Seguimos analizando la serie Tales of the Walking Dead que, creada por Scott M. Gimple y Channing Powell, recorre en formato unitario y autoconclusivo distintas historias ligadas al universo de la franquicia. Hoy le toca al cuarto episodio, cuyo título es Amy/ Dr. Everett.
Bienvenidos, una vez más, a revisitar el universo TWD en la forma especial en que lo hace Tales of the Walking Dead, donde cada entrega nos ofrece no solo una historia diferente, sino también una óptica diferente sobre el apocalipsis zombie. Se puede decir que Amy/Dr. Everett, episodio que hoy nos ocupa, es el más filosófico de los que hasta aquí llevamos vistos.
Pasemos ya mismo a analizarlo advirtiendo que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA y recordando que pueden leer aquí nuestros análisis previos tanto de esta serie como de las otras de la franquicia:
. Análisis de Tales of the Walking Dead.
. Análisis de The Walking Dead.
. Análisis de Fear the Walking Dead.
. Análisis de The Walking Dead: World Beyond.
Homo Mortuus
El episodio comienza casi como un documental de Animal Planet, tanto que, por algunos segundos, creemos estar viendo algo equivocado. Mientras las imágenes nos muestran distintas especies en su entorno natural, el relato en off nos habla de la cadena alimenticia y la aparición de un depredador mayor que cualquiera antes conocido y al cual llama Homo Mortuus: se refiere, evidentemente, a los caminantes.
Nos explica, no obstante, que estos tienen un enemigo y es el propio ser humano, particularmente los cazadores de cráneos que se dedican a decapitarlos: se advierte en sus palabras y tono un desencanto con la humanidad en general. Pronto sabemos que quien habla es el doctor Everett, científico que, en una zona conocida como Sector Muerto, se dedica a estudiar a los caminantes, particularmente su psicología y patrones de comportamiento, a través de seguir a un sujeto en especial al que denomina “espécimen 21”.
Por los drones, descubre en la zona a una mujer a la que le falta un brazo y está siendo atacada por caminantes. Al principio, no muestra intención alguna de intervenir hasta que parece advertir algo y acude en su ayuda para sacarla de allí camuflada bajo una piel de “homo mortuus”.
Everett se muestra hosco y parco, proyectando en la joven su desprecio por la humanidad. Le ha salvado la vida, pero no hará nada más: simplemente, la deja en los bosques para que encuentre a “su gente” ya que, según ella dice, está a la busca de un asentamiento de colonos que quieren poblar la zona, cosa que a él no le gusta.
Pero la muchacha, cuyo nombre es Amy, está mal de salud debido a un envenenamiento por comer bayas. Con el estómago revuelto y víctima de vómitos, va en busca del refugio de Everett que, en realidad, es un puesto de guardabosques. A duras penas logra subir la escalera escapando a las garras de los zombies y, una vez en la casa, Everett la auxilia y asiste aun a pesar suyo y más para que se largue pronto que por ayudarla.
Amy se interesa por sus investigaciones y, siempre con pocas palabras, él le muestra que está haciendo una antena de seguimiento y que se dedica a estudiar los patrones de comportamiento del “homo mortuus”. Ella no le ve sentido: a su juicio la única psicología que guía a los mordedores (tal el nombre que les da y que molesta a Everett) es simplemente devorar humanos y ya.
Él lo ve como simplista y le habla de la necesidad de que la naturaleza siga su curso así como del espécimen 21, en quien ha advertido patrones extraños de solidaridad con el resto al actuar como una especie de guía de la manada e, incluso, resignar alimento en favor de ellos. Amy detecta que hay algún vínculo entre ambos y Everett nada dice, pero empieza a estar claro que algo oculta…
Sin embargo, él ha perdido el rastro del mencionado espécimen y la razón es que ella, sin saberlo, destruyó su transmisor al momento del ataque. Es entonces cuando Amy se entera que fue el espécimen 21 quien la atacó y que la intervención de Everett no tuvo como objetivo salvarla a ella sino a él.
Una vez recuperada Amy de su afección, él la insta a marcharse para que encuentre a su gente pero, de camino, ella encuentra rastros del espécimen 21 y deja marcas en los árboles como para señalizar las zonas en que se mueve. Regresa entonces en busca de Everett y le propone un pacto: le da los datos de paradero del espécimen 21 a cambio de los de ubicación del asentamiento que busca.
Evolución
Llegando a un acuerdo, salen juntos a los bosques y comienza a establecerse entre ambos alguna química que nos hace pensar que transitamos un rumbo semejante al de las dos primeras entregas en que personalidades antagónicas terminaban haciendo equipo; sensación equivocada: los tiros no van por allí…
Él queda gratamente impresionado por los conocimientos de Amy en biología, lo cual queda en evidencia cuando su rostro se enciende al ver un ejemplar de paloma crestada Victoria, especie en peligro de extinción; ya antes había reconocido en su casa un cráneo de homo erectus.
Entrando entonces en confianza, Everett le cuenta más de sus investigaciones: resulta que el Sector Muerto es una especie de santuario natural en el que sobreviven animales escapados de zoológicos tras el apocalipsis y que, según afirma, han crecido en tamaño al estar fuera de la acción del hombre.
El diálogo es interesante y gira acerca de si los caminantes están fuera de la naturaleza o son, como Everett sostiene, parte de la misma. Amy se pregunta qué pasará con ellos cuando la humanidad haya desaparecido: los destinos de ambas especies están entrelazados, lo cual Everett ve como gran paradoja. Todas cuestiones hasta ahora poco tratadas en las otras series, pero sobre las que quizás nos hayamos preguntado…
Él termina admitiendo que sí conocía al espécimen 21 antes de ser homo mortuus: se trata del doctor Moseley, compañero suyo de investigaciones que terminó muriendo por cáncer y que, antes de fallecer, pidió ser utilizado como sujeto de investigaciones una vez reanimado. Así y a pesar suyo, acaba reconociendo que hay un fuerte componente emocional y no solo racionalidad científica en su obsesión. Le pide a Amy que siga su trabajo cuando él ya no esté del mismo modo que él siguió el de su amigo, pero ella sigue sin interés en estudiar a los “mordedores”.
Al acercarse al asentamiento y por el vuelo de los buitres, Everett descubre que el mismo se halla en una rutas de migración de los caminantes, lo que equivale a decir que están condenados. Se decepciona y estalla en furia, no obstante, al ver un cuerpo decapitado junto al perímetro, lo que Amy justifica con que se vieron obligados a hacer alianza con los cazadores de cráneos para mantener la zona despejada y a salvo.
Oyen en eso el desesperado grito de dos mujeres atacadas por caminantes y ella quiere intervenir, pero él la detiene argumentando que no hay que interferir con la naturaleza: algo así como no salvar a una gacela del ataque de un león.
Ella entra en desesperación y está claro que conoce bien a las dos mujeres, para esa altura carne de sus atacantes. Logra liberarse de Everett y, furiosa, corre a terminar con los mismos mientras él descubre en uno de ellos al espécimen 21. En medio de la confusión y el entrevero, él acaba herido y el espécimen en el río. Intenta salvarlo, pero un gran cocodrilo emerge para devorarlo antes de que pueda hacerlo.
Ambos han perdido a los suyos: él a su amigo y ella, por lo menos, a una de sus amigas. Everett queda conmocionado y sin rumbo en tanto que ella se marcha por los bosques abriéndose camino entre zombies. Cuando la vuelve a encontrar, está convertida en uno de ellos y quiere morderlo mientras él detiene el ataque e intenta capturarla, evidentemente como nuevo sujeto de prueba.
Balance del Episodio
Una de las cosas buenas de las series de formato unitario es que pueden sorprendernos: ninguna evaluación es definitiva, pues todo puede cambiar de un episodio a otro y, en efecto, este ha sido bien distinto no solo de los anteriores sino de casi todo lo visto en la franquicia; a lo sumo, reconozco, con algunos puntos de contacto con Fear the Walking Dead.
Ha sido una entrega interesante o, por lo menos, con un enfoque distinto y, como dijimos al principio, más filosófico. Muchas de las preguntas planteadas acerca de los zombies (y a las que, saludablemente, no se da respuesta) son las mismas que nos han asaltado más de una vez.
Lo de la paradoja es, de hecho, un muy buen punto: si los seres humanos son el alimento de los caminantes y estos no se reproducen, ¿desaparecerán los segundos cuando lo hagan los primeros? Y la misma pregunta se vuelve válida para el ser humano con respecto al resto de la fauna: cuando los ojos de Amy se iluminan al ver un ejemplar de paloma casi extinta, está claro que los responsables de la extinción no son precisamente los caminantes…
Es interesante asimismo la idea de que hasta en el propio apocalipsis haya todavía científicos buscando explicar el mundo: la curiosidad y el espíritu de investigación son inherentes a nosotros aun cuando, como en este caso, puedan estar contaminados por factores emotivos. El discurso evolutivo de Everett, además, puede ser relacionado con el de Alpha (sobre cuyo origen, justamente, hemos sabido en el episodio anterior), pero es menos místico o fundamentalista y más racional aun cuando la pretendida objetividad termine por ser ilusoria. Las distintas reacciones ante los mismos fenómenos son parte de nuestra historia misma desde sus orígenes.
Anthony Edwards hace un gran trabajo en su recreación del personaje y estamos hablando de quien diera vida al doctor Mark Greene en la serie ER (Urgencias) o a Goose en la ya mítica Top Gun de los años ochenta. Y Poppy Liu (iCarly, Hacks, Better Call Saul) hace una sólida labor secundándolo.
En definitiva, quizás no hayamos visto el mejor episodio en lo que lleva la serie, pero sí creo que el segundo mejor después del anterior. Y es bueno que la serie pueda rozarse con la comedia romántica, la ciencia ficción, la oscuridad más asfixiante o, como en esta entrega, con la disquisición filosófica.
Dos cosas más para agregar: por un lado, que siempre voy a amar que los zombies reciban distintas denominaciones según la persona o cultura involucrada, pudiendo ser caminantes, vacíos, mordedores u homo mortuus entre muchos otros nombres; todo menos zombies, claro, pues no existen en la cultura de este universo. En segundo lugar y justamente acerca de la denominación homo mortuus, decir que no es invento de TWD pues ya apareció en Urban Dead, videojuego online lanzado en 2005 en el que jugador que moría, quedaba zombie: ¿homenaje tal vez?
Hasta la próxima y sean felices…