Casi dos años después del final de su quinta temporada, damos la bienvenida a la última temporada de Cobra Kai, aquella serie estrenada originalmente en Youtube Originals allá por 2018 y que, tras un espectacular éxito de audiencia, fue adquirida por Netflix. En un movimiento sin precedentes, la serie estrenará la temporada no ya en dos tandas, sino en tres de cinco capítulos cada uno. Una decisión a mi juicio totalmente inentendible por la forma de jugar con el espectador y por lo que implica narrativamente. Pero ahora iremos a ello.
Aviso que este análisis del capítulo quinto al décimo de Cobra Kai estará plagado de spoilers.
Crítica de la primera y segunda temporada de Cobra Kai.
¿Por qué Cobra Kai es una de las series más valientes de los últimos años?
Crítica de la tercera temporada de Cobra Kai.
Crítica de la cuarta temporada de Cobra Kai.
Crítica de la quinta temporada de Cobra Kai
Crítica de los primeros capítulos de la sexta temporada de Cobra Kai.
El acto 1 de esta última temporada se caracterizó por el reabrir las viejas heridas que siempre se han mantenido en Cobra Kai. El Miyagi-Do se presentaba al mejor torneo de karate del mundo con rencillas entre casi todos sus miembros y, por supuesto, entre Daniel y Johnny, cuya rivalidad ha sido el motor de la serie desde su estreno en 2018.
Llegamos entonces al tan ansiado torneo y, nuevamente, los creadores de la serie se enfrentan al mismo dilema argumental que en el anterior acto. Porque, al final, por mucho que proclamen que la sexta temporada está dividida en tres actos, el planteamiento argumental de estas tandas de episodios son una temporada en sí misma. Al fin y al cabo, pasan meses entre cada acto y los creadores tienen que dejarnos con el corazón en un puño.
Así que volvemos a empezar, con Miyagi-Do y Cobra Kai enfrentados de nuevo. Con Tory en el lado de los villanos. Con Kreese de regreso y con Daniel y Johnny tan enfrentados como siempre.
En esta situación, los creadores de la serie podrían plantear la creación de nuevos conflictos o perpetuar los ya conocidos, repetirlos una y otra vez buscando el impacto propio de la que es la última temporada.
Los primeros capítulos en Barcelona muestran cierto interés, al aparecer nuevos dojos con luchadores espectaculares que derrotan con facilidad tanto a los de Miyagi-Do como a Cobra Kai. Un giro interesante, ampliando el universo de la serie y demostrando lo difícil que es ser el mejor en algo. Al fin y al cabo, todo Cobra Kai (y Karate Kid) se sitúa en California y un torneo como el All Valley, por muy mítico que sea en la historia del cine, no deja de ser un evento local.
Los miembros de Miyagi-Do están descentrados, ya sea por rencillas personales (como Dimitri y Halcón) o el desconcierto de Robbie por la decisión de Tori al convertirse en capitana de Cobra Kai. El único que parece afrontar el torneo con decisión es Miguel, el primer protagonista joven de la serie y el que más ha evolucionado, lesión de espalda mediante.
Y digo primer protagonista porque, con tan pocos capítulos para desarrollar las tramas y darle un mínimo cierre antes del tercer acto, hay tantos personajes a los que darle un lugar que Cobra Kai se atasca. Mientras que Robbie y Tory parecen acaparar más planos, Miguel, Sam o Halcón pierden enteros…con lo que han sido en la serie.
Como digo, lo más interesante de estos primeros capítulos es la irrupción de nuevos dojos que demuestran que hay vida karateka más allá del All Valley.
Esta decisión narrativa es un mero espejismo. Porque los Dragones de Hierro, con sus dos capitanes y su sensei, que ampliaban el mundo del karate a algo más que Miyagi-Do contra Cobra Kai, resultan ser vasallos de Silver, el más villano de todos los villanos de la serie, en un regreso que no esperaba pero que demuestra la intención de los creadores de regresar una y otra vez a los mismos conflictos, aumentando la tensión de estos para que el enfrentamiento final sea eso, el final.
Llega la traca final con el auge Miyagi-Do frente a unos villanos que muestran sus cartas. Y, en una decisión similar a la victoria de Halcón en el All-Valley, Miguel se convierte en el catalizador del resurgir del dojo. El chico acosado que gana el primer All Valley, el que encarna lo mejor de la filosofía de Cobra Kai y la capacidad de perdón y equilibrio que caracteriza a Miyagi-Do. Solo él aporta la confianza necesaria a Robbie para ser el capitán que necesita el equipo y volver a unir a Daniel y a Johnny, anclados en sus relaciones con sus respectivos senséis, haciéndoles ver que han superado a sus respectivos maestros y que, sin ellos, el equipo es incapaz de competir.
Lo de Daniel con el pasado de Miyagi resulta aburrido. Queda claro que el buen maestro mató a un rival en combate y a saber los motivos (seguro que lo descubriremos en el último acto). Pero, siendo sincero, Cobra Kai superó hace tiempo a su predecesor y la continua búsqueda del verdadero señor Miyagi es la línea argumental más floja de la serie.
Y, como cliffhanger final, los creadores de la serie repiten el patrón de temporadas anteriores. El kárate como medio para defenderse, para respetarse y para competir sanamente frente a ser una forma de desatar la agresividad y de abusar del otro. Al igual que la trágica escena del combate en el instituto o la de la casa de Daniel, el Sekai Taikai se convierte en un campo de batalla en el que vuelven las antiguas alianzas y quedan claros los conflictos…hasta que muere alguien.
El potencial nuevo villano joven de la serie muere accidentalmente y queda en suspenso qué ocurrirá con el torneo. Lo lógico es que se suspenda…aunque dudo mucho que Cobra Kai no finalice sin un claro vencedor del Sekai Taikai. Lo digo desde ya, ojalá fueran Miguel y Tory, aunque el gigante de los Dragones de hierro, un Iván Drago del universo Karate Kid, promete ser el mejor luchador de la serie.
En definitiva, Cobra Kai va camino directo a su final con un trama y unos conflictos excesivamente estirados. Muchos de sus personajes van perdiendo carisma porque, directamente, tienen menos minutos en los que lucirse. Y los combates (este acto está plagado de ellos) no tienen el impacto de, sobre todo, las primeras temporadas. Pero sigue siendo un prodigio de ritmo y entretenimiento. Lástima de la política de repartir la temporada en tres actos que han empeorado una trama que, planteada de otra forma, hubiera sido más interesante.
¡Un saludo y sed felices!
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