Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Como estamos siempre a la última hemos decidido empezar a leer One Piece, aprovechando que están sacando una nueva edición en España hace unos meses (en concreto abril de 2023). Sí, amigos, parece que estamos leyendo mangas que empezaron a publicarse en 1997 en Japón y en 1999-2004 en España. Aunque no uno cualquiera. Es el ya conocídisimo manga de todos los records habidos y por haber. Pero aquí no sabemos muy bien qué aportar.
Al fin y al cabo no sólo es que One Piece sea El Manga, así en mayúsculas, en cuanto a ventas, influencia y cariño del Pueblo en este siglo XXI. Es que es un poco como hablar de lo bueno que está un chuletón bien hecho, lo bonito que es el mar o detallar por qué Freddie Mercury tenía buena voz. Pero ya cuando la cosa lleva rodando como dos décadas, imparable, con la gente aullando a tu alrededor de vez en cuando que aquello es buenísimo, que la vida es bella y que hoy hay otra vez partido de Liga de Campeones con tu equipo de local.
Pues en definitiva todo eso es más o menos One Piece. Empieza con una premisa tontorrona, un chico que quiere ser el rey de los piratas. El protagonista, Luffy, parece que otra vez va a ser el mismo molde de Goku, Naruto o Seiya, el típico protagonista shonen desde que Toriyama le dio por meterse en el sector. Pero ay amigo, que Eiichirō Oda, genial donde los haya, saca mucho más jugo que en anteriores shows clásicos del shonen. Luffy va más allá del personaje sencillo, bobalicón, noblote, optimista y cabezón con superpoderes únicos. Luffy transmite una alegría que no ha transmitido casi que nadie en la historia del manga…ni casi del cómic.
Luffy es el Bien. Es sencillo. Es valiente. Es humorísticamente despistado y cabeza hueca. Hace lo correcto por difícil que sea. Y, sobre todo, transmite esperanza, luz, alegría, camaradería. Y lo hace de manera tan sencilla, tan bonita, tan simple y tan directa que es capaz de encandilar a casi cualquiera. Se enfrenta a cosas tremendas y a enemigos espantosamente crueles, hasta el punto de contarnos dramas tremebundos conforme avanza la historia… pero eso no hace más que hacer brillar más a los protagonistas.
Es maravilloso cómo Oda puede conseguir transmitir todo esto en One Piece con historias tan sencillas y tan directas. Es lo más complicado que hay en la vida: contar cosas complicadas de una manera sencilla que pueda llegar a todo el mundo sin caer en la pornografía emocional ni el estreñinimiento mental. One Piece lo borda…
Y lo hace con piratas payaso que te lanzan partes de su cuerpo, con hombres cocodrilo, con cocineros que pueden mandar a pasear a monstruos gigantes del mar a base de patadas y gente que usa tres espadas a la vez, una de ellas en la boca. De toda esa locura visual (de la que criticaremos que en los inicios algunas escenas de acción sean confusas y no se entere uno de qué pasa hasta que transcurren unas viñetas) sale algo así. Algo que te hace reír de vez en cuando con los despistes irreverentes del protagonista, especialmente con los malvados o las figuras de autoridad.
Así, leyendo el tercer tomo de One Piece de la nueva edición, la cosa se quedó con Luffy yendo a pegarse con un villano al que llegas a odiar por las crueldades que le has visto hacer. Pero cómo narices consigue eso un cómic para adolescentes en un señor ya de más de cuarenta años. Pues lo consigue. Consigue que quieras que venga el siguiente tomo y que el puño de goma de Luffy golpee una y otra vez su feísima cara.
Chico, es como si hubiera vuelto a ser niño o adolescente y me comprara las grapas de superhéroes, quedándote con la cosa de qué pasará al mes que viene. La última vez que me pasó eso fue con los Vengadores de Kurt Busiek. Ha llovido, sí.
En definitiva, la gran pregunta no es ya seguir dando la brasa con las virtudes conocidas por todo el Pueblo sobre One Piece, ya que somos de los últimos en llegar. La gran pregunta es en qué narices hemos estado invirtiendo el tiempo para no haber llegado antes.
Y la respuesta sería larguísima: viendo cosas como Prometheus y haciendo un esfuerzo por no mandar a Ridley Scott lejos para siempre. Leyendo y escuchando los interminables quejidos de la Iglesia de Zack Snyder de los Últimos Días. Horas y horas pasando scroll para abajo en el móvil con vaya a saber cuánta gente repitiendo como papagayos eslóganes alienantes y repetitivos que no se creen ni sus creadores. Videos y videos de calvos sectarios que fallan más que una escopeta de feria intentando predecir los resultados de partidos de fútbol.
En resumen, todo ese tiempo perdido con cultistas de gente que se creen directores de cine, carne de propaganda y estafadores deportivos lo podría haber invertido no en estudiar más, no en formarme, no en aprender cosas nuevas, sino en estar ya al día de las hazañas de Luffy y compañía. Voy como dos décadas por detrás de lo que debería. Pero, como siempre, no todo está perdido: este mes ha salido otro tomo. No sé qué más qué queréis en vuestras vidas.
Sed felices.
El título se tendría que llamar “Leer One Piece por primera vez con más de 40 o 50 años”, porque otros ya estamos en los 50… y seguimos creciendo
Un saludo
Somos legión los que estamos descubriendo el maravilloso mundo de One Piece y su excelente protagonista que, como bien escribes, logra emocionar con su bondad y transmitir actitudes positivas tan necesarias en estos convulsos y grises tiempos.
El título se tendría que llamar “Leer One Piece por primera vez con más de 40 o 50 años”, porque otros ya estamos en los 50… y seguimos creciendo
Un saludo
Somos legión los que estamos descubriendo el maravilloso mundo de One Piece y su excelente protagonista que, como bien escribes, logra emocionar con su bondad y transmitir actitudes positivas tan necesarias en estos convulsos y grises tiempos.