Parece que haya pasado un siglo desde la última vez que vimos a Bean y sus amigos en la anterior entrega de (Des)encanto, la serie de animación más reciente del maestro Matt Groening en la que exploramos un irreverente reino de fantasía donde se dan cita conspiraciones palaciegas e invasiones de países lejanos. La tercera temporada ha llegado con discreción y su tráiler pasó bastante desapercibido pero, mientras escribo estas palabras, se trata de la sexta serie más vista en Netflix España. ¿Han mejorado algo las irregulares aventuras de la princesa Tiabeanie y su séquito desde el cliffhanger con el que nos despedimos de ellos? Descubrámoslo en este artículo.
La reina de las profundidades
Bean, Elfo y Luci, tras ser juzgados por brujería y sufrir una ejecución fallida, han acabado en un reino subterráneo que a muchos comiqueros les recordará a los dominios del Hombre Topo y sus topoides, hacia los cuales quizás haya un pequeño guiño. En cualquier caso, la raza que habita estas cuevas sirve a la madre de Tiabeanie, la perversa reina Dagmar. Mientras esta intenta atraer a la protagonista a sus garras y convertirla en su lugarteniente, sus dos pequeños acompañantes tratarán de acomodarse a su nueva vida bajo tierra.
Sin embargo, los peligros no acaban aquí. En la superficie, el consejero Odval y el resto de conspiradores han convertido al hermanastro de Bean en una marioneta política bajo la que instauran una breve teocracia a través de la que Groening critica los excesos religiosos de algunos gobernantes con su habitual mordacidad. Mientras tanto, el rey de Dreamland agoniza en su cama, creyendo que su primogénita está muerta. Cuando los tres personajes principales vuelvan al mundo exterior, deberán vérselas con la gigantesca conjura que les llevará más allá de las fronteras del reino.
Un (Des)encanto más encantador
A (Des)encanto, en comparación con las dos obras maestras por las que conocemos a Groening, le costó encontrar su propia identidad, algo que criticamos en nuestras reseñas anteriores: frente a la naturaleza episódica de Los Simpson y Futurama, este producto contaba con una estructura algo extraña en la que mezclaba aventuras autocontenidas con una trama central en la que a veces decepcionaba su anticuado sentido del humor. Sin embargo, tenemos que destacar que esta tercera temporada ha supuesto una agradable sorpresa al prescindir casi por completo del relleno. Aunque seguimos conociendo a personajes que no son esenciales para la trama, parece que los guionistas han tomado nota y han creado una historia lineal mucho más atractiva que por momentos muestra tintes épicos.
En este sentido, se hace un ejercicio muy interesante de construcción de mundo al viajar a Steamland, que apareció de manera bastante abrupta al final de la temporada anterior pero que ahora hemos podido conocer en mayor detalle. Esta urbe de inspiración steampunk, un extraño cruce entre la Londres victoriana y la Metrópolis de Fritz Lang, también supone un aliciente para la hilaridad: nos encontraremos con numerosos chistes y gags en los que se compara la vida de los visitantes medievales con los habitantes de esta capital retrofuturista. También nos encontraremos con el responsable de parte de las desgracias a las que ha tenido que enfrentarse el grupo, y descubriremos qué hace tan apetecible a Dreamland para invasores extranjeros.
En el reino de Tiabeanie nos encontraremos también con algunos arcos meritorios, como el que trata la pubertad del rey Derek, que sigue siendo tan ceporro como siempre. Asimismo, Odval se revela como un antagonista desternillante y como el miembro serio que le hace falta a todo conjunto humorístico: frente a la incompetencia de sus subordinados, el actor Maurice LaMarche (a quien ya pudimos escuchar en Futurama) hace un gran trabajo como contrapunto a los personajes más histriónicos.
No todo puede ser bueno, por desgracia: entre los fallos que sigue teniendo esta serie, comprobamos que el diablillo Luci no ha tenido un papel bastante destacado en esta entrega, limitándose a deleitarnos con sus cínicos comentarios habituales, y el rey de Dreamland tampoco tiene un arco muy llamativo. Además, el recurso del cliffhanger final resulta ya algo forzado después de las dos temporadas anteriores, y la dosificación de las revelaciones sobre el pasado de Dreamland puede resultar exasperante para quienes sean críticos con el ritmo de caracol que suelen tener las series en streaming. Aún con todos estos inconvenientes, las virtudes pesan mucho más.
Conclusión
(Des)encanto ha vuelto con fuerza y, en un suspiro, se ha ido. Aunque este experimento de Matt Groening sigue arrastrando algunos de sus defectos, parece haber alcanzado cierta madurez. Quizás nunca esté al nivel de sus dos ilustres predecesoras, pero ya sabemos qué esperar de ella, y no creemos que esta nueva temporada decepcione a los que hayan decidido darle una nueva oportunidad.
Me ha gustado más que las anteriores, que tampoco es que me disgustaran, aunque me sigue pareciendo irregular: buenos momentos con otros más anodinos.
Es un buen resumen de esta serie en general.
Muchas gracias por el artículo Máximo. Sinceramente, esta serie del creador de los Simpson es en mi opinión una maravilla técnicamante hablando, y en el contenido creo que mejora temporada tras temporada. Espero sigamos disfrutando de ella en próximas temporadas.
Aprovecho para felicitar a todos vosotros por el diseño de la nueva web.
Un saludo y sed felices!
De nada.
Sí, yo también he disfrutado más de esta temporada que de las anteriores, aunque puede que tenga que ver con habernos encariñado ya de estos personajes. Esto también tiene su mérito, ya que solo cuentan con diez episodios por entrega, y ya hay muchas otras series que han recogido el testigo de sus dos predecesoras.
Un saludo.