Hace menos de un año recomendaba en esta casa el exitazo televisivo de Atresmedia posteriormente convertido por Netflix (previa compra de derechos y remontaje) en fenómeno mundial que había sido La Casa de Papel. En aquella serie se habían unido un casting carismático y con química, un hábil manejo de la hipertrofiada forma del thriller televisivo y un guion suficientemente inteligente como para triunfar entre el público más amplio sin dejar de ser satisfactorio para el espectador medianamente exigente.
Netflix, ahora apostando fuerte por sacar adelante (y exportar internacionalmente) producciones nacidas directamente de los países en los que ha desembarcado –todo esto sin olvidarse de sus buques insignia de habla inglesa– parece haber decidido centrar sus mayores esfuerzos en promocionar Élite, un proyecto que intenta emular los esquemas de la antes mencionada Casa de Papel en un contexto muy diferente, rescatando además a parte de su reparto. A priori, suena bien. El resultado final, sin embargo, es un insulto a la inteligencia.
Fuentes y tono
Que una serie ambientada en un instituto intente recurrir a la misma narrativa que un serial cuasi policiaco basado en un bombástico atraco puede resultar chocante. De hecho, lo es. Más allá de la comparación argumental obvia, podría parecer que Élite intenta construir a partir del fenómeno Por trece razones (serie de la que también comenté ciertos puntos en su día en esta página) una serie que vuelva a conectar con ese amplísimo sector adolescente de consumidores compulsivos de Netflix.
Lo hace apelando a temas y situaciones de instituto que parecen antes referencias a las high school movies americanas que a las propias experiencias personales que pueda tener el chaval medio (por eso del exotismo, supongo), intentando camuflar sus diálogos en jergas y preocupaciones, impacientes por demostrar que entienden a su público (casi parece que tengan miedo a soltar alguna frase que denote la edad real de sus guionistas) o jugando con temas y situaciones que incomoden a algún que otro padre –una herramienta burda a más no poder en la búsqueda de esa complicidad adolescente clave para no descubrirse el pastel.
Sorprendentemente, funciona tanto a la vista del entusiasmo de la audiencia target como falla para el espectador mínimamente crítico con lo que ve, sea cual sea la franja de edad en la que se enmarque.
Y es que Élite es una serie burda, excesiva en el mal sentido de la palabra; es brocha gorda, desarrollo de manual camuflado en falsa complicidad joven. Es barniz cutre sobre una serie del montón, que sigue paso por paso los elementos que han funcionado en otras series del momento sin prestar atención a la (in)coherencia de apilarlos sin ton ni son bajo el común denominador del serial adolescente. Y es de manual porque no hay nada en su ritmo, frenético hasta cuando la narrativa pide calma para evitar que el espectador buscado se ponga a mirar el móvil, que no sea forzado o hiperactivo.
Sí, es cierto que se intenta introducir ciertos temas que podrían haber dado para desarrollos medianamente satisfactorios en una serie de instituto media.
Pero en vez de darles cancha, son mero contexto para el batiburrillo de tramas incongruentes, banales, repetidas y subrayadas hasta la saciedad que constituyen los cliffhangers sobre los que se asienta una serie incapaz de generar ningún otro interés en seguir su historia Un ejemplo del poco atrevimiento de los guionistas de Élite a la hora de dar profundidad –no ya complejidad– a sus personajes es el mecanismo facilísimo con el que podemos conocer la identidad del “misterioso” asesino con apenas un par de episodios vistos: ¿cuál es el único personaje en el que no se esfuerzan en aportar algún destello de redención o bondad oculta que pueda crear el más mínimo conflicto moral en el espectador cuando la verdad se revele? Exacto. El mismo.
Y bajo ese barniz de tratar sin condescendencia o distanciamiento a la audiencia adolescente se oculta una serie (más) que accede a tratar al espectador como si fuera idiota. En resumen: Élite es Steve Buscemi en 30 Rock.
Balance
Es difícil encontrar razones para recomendar Élite a alguien. Si el llamativamente plano bombardeo de marketing ha hecho su efecto, el público al que se orienta la serie ya la habrá comenzado o apuntado en su watchlist y ninguna palabra hará cambiar su opinión.
A cualquier otra persona con dudas sobre qué serie poner en la cola del binge-watching, la respuesta es clara: cualquier cosa menos Élite. Para quien busque calidad, ingenio y un mínimo de complejidad sin necesidad de ser una serie exigente, Maniac es la opción perfecta: está disponible en Netflix, tiene 10 capítulos y es sin duda una de las mejores ficciones del año.
Yo voy por el sexto capítulo y realmente es una serie muy entretenida. Y como dices, es una serie con muchos excesos, fallos y algunas situaciones inverosimiles llegando incluso a ridículas.
Pero para mí hace algo muy bien, y es el que el mcguffin del asesinato funciona, cuando veo la serie no me interesa, los personajes -algunos más que otros- están bien desarrollados, son variados y abarcan diversos temas: homofobia, racismo, drogas, bullyng, VIH -este lo hace realmente bien- entre otros, siendo el central las clases sociales. Y con pinceladas de los interrogatorios pienso: otras, es verdad, el asesinato ¿quien será? y es una serie muy lejos de ser perfecta, pero lo que hace bien, realmente lo hace bien.
Serie vulgar. No solo no trae ninguna clase de reflexión sobre los temas que intenta abordar (ya de por sí nada novedosos), sino que perpetúa en las mentes más frágiles (adolescentes) un puñado de ideas preconcebidas desde siempre que no hacen más que extender el daño: los ricos son corruptos y arrogantes, mientras que los pobres no tienen dinero pero tienen mayor valía moral como personas.
Homosexualidad, xenofobia, poliamor, VIH… todos temas tratados desde una óptica que era ameritable hace algunas décadas atrás y que, en todo caso, denotan un avance nulo en la forma en que como sociedad estamos abordando esos temas. En otras palabras: según Elite, estos asuntos siguen siendo tan tabúes como en los años 80.
Increíblemente parecida al planteo de 13 Reasons Why, con la diferencia de que aún siendo esta última una serie descocida y con pocas luces, al menos insufló nuevos aires a un tema candente y actual, como lo es el bullyng.
Y si el asunto de los institutos escolares y dramas adolescentes inverosímiles que se atrincheran en los pasillos comunes y vestuarios ya está prostituido hasta el cansancio, Elite no solo no reniega contra eso sino que lo lleva a una vulgaridad casi comparable a las telenovelas de mal gusto que pasan por las tardes.
¿Hasta cuándo tendremos que aplaudir este tipo de contenido?