Hola amigos y amigas, bienvenid@s a una nueva entrega de Fase Extra. Si habéis jugado a algunos de los títulos ‘AAA’ de los últimos años seguramente esta situación os sonará familiar: acabas una ronda en tu juego multijugador favorito, digamos Overwatch, y… ¡felicidades, has subido de nivel! Tienes derecho a abrir una caja de botín. Vas directo para ver si te ha tocado, por ejemplo, uno de esos skins tan chulos de Halloween que Blizzard saca por estas fechas. Abres tu caja y ves esa fulgurosa luz brillante que sale de dentro, el hipnótico movimiento de la cámara que te proporciona una vista panorámica de tu recompensa, esas plataformas giratorias que te llenan de anticipación y ese satisfactorio sonido que zumba en tus oídos cada vez que consigues algo nuevo ¡Viva!
Lo que probablemente no imaginas es que tras todo ese espectáculo lo que hay es un sistema ingeniado para captar tu atención y condicionarte psíquicamente de forma parecida a como lo hacen las máquinas tragaperras. Dicho así asusta un poco, ¿verdad? Pues es para asustarse porque estos sistemas que tuvieron su apogeo en aplicaciones free-to-play de móvil como los Gacha Games y luego saltaron a títulos como Team Fortress II, League of Legends o Overwatch llegan para meter sus tentáculos en los juegos tradicionales de un jugador. ¿Qué más da? Estaréis pensando algunos, es puramente cosmético y no afecta al juego. Bueno pues resulta que da y mucho porque como ya nos contaba Heather Alexandra en este magnífico artículo de Kotaku, la cosa no va de si las cajitas de las narices alteran el balance del juego o si hacen difícil la adquisición de contenido sino de que su existencia se basa principalmente en explotar a los usuarios y en crear adictos, en especial gente joven -niños incluidos- que se gastan una pasta en estas cosas.
Pero vayamos por partes, la mecha que ha hecho explotar una bomba mediática estas últimas semanas ha sido un juego del que ya hemos hablado aquí: La Tierra Media: Sombras de Guerra. No contentos con sacar hasta tres ediciones diferentes del juego (superando una de ella los 100€), contenido descargable y un pase de temporada sus responsables han decidido incluir cajas de botín, pudiéndose comprar las peores con monedas conseguidas dentro del juego y las mejores con dinero real, todo ello en aras de jugadores “celosos de su tiempo libre y que tienen miedo de encontrarse ante un juego masivo y no poder experimentarlo al completo”. Pero no queda ahí la cosa, el final verdadero está bloqueado tras una serie de tediosas misiones llamadas ‘La Guerra de las Sombras’ que hacen muy tentadora la idea de acelerar el proceso gastándonos algo de dinerito. Como Paul Tassi nos cuenta, el problema no es que las cajas de botín rompan el balance del juego sino que toda la jugabilidad gira alrededor de ellas, sustituyendo sistemas tradicionales y poniéndotelas delante un y otra vez con la esperanza de que al final “piques” y te gastes el parné.
La cuestión es que Sombras de Guerra no es ni mucho menos el único título lanzado este año que lleva esta lacra encima, la lista es larga: Destiny 2 con sus Engramas Brillantes, Forza Motorsport 7 con sus cartas, NBA 2K18 con su moneda virtual, el próximo Assassin’s Creed Origins con sus cofres de Hekka o Star Wars Battlefront II con sus habilidades aleatorias escondidas en cajas de botín que lo convierten básicamente en juego pay-to-win por mucho que sus responsables lo nieguen. Todos juegos con un modo de un jugador y todos diseñados con estas cajas de botín en mente que no solo introducen el riesgo de crear una economía injusta en la que el que paga tiene ventaja sino que proporcionen lo que te proporcionen, ya sea una nueva apariencia para tu personaje o una nueva y poderosa arma, en realidad están ahí para aprovecharse de aquellos con una inclinación hacia apostar y exprimirlos para sacar beneficios.
Es posible que -TÚ-, lector, jamás pienses gastarte un céntimo de más en ellas, pero es que tú no eres el objetivo. Obviamente no tenemos números cantantes y sonantes así que eres muy libre de fiarte o no, pero se sabe que entre el público general alrededor de un 30% cuenta con una personalidad adictiva y es ese porcentaje al que se intenta exprimir, te puede parecer poca cosa, pero teniendo en cuenta la cantidad de gente que compra estos juegos los números son exorbitantes.
Hablando de números, las compañías que se dedican a introducir estos sistemas en sus juegos suelen escudarse en el hecho de que el precio de estos lleva una década sin cambiar. En España el precio medio lleva siendo de 60€ a 70€ desde hace años, algo muy parecido a los 60$ estadounidenses. Si ajustamos el precio a la inflación y la subida de costes del desarrollo de los mismos su precio debería ser mayor, pero eso podría asustar a clientes potenciales. ¿La solución? Cortar el juego en pedacitos y vender los más interesantes por una cantidad extra: DLC de lanzamiento, trajes y armas extra, ediciones especiales, pases de temporada y si, cajas de botín. Lo más sangrante de todo es que no son los desarrolladores y editores minoritarios (que se supone son los que lo necesitarían) los que fomentan este tipo de prácticas, al revés, son los “grandes” de la industria. No contentos con vender millones de copias y generar grandes beneficios a través del contenido descargable, ahora se proponen generalizar los micro-pagos y ocultar las recompensas tras cajas opacas. Y eso sin contar a otros que se dedican a bloquear contenido del juego tras objetos físicos como los Amiibos, obligando a los jugadores a realizar un gasto externo para desbloquear todo, siendo el modo Fusión del reciente Metroid: Samus Returns el caso más sangrante.
¿Significa esto que todos los micro-pagos y cajas de botín son malos? La respuesta es: depende. Si estamos jugando a un juego que para empezar es gratuito como por ejemplo Warframe en el que podemos comprar desde una tienda objetos cosméticos que no afectan a la jugabilidad o jugar para conseguirlos y en el que los desarrolladores se toman la molestia de divulgar las posibilidades que tenemos de conseguir lo que queremos, en ese caso sí, creo que pagar -si nos apetece- para apoyar un producto de calidad está más que justificado. Por supuesto esta situación es completamente diferente a la de gastar dinero real en cajitas aleatorias tras pagar 70€ por un juego. De hecho, si todas las cajas de botín funcionasen como lo hacen en Overwatch por ejemplo, conteniendo objetos únicamente cosméticos, la cosa no pasaría a mayores pero parece que estas compañías están deseando que les tiendas la mano para cogerte del brazo, estirando, estirando para probar poco a poco hasta donde pueden rascar y aun así salirse con la suya.
¿Y a donde nos lleva todo esto? Por un lado, la ESRB, el organismo que asigna los límites de edad y contenido en los juegos de E.E.U.U., Canadá y México ha anunciado hace poco que no considera las cajas de botín como apuestas porque los jugadores “siempre reciben algo” (‘algo’ es una descripción muy amplia) pero por otro Daniel Zeichner, diputado del partido laborista británico en Cambridge ha pedido al gobierno de su país que pase legislación y regule las cajas de botín. ¿Saldrá algo de esto? No lo sabemos, pero según están las cosas los gobiernos europeos parecen ser los que tienen más posibilidades de interesarse por la situación, así que a pesar de la explosión de estas prácticas en los juegos ‘AAA’ de este año existe una preocupación por parte de los usuarios y esperanzas de que se haga algo al respecto.
En conclusión, la existencia de los micro-pagos, las cajas de botín y la moneda falsa que se usa para esconder su verdadero precio no son dañinas solo para juegos o géneros particulares, sino que están dañando a la industria entera. En su eterno afán por ir un poco más allá, rascar algo más de dinero y manipular a los jugadores ciertas compañías están erosionando algo esencial en la relación entre el usuario y el desarrollador, la confianza. Como decía Rob Fahey hace poco: “La importancia de que la industria lidie con estos asuntos no es solo moral; es una necesidad básica de autopreservación”.
Ahí queda eso. Nos leemos la semana próxima y ya sabéis, si os interesa conservar la industria intacta pensároslo dos veces antes de comprar cajas de botín, no le deis vuestro dinero a quien no lo merece. Entretanto, sed muy felices.