Bienvenidos una semana más a los Ozarks. Los niños Purcell han desaparecido y asistimos a la investigación dirigida por Wayne Hays y Roland West. Bienvenidos a True Detective III.
Análisis de todos los capítulos de True Detective
1980: El primer fantasma
If you have ghost. Si tú tienes fantasmas, traducido literalmente. El título de este quinto episodio encierra mucho significado. No en vano, la tercera e irregular temporada de True Detective se centra en los demonios internos de Wayne Hays. Tras cuatro capítulos dando vueltas al mismo arrepentimiento sobre algo que no conocíamos, por fin la historia comienza a perfilarse, a medida que la trama situada en 1980 finaliza y se entrelazan la de 1990 y 2015.
El asalto a la casa de Woodard es una escena rápida y llena de tensión, puro True Detective, aunque sin llegar al magnífico plano secuencia del 1×04 o al salvaje tiroteo del 2×04. El resultado se salda con la cojera de Roland West por un disparo en la pierna y la ejecución de Woodard por obra de Hays, inducido por el indio resentido contra los hombres blancos de clase obrera que él mismo había defendido durante la guerra de Vietnam. Si la herida de West es física, la de Hays afecta a su alma, la cual, a partir de este momento, siempre caminará a oscuras. Prueba de ello es su atípico inicio de relación con Amelia tras el tiroteo. El primer fantasma en una vida marcada por el asesinato y la desaparición de unos niños.
1990: El segundo fantasma
Como era de esperar, Woodard fue acusado culpable de la desaparición de los niños cuando, durante la investigación de la casa, se encontraron una camiseta y una mochila. El caso se cerró.
Tras localizar Hays a Julie Purcell en las cámaras de vídeo del supermercado, nuestro protagonista se enfrenta al diplomático West, que no quiere informar a Tom Purcell, padre de la chica, para que no se hagan eco los medios y el pobre hombre no tenga que volver a sufrir el acoso público.
Sin embargo, en una situación algo deus ex machina, Tom Purcell aparece en el despacho de la brigada del caso y contempla la foto de la joven. Hays no pierde oportunidad y decide provocarle. No le importa el sufrimiento de un padre o, si le importa, eso no va a detenerle en su empeño con cerrar el caso y, con ello, sus demonios internos.
Así, se revela que el caso Purcell es también una herramienta política para el abogado que quiere ser fiscal del estado, que defiende la inocencia de Woodard, frente al actual fiscal del estado, que mantiene la versión del veterano indio como culpable. Al final, lo importante para los políticos es si la investigación se realizó con rigor o no.
Hays descubre que la mochila, impoluta tras una explosión, pudo ser colocada en la escena del crimen durante la investigación de la policía. Se abre un nuevo frente: el de la corrupción política. La teoría más plausible es que el actual fiscal del estado quiso cerrar el caso cuanto antes para poder mostrarlo como un éxito en su carrera y así ser nombrado para el cargo.
Por otra parte, Hays y West vuelven a interrogar a Freddie Burns, el antaño adolescente ladrón de bicicletas que había acosado a Will Purcell. Este le recrimina a Hays que su fracaso social y familiar se originó en aquel expeditivo interrogatorio antes de la explosión de Woodard. Segundo fantasma para Hays.
Finalmente, el ruego de Tom Purcell a la prensa tiene éxito y reciben una llamada de Julie Purcell. Lo sorprendente es que esta no quiere saber nada de su “supuesto” padre. Afirma que fue secuestrada por él y que no desea verle. ¿Fue Tom Purcell el nuevo culpable en la segunda etapa del caso?
2015: ¿El tercer fantasma?
Hays descubre una nueva pista leyendo el libro de su mujer fallecida, aquel que nunca quiso leer porque opinaba que Amelia se aprovechaba de las desgracias ajenas. Resulta que la carta escrita a la comisaría, aquella que pedía que dejaran en paz a los niños Purcell, que estaban a salvo, fue escrita por Lucy Purcell, la madre de los niños. ¿Un intento de tranquilizar a Tom Purcell? Desde luego, el hecho de que ella se suicidara en 1988 en las Vegas, así como el fallecimiento de varios de los involucrados durante la investigación, hacen pensar en que el secuestro de los niños tiene un origen más oscuro que el que todos nos habíamos imaginado en un principio.
La mejor escena del capítulo y de lo que llevamos de serie se produce al final. No es un tiroteo ni una deducción. Se trata del reencuentro entre Wayne Hays y Roland West. Dos hombres que se recriminan, se abren en canal y, finalmente, se aceptan mutuamente. Hays tiene que pedirle perdón a West por algo que hizo en 1990, algo que hundió la flagrante carrera de West y le llevó a abandonar la vida social y refugiarse en el campo con una jauría de perros. Desgraciadamente, Hays no recuerda qué fue lo que hizo y le propone a West terminar de resolver el caso.
CONCLUSIONES
Ojo, que la historia se reactiva. Que el relleno se abandona. Que hay menos trama de relleno y, por fin, más investigación y más profundización en los demonios internos de Hays. Que las escenas emocionan, que no dejan indiferente. Lástima que la localización pierda la importancia que tuvo Louisiana en True Detective I y que sigamos teniendo esos vaivenes Wayne-Amelia que poco aportan salvo mostrar el lado retrógrado y machista del protagonista. No podemos pedir peras al olmo. Está claro que esta tercera temporada no está a la altura de la primera, pero Pizzolatto demuestra que lo que queda por contar puede ser tan interesante como para obviar esos insulsos cuatro primeros capítulos.