Dos años después de su impactante final, volvemos a Poniente y al universo ideado por la mente maestra de George R. R. Martin. En un mundo dominado por Netflix, el fenómeno televisivo (junto a Perdidos) del siglo XXI fue la fantasía épica con dejes de telenovela familiar Juego de Tronos. Ahora es el turno de La Casa del Dragón, precuela centrada en los Targaryen.
En Las cosas que nos hacen felices somos muy aficionados al mundo creado por George R. R. Martin, como se puede comprobar con todos nuestros artículos.
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Tras la tormenta de fuego, solo queda humo y cenizas. Quedaba claro que después del impacto de la batalla de Reposo del Grajo debía haber un recuento de bajas y una nueva disposición de movimientos.
AVANZA LA HERIDA NARCISISTA DE DAEMON TARGARYEN
El tío mas chulo de todo Poniente sigue destruyéndose poco a poco en su particular castillo gigante. Hay que reconocer que la trama tiene su interés, pero ya se está haciendo un poco repetitiva entre tanta visión, conversaciones con distintos señores y con Alys Ríos.
Lo que le está ocurriendo a Daemon es lo que en psicología se conoce como una herida narcisista. De libro, vamos. Daemon viene a ser a las personas lo que Harrenhal a los castillos. Es decir, un edificio imponente que se cae a cachos en su interior. La chulería de Daemon es tan gigante como su complejo de inferioridad, una forma de esconder el no sentirse suficiente por su madre (a la que ni siquiera conoció) ni por su hermano, que no lo escogió como sucesor. Y ahí lo tenemos, insistiendo en que se le trate como rey, no como rey consorte, mientras alucina con su propia madre.
No se puede negar, eso sí, que Daemon es la mejor baza del bando de Rhaenyra y el mejor guerrero de Poniente en los tiempos de paz de Viserys. Desgraciadamente, su táctica con los Bracken y los Blackwood le sale rana al pensar que con un simple dragón iba a acabar con siglos de enemistad. Al fin y al cabo, ni siquiera el fuego dragón arde tanto como las pasiones humanas.
Al final, la psique de Daemon está cada vez más expuesta mientras su táctica de conseguir aliados en las Tierras de los Ríos fracasa estrepitosamente.
NADA COMO UN PSICÓPATA PARA GOBERNAR
Queda claro que, de momento, las Tierras de los Ríos es el elemento clave de esta guerra. Solo así se explica lo que aparece los nombres Tarly, Tully o Arryn.
Mientras tanto, en los Verdes tienen que lidiar con la casi pérdida de Aegon. La armadura de acero valyrio le salvó morir pero tiene más de medio cuerpo abrasado y parece despertar levemente al final del capítulo.
Alicent se ofrece para ser la nueva Regente amparada en su experiencia durante el reinado de Viserys y en imponer algo de cordura en una guerra que ya es de la violenta generación posterior.
Sin embargo, Alicent es mujer y el consejo entiende que una guerra de dragones tiene que ser liderada por su mejor jinete, por lo que Aemond consigue lo que quiere.
Y sí, puede que sea un pelín psicópata, pero con solo un consejo liderado da una sensación de liderazgo que promete ponérselo muy difícil a los Negros.
A RHAENYRA NO LA RESPETA NADIE
Mientras tanto, el Consejo de Rhaenyra muestra síntomas de crisis tras la muerte de Rhaenys. Los miembros del consejo no confían en ella y tampoco quieren exponerla.
Su propio hijo se marcha a negociar con los Frey sin avisarla, con el fin de conseguir los Gemelos para que los Stark puedan llegar a la Tierra de los Ríos con su ejército, el primero continental de los Negros.
Y encima, le ofrece el puesto de Mano a Corlys, viudo de Rhaenys, sin ni siquiera hablar con él, a través de su nieta Rhaela.
En un intento por acercar posturas con Daemon, manda a Ser Alfred, uno de los miembros del consejo más contrarios a Rhaenya, a contactar con él.
Y, gracias a Lucerys, se abre una posible trama. Los Negros viven aterrados por la amenaza de Aemond y Vhagar. Sin ejército continental ni alianzas, necesitan más dragones. Mejor dicho, más jinetes de dragón, por lo que se dedicarán a buscar a Targaryen bastardos que, en menor medida, también conecten con los dragones. Puede que ahí entre en juego aquel plebeyo bastardo que aparecía en uno de los capítulos anteriores.
¡Un saludo y sed felices!
¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!