El realizador francés Alexandre Aja (Alta tensión, Las colinas tienen ojos o Infierno bajo el agua) vuelve a rodar en su idioma en Oxigeno, película que se acaba de estrenar en Netflix y en la que nos presenta un agobiante thriller de ciencia ficción que cuenta con muchos elementos interesantes para llamar la atención del espectador ávido de novedades de la plataforma.
La premisa de la película es la siguiente: una mujer se despierta dentro de una cápsula de criogenización sin saber como ha llegado allí, con amnesia total y, para colmo de males, la inteligencia artificial que controla la cápsula le informa que el nivel de oxigeno que le queda es muy bajo y no le va a durar demasiado. No vamos a dar más detalles sobre la trama ya que las sorpresas y los giros de guion son parte esencial del disfrute de una cinta como esta.
Sin duda, al leer esta sinopsis es imposible no acordarse de Buried (Enterrado), la cinta de Rodrigo Cortés protagonizada por Ryan Reynolds con la que Oxigeno guarda muchos puntos en común. La principal diferencia, además de la evidente de la ambientación de ciencia ficción, es que en el caso de la cinta que nos ocupa, la urgencia por escapar está mucho más marcada por los continuos avisos de la IA sobre el descenso del nivel de oxígeno. Esto, unido a la amnesia de la protagonista, interpretada magistralmente por Mélanie Laurent, hace que la película de Netflix sea incluso más agobiante que la película del ataúd. Además, esta cinta tiene un acercamiento más existencial. En cierto modo, Oxígeno reformula las preguntas que han perseguido siempre al ser humano. ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál se supone que es nuestro lugar en el mundo en el que vivimos? Las preguntas que una buena historia de ciencia ficción tiene que hacerse.
El guion firmado por Christie LeBlanc hace que la trama avance a buen ritmo mientras la protagonista (y nosotros con ella) va descubriendo cosas de su pasado que pueden explicar que hace en esa cápsula y como puede solucionar el embrollo en el que está metida. Este es el gran motor de la película y lo que la hace funcionar ya que la historia detrás de esta mujer es muy interesante. La manera en que se va dosificando esa información junto con el agobio por el constante gasto de oxígeno mantiene la tensión del espectador en todo momento. La película va de menos a más, cogiendo fuerza e interés según vamos sabiendo que pasa sin dejar nunca de lado la tensión por el peligro de la situación y con unos giros de guion bien medidos que, siendo fans del género, es incluso posible predecir.
Pero todo esto no sería posible sin el buen hacer de un Alexandre Aja que se las arregla para ofrecer un gran trabajo de cámara explorando las posibilidades de un espacio tan angosto del que solo salimos para ver unas imágenes aleatorias que asaltan la mente de la protagonista sin que al principio tengamos idea de porqué. Es todo un mérito que no acabemos cansados de ver siempre lo mismo y a eso también ayuda y mucho el trabajo de Christie LeBlanc, una labor actoral de gran nivel que nos muestra las emociones extremas de un personaje atrapado en una situación desesperada sin llegar a cansarnos nunca.
El montaje y la música ayudan a subrayar todo esto que hemos ido comentado mientras que el diseño de la cápsula es futurista pero realista y funcional y la manera de representar visualmente la IA que ofrece la replica a la protagonista está en el mismo camino. Mención aparte merece esta interacción ya que aun en una historia tan tensa como esta, es imposible no sonreír a veces cuando la IA ofrece respuestas inútiles para al usuario como las que todos hemos tenido que soportar infinidad de veces trabajando con nuestros ordenadores.
En resumen, Oxígeno es una película no recomendada para claustrofóbicos que ofrece una historia que mantiene siempre en tensión al espectador sustentada por un guion medido, una buena realización y un trabajo actoral brillante. Ideal para los amantes del thriller y de la ciencia ficción de calidad.