“Rest and Ricklaxation”, el episodio que nos ocupa hoy es el sexto de los diez que vamos a tener en esta tercera temporada. A diferencia del capítulo anterior, aquí la aventura y el protagonismo recaerá de nuevo en Rick y Morty.
Todo comienza con Morty en el instituto escuchando que Jessica, la típica tía buena de instituto, está soltera. El jovencito intenta hablar con ella, pero tanto sus nervios como su abuelo se lo impiden. Rick lo necesita para una misión. La misión lleva a la pareja casi a la muerte y aunque salen victoriosos, ambos sufren un ataque nervioso; Morty porque es un maldito cobarde y Rick porque sabe que si siguen vivos ha sido un golpe de suerte, no lo tenía controlado.
Para intentar relajarse y volver a la normalidad (a su concepto de normalidad), Rick y Morty se toman unas vacaciones en un spa intergaláctico. Las diferentes actividades que se proponen en este complejo parecen ser la mar de útiles y sobretodo una máquina de desintoxicación que será la que impulse las peripecias de este episodio. Como su propio nombre indica, es una máquina para desintoxicar, para eliminar toxinas del cuerpo. La gracia viene cuando esas toxinas que limpia del cuerpo de Rick y Morty pasan a tener una identidad propia. Sí. Cuerpos con un recubrimiento que recuerdo al moco cotidiano, atrapados en su propia cárcel de moco. A La Tierra llegan dos personas nuevas, cambiadas, un Rick y un Morty limpios; sanos; felices. De esto va el capítulo, de explicitar la parte buena y la parte mala de ambos personajes. En el mundo de moco hay un Rick que no para de proferir insultos, un Rick pedante y egocéntrico hasta el puto de autoproclamarse Dios en varias ocasiones. Aun así, por supuesto, sigue siendo un genio. El Morty del mundo del moco es más depresivo que nunca, miedoso, se odia a sí mismo. Los mayores defectos de los protagonistas ampliados con lupa.
Volviendo a nuestro planeta, el Rick limpio se muestra excesivamente educado y respetuoso. Sigue siendo listo, pero al parecer no tanto y continua con su visión nihilista, pero en una esfera de tolerancia extrema, llegando al punto en el que puede respetar hasta la destrucción de un planeta por el simple hecho de defender la libertad de las otras personas para hacer lo que quieran. Morty limpio es el que cambia de forma más significativa. Podemos suponer que así sería Morty si no tuviera miedo, si viviera sin complejos y si se preocupara solo por su propia felicidad. Es decir, un individuo sin ninguna traba para triunfar. El triunfo en el sistema capitalista actual es: ganar mucho dinero y que la gente te quiera. Morty, sin escrúpulos, se convierte en un gran agente de la bolsa. También es un casanova de mucho cuidado, aunque sea un puto parlanchín que no se calla nunca. Ocurre algo parecido a Sancho Panza y Don Quijote; se intercambian los papeles; Rick pasa de ser egoísta a ser un bonachón y Morty justo lo contrario.
Esto no acaba aquí. El Rick y el Morty de La Tierra son engañados y ambos personajes de la cárcel del moco vuelven a nuestro planeta. Pelean los cuatro y al final la versión tóxica decide contaminar toda La Tierra. Decisión bastante buena para criticar algunas cosas. Vemos una iglesia contaminada en la que el sermón se interrumpe para fornicar entre ellos (hombres con hombres) y proclamar que Dios es una mentira para conseguir dinero. Vemos a unos obesos saliendo de unos establecimientos de comida para comer desde la basura. Aquí algunas personas verán gordofobia: “todos los cuerpos son igualmente válidos”. Perfecto. El 33% de los adultos en EEUU son obesos. Comer basura, que es lo que refleja la escena, no es bueno, ni saludable ni una técnica del patriarcado para sodomizar a las mujeres. Es una droga y hay que señalarla y como hace Rick y Morty, criticarla.
Volviendo al tema que nos ocupa. En este punto, el Rick terrestre se da cuenta que una máquina (desintoxicadora) no tiene la capacidad para discernir lo bueno de lo malo en cada individuo, ya que esto es más una decisión propia. Recogeré una famosa frase del filósofo Sartre: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Esto significa que sí, ciertamente tenemos un pedazo de ser preconcebido. Nuestra genética nos predispone a hacer algo o a ser alguien, pero la última palabra siempre será nuestra. Nuestros círculos, nuestra educación, la sociedad en la que vivimos, la cultura que consumimos… nos predisponen, pero no pueden obligarnos de ninguna manera. Eso dijo Sartre y eso dice Rick Sánchez. Y así es como se da cuenta de que, para destrozar al Rick malo, debe tener algo de maldad. A veces para conseguir la paz hace falta la guerra. Así, renovado, Rick golpea a Morty, hace algo malo porque puede hacerlo.
Ambas parejas se enfrentan de nuevo pero esta vez el Rick limpio es más astuto y consigue su objetivo: juntarse con su otro yo. No reniega de su maldad, la toma para sí, porque sabe que él es eso y porque, como he dicho antes, no importa del todo porque siempre podrá tomar sus propias decisiones.
En este momento también se plantea de nuevo una pregunta que ronda muchos capítulos: ¿Rick quiere a Morty? Y efectivamente, hasta la parte maligna muestra preocupación por Morty. Lo niega, por supuesto, porque no podría reconocer que se preocupa por alguien, pero se preocupa por su vida.
Todo acaba como empezó: Rick saca del instituto a Morty porque lo necesita para otra misión. Todo vuelve a la normalidad (a su concepto de normalidad). La moraleja es: todos somos malos y todos somos buenos (salvo por los guionistas de Death Note que solo son malos). Y en nosotros está el decidir qué es bueno y qué es malo y actuar en consecuencia.