apreciación de la serie. Con respecto al detalle que mencionas y tal como yo lo interpreto, la Jupiter regresa pilotada por Smith, que, de hecho, ella dice interpretar el “confía” como que confiaran en poder seguir sin él. No sé si es esa tu duda; de todas formas, te doy la razón en que ese aspecto en particular está poco explicado y se pasa demasiado rápido de un mundo a otro. Gracias por el aporte y que estés bien!

      • El tema es para pasar de un mundo a otro es necesario un motor y un androide alienigena que abra el espacio; y nuestro Robot fue pulverizado cuando curó a Will.

  4. El tema es para pasar de un mundo a otro es necesario un motor y un androide alienigena que abra el espacio; y nuestro Robot fue pulverizado cuando curó a Will.

    • Hola otra vez Daniel. Claro, pero yo interpreto que es por el corazón que ahora tiene Will. Está en simbiosis con el robot y dice que puede percibirlo; a eso hacía referencia Smith, creo yo, cuando decía que Robot quizás quisiera decir que podían confiar en arreglárselas sin él. Pero no hubiera estado mal que lo explicasen algo más: toda esa parte fue algo apresurada. Gracias por el comentar y por el aporte! Un saludo

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