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Análisis de Star Trek: Discovery. Temporada 5. Episodio 4

Nuevo episodio de Star Trek: Discovery y por lo tanto nuevo análisis. Nos toca hoy el cuarto, que no solo sigue reconectando con la franquicia sino que además rinde homenaje a la propia serie ahora que transita su temporada final. Creada por Bryan Fuller y Alex Kurtzman, la misma puede ser vista por Skyshowtime para España y por Paramount+ para América Latina.

Hola otra vez, trekkies y no tan trekkies. Si algo queda claro es que la quinta temporada de Star Trek: Discovery comienza a transitar terreno de despedida. Enfrentar lo Extraño, su cuarto episodio, así lo demuestra, pues no es que hayamos avanzado gran cosa (casi nada) en cuanto a la trama principal, pero la excusa del viaje temporal ha servido para revivir temporadas anteriores y hasta traernos un enfrentamiento entre la Michael de la primera y la de la quinta que nos hace tomar conciencia de cuánto ha cambiado y cuán distinta era en sus comienzos, cuando aún era una rebelde amotinada que no podía soñar con ser capitana de la Discovery.

Pero pasemos mejor a ver qué nos ha dejado este episodio, no sin antes advertir que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA ni dejar de recordar que pueden leer aquí nuestros análisis previos.

El Precio de la Libertad

El inicio del episodio nos retrotrae quince horas antes del final del anterior, con Moll y L’ak negociando con un traficante por algún dispositivo del que nada sabemos, pero del cual este decide aumentar su precio a último momento. Ya sabemos para esta altura que Moll es una muchacha astuta y se anticipa a todo, así que previendo que haría eso, le ha envenenado y así logran quitarlo de en medio y quedarse con lo que buscan.

Por primera vez vemos discrepar a Moll y L’ak, que hasta aquí parecían tirar en la misma dirección. A él se le advierte pesimista con respecto al futuro que, según dice, les está cercando contra un muro. Por el contrario, ella se muestra optimista y, antes de besarlo, le dice que la tecnología de los Progenitores les hará libres y ya no tendrán que vivir huyendo y con precio a sus cabezas. Dicho ello, le insta a tomar prisa porque la Discovery no estará durante mucho tiempo más en Trill

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Cronófago

También Michael y Rayner muestran su primer conflicto desde que él fuera nombrado por ella como primer oficial en la Discovery. Para hablar en privado, se transportan fuera del puente y Rayner manifiesta a Michael que le molesta su tendencia a escuchar en demasía a su tripulación o sumarse a sus charlas más triviales que, según él, nada aportan.

Michael le remarca que lo que parece trivial puede no serlo cuando se trata de manejar una tripulación que, a diferencia de lo que él considera, es muy disciplinada. Además le recuerda que es ella quien da las órdenes, por lo que las cosas se hacen a su modo: se contradice un poco con lo que antes le manifestara sobre contar con que no siempre diera el sí a todo. Rayner acepta de mala gana, aunque dejando la pregunta de qué pasaría si el modo de él fuera mejor que el de ella. No hay respuesta…

A todo esto y usando a Adira, Moll ha logrado introducir a la Discovery el dispositivo “comprado” al traficante. Se trata de un “bicho temporal”, especie de insecto que corre por entre las instalaciones de la nave y, según advierte Stamets, por momentos desaparece.

Para cuando Michael y Rayner regresan al puente, ya es tarde: el bicho ha hecho de las suyas. La tripulación (incluso Saru) está en el piso inconsciente y luciendo uniformes antiguos. Todo está cambiado, las luces parpadean y la Discovery daría impresión de estar transitando un agujero de gusano.

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Pronto se hallan en dique seco y en el siglo XXIII, cuando la nave estaba siendo puesta a punto. Pero allí no se detiene la cosa: momentos después se hallan en plena batalla contra Control, aquella inteligencia artificial desarrollada por la Sección 31, lo cual nos lleva a la segunda temporada. Y un momento después se están enfrentando a Osyraa y los piratas de Orión; Stamets está a un paso de perder la vida y termina salvado por Reno, con quien tuviera un tenso cruce en el episodio anterior pero eso fue en otro tiempo y en este ella ni siquiera le conoce.

De allí al siglo XXXIII, para encontrarse con una Discovery de ventanas cerradas y un interior cubierto de polvo mientras en el ambiente suena Qué será, será en la versión de Doris Day de 1956 y una Zora de tono triste (si es que tal cosa cabe a una inteligencia artificial) les anoticia de que ya todos ellos han muerto y la tecnología de los Progenitores, finalmente, ha caído en manos equivocadas, lo que pueden confirmar al mirar al exterior y ver la sede de la Federación destruida en mil pedazos que flotan en el espacio…

El panorama no puede ser más devastador y la Discovery parece estar saltando en el espacio y el tiempo fuera de todo patrón y control. Rayner lo relaciona con lo que llama cronófago Krenim, dispositivo remanente de la Guerra Temporal y en su momento utilizado para lanzar a las naves enemigas hacia un torbellino espacio-temporal que las sacara momentáneamente de batalla. No es deus ex machina: se trata de una nueva conexión con arcos algo olvidados de la franquicia y que en este caso particular remite a Star Trek: Voyager (temporada 4, episodio 4).

Trabajo en Equipo

A Michael se le ocurre que el único que podría ayudarlos es Stamets, ya que debido a su ADN de tardígrado (Rayner la mira sin entender), vive fuera del tiempo y no es por lo tanto víctima de bucles ni saltos temporales o, mejor dicho, puede atravesarlos con conciencia de los mismos, tal como les sucede a ellos por haber estado afectados al transporte en el momento de producirse el ataque del cronófago contra la Discovery.

El problema, claro, es que deben encontrar una época en que Stamets esté vivo y a tal fin Zora les ayuda a reconstruir el patrón de los saltos temporales y espaciales de la Discovery que, una vez establecido en su forma cónica, les permite regresar al siglo XXIII. Por aquellos días, a Stamets se le veía más malhumorado y en efecto, le vemos actuar ese rol para comportarse de modo creíble a los ojos de sus compañeros de entonces.

Abordado y puesto al tanto de la situación por Michael y Rayner, manifiesta que la forma de neutralizar el efecto es con un estabilizador crónico, pero para ello se requiere eliminar al cronófago y no hay forma de hacerlo mientras la nave esté sujeta a saltos tan poco espaciados. La solución es someterlo a la relatividad del tiempo externo a la nave, lo cual solo puede lograrse desactivando la burbuja warp para no darle tiempo suficiente a hacer de las suyas entre salto y salto.

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Entremedio, Michael tiene un par de encuentros. Uno de ellos es con Book, pero en su versión del pasado; parecen ir hacia un momento íntimo, pero debe contenerse en virtud de la urgencia de la situación. Le costó…

El segundo encuentro es más preocupante, pues es con ella misma, pero en su versión antigua, es decir, la Michael rebelde y belicosa del principio de la serie. Por mucho que intente convencerla de que viene del futuro, no tiene éxito y su homóloga del pasado la toma por una cambiaformas sin creerse ni por asomo que ella pueda llegar a ser capitana el día de mañana. Acaban trenzándose en lucha que recién finaliza cuando la Michael del futuro logra dejar inconsciente a su versión joven con el toque vulcano. A pesar de que ya no la oye, le anima a nunca darse por vencida ante el futuro que se le avecina por más oscuro que se le presente.

Para inhabilitar la burbuja warp, necesitan la ayuda de la tripulación, por lo que Michael y Rayner se dirigen al puente con la difícil tarea de convencer a sus integrantes de que ella es su capitana del futuro. Ante la obvia incredulidad, Michael comienza a contar cosas del pasado de cada uno que solo alguien muy allegado podría conocer y el momento más fuerte es cuando debe decirle a Airiam (Hannah Cheesman) que morirá sacrificándose por la tripulación.

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Sus palabras surten efecto. Todos quedan convencidos y particularmente Airiam, quien reconoce que ese sacrificio es efectivamente algo que ella haría. El equipo se aboca, por lo tanto, a desactivar la burbuja al tiempo que Rayner, notablemente cambiado, se pone a disposición de Stamets para ayudarle con el estabilizador. Pero hay más problemas: la Michael joven ha vuelto en sí e irrumpe armada en el puente junto al teniente Rhys, siendo esta vez el propio Rayner quien, utilizando el método antes puesto en práctica por su capitana, consigue convencerlos al evocar cosas que sabe de ellos.

Y todo vuelve a foja cero: el dislate temporal ha terminado y la cosa vuelve a la normalidad en la Discovery habiendo pasado solo seis horas que, desde ya, han permitido ganar tiempo a Moll y L’ak, por lo cual hay que ir cuanto antes tras ellos. Rayner está definitivamente distinto: lo ocurrido le ha hecho ver cuán importante es conocer a la tripulación, como también trabajar en equipo en lugar de hacerlo aisladamente.

Balance del Episodio

Ya para esta altura podemos decir sin temor a equivocarnos que estamos viendo la mejor temporada de la serie y creo que no caben dudas de que este ha sido hasta aquí el mejor episodio de la misma. Los problemas del pasado para encontrar una cierta consistencia han quedado atrás y la serie se mueve ahora muy cómoda al relacionarse con otras o, como aquí hemos visto, con el propio devenir que le ha hecho llegar hasta aquí.

En efecto, siguen apareciendo vinculaciones con otras series: primero fue TNG al retomar el arco de los Progenitores (fundamental en esta temporada), luego fue DS9 al traer de regreso el ritual Zhian’ Tara y ahora es el turno de STV al recuperar al cronófago.

Los viajes temporales, lo sabemos bien, no son ajenos a la franquicia. Por el contrario, forman parte de la misma desde los tiempos de la serie original y, de hecho, La Ciudad en el Límite del Tiempo (quizás su episodio más icónico, conocido en Latinoamérica como La Ciudad al Borde de la Eternidad) tenía mucho que ver con ellos. Pero aquí han servido particularmente para que podamos contrastar a los personajes con sus versiones pasadas y tomar conciencia de los cambios que han experimentado, casi como si ya para esta altura fueran nuestros hijos.

Ello ha permitido entregar buenas actuaciones, pues tanto Sonequa Martin-Green como Anthony Rapp han debido rescatar lo que ya no son e incluso, en el segundo caso, actuarlo dentro de la ficción misma. Hay también un delicado trabajo de maquillaje para caracterizarlos físicamente, pues Michael no luce fisonómicamente hoy como al principio de la serie y lo mismo cabe para Tilly (Mary Wiseman), que aquí volvió a verse como en la primera temporada. Y no se puede dejar de mencionar la factura visual del episodio, cuyos efectos han estado por encima de la media.

Vuelvo a insistir en el tono de despedida que la serie va tomando a medida que se acerca a su final y qué mejor que hacerlo rindiendo homenaje no solo al resto de la franquicia sino también a la propia STD, que ya acumula nostalgia por derecho propio.

Es posible, de todos modos, que algo de lo que en esta entrega hemos visto nos genere dudas o encontremos aparentes contradicciones que en realidad no lo son. La mayor quizás sea por qué Stamets no se encuentra con una versión joven suya como sí lo hace Michael, pero no hay que olvidar que su caso es enteramente distinto…

Si Michael y Rayner quedaron atrapados en los saltos temporales teniendo conciencia de los mismos, ello se debió a que, como fue dicho, estaban transportándose al momento del ataque del cronófago: bastante fortuito, pero no incoherente. Lo de Stamets es otra cosa: su ADN de tardípedo le hace vivir fuera del tiempo, por lo que nunca puede encontrarse con una versión suya anterior ni futura ya que, esté en el tiempo en que esté, sigue siendo único y siempre el mismo…

La otra duda es si al contarle Michael a Airiam sobre su final, no terminará influyendo en la decisión de autosacrificarse que tomará esta en la segunda temporada (episodio 9). La respuesta es no: como nos fue dicho, todo vuelve a cero una vez que el cronófago ha sido eliminado, lo cual significa que el tiempo retoma el devenir que llevaba antes del primer salto. Ello hace que, salvo Michael, Rayner y Stamets, el resto no van a recordar nada de lo ocurrido porque es como si nunca lo hubieran vivido. El autosacrificio de Airiam, entonces, responde por completo a una decisión suya propia y no a influencia externa…

Por último, el episodio ha servido para hacer ver a Rayner lo importante de escuchar a los demás y valorar su aporte. Y aunque todavía nos quedan pistas para seguir el rastro de la tecnología de los Progenitores, es de creer que lo que de aquí en más venga lo harán trabajando todos juntos…

En concreto, un gran episodio para una temporada que va muy bien y una serie que, bienvenido sea, ha encontrado definitivamente su lugar en la franquicia. Si tengo que poner una objeción es que me hubiera gustado volver a ver a Jason Isaacs en el papel de Lorca, a quien se menciona pero no aparece.  Otra: ¿no debería Zora haber detectado la presencia del cronófago?

A ver qué nos trae el próximo episodio, con el cual estaremos ya llegando a mitad de temporada. Hasta entonces y sean felices. Larga vida y prosperidad…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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