En el 2016, el polémico y reconocido director de cine italiano Paolo Sorrentino nos trajo The Young Pope, una controvertida y conmovedora historia sobre un papa norteamericano cuya visión del cristianismo era tan radical que dificultaba la convivencia del Vaticano con el resto de Estados del mundo. A lo largo de esta serie de diez capítulos, de la que habrá SPOILERS en esta crítica y de la que ya hablamos aquí, indagamos en la psique de Lenny Belardo, más conocido como Pío XIII, y visitamos los recovecos del Palacio Apostólico. A pesar de que tanto director como actores aseveraron en numerosas ocasiones que la provocación no era su objetivo primordial, parte del público católico se sintió ofendida por esta visión de la Iglesia que ofrecía el irreverente italiano.
Como si quisiera hacer un corte de manga a todos los moralistas que criticaron su primer trabajo sin siquiera verlo, vuelve más provocador que nunca con la inevitable secuela: The New Pope, producción de HBO y Sky Italia con colaboración de Canal+ y Mediapro, en la que la Iglesia se enfrenta a una de sus peores crisis de los últimos tiempos y nos reencontramos con los inolvidables personajes con los que este genio del siglo XXI llenó la Plaza de San Pedro. Quizás llegue algo tarde para decirlo pero, sin duda, se trata de una de las mejores series del 2019.
Habemus Papam
Pío XIII sigue en coma y el intrigante cardenal Voiello está desesperado: en los últimos meses ha surgido una secta de fanáticos que adora la figura de Belardo, un grupo terrorista islámico ha comenzado a amenazar a los creyentes y los escándalos referentes a abusos sexuales no hacen sino crecer. Por este motivo, a pesar de su ambición desmedida por alcanzar la más alta posición en la Iglesia Católica, este personaje acaba favoreciendo la elección de Francisco II, un papa al que espera controlar junto a sus enemigos políticos para que mantenga a raya a las distintas facciones del Vaticano. Sin embargo, tras un corto y desastroso mandato, este hombre de paja acabará falleciendo.
Por ello, tras comentarlo junto a otras figuras poderosas de la Iglesia, deciden recurrir a un segundo candidato: Sir John Brannox, un aristócrata británico al que la vida eclesiástica no ha conseguido distraer de ciertos traumas que lleva arrastrando desde joven. La serie seguirá los comienzos de este nuevo inquilino de la Santa Sede y las maquinaciones que se tejen a su alrededor, así como el culto que surge en torno a la figura de su predecesor y las decisiones complicadas que cada personaje deberá tomar.
Purgatorio
A pesar de que seguimos a los mismos personajes (si nos olvidamos de la flagrante ausencia de la hermana Mary), el tono de esta serie varía sustancialmente respecto a la anterior: durante su primera mitad, aunque no faltan los momentos intimistas que tanto contribuyeron al éxito de The Young Pope, la atmósfera es mucho más oscura y malsana, y la sátira descarnada desplaza al análisis de los personajes. Durante los primeros episodios, figuras bastante siniestras como Bauer o el cardenal Spalletta simbolizan la corrupción existente en el seno de la Iglesia, y el delirante primer capítulo en el que seguimos las locuras de Francisco II termina con un guiño a uno de los episodios más turbios de la historia reciente del Vaticano.
Sin embargo, los personajes no son meros vehículos para la crítica, sino que también acaban sufriendo una evolución positiva o negativa que los aleja de las posiciones en las que se encontraban en la primera temporada. Voiello, interpretado por un soberbio Silvio Orlando, es quien más destaca, pero personajes más planos en sus anteriores apariciones, como Sofía o Esther, sorprenden muy gratamente en sus líneas argumentales. En cuanto a Juan Pablo III, sobrenombre que adopta Brannox al llegar al Vaticano, es probablemente el personaje más anodino de todos cuando se nos presenta: comienza la serie como un pelele sin carácter, con una personalidad antagónica a la del carismático pontífice interpretado por Jude Law. Sin embargo, John Malkovich añade matices interesantes a este papa que acaban resultando en uno de los arcos más redondos de The New Pope, al enfrentarse a circunstancias que amenazan con superarlo.
A pesar de alguna deliciosa escena experimental rayana en el surrealismo, como los créditos iniciales o finales de cada episodio, la segunda temporada es clara y bastante lineal respecto a su planteamiento: enfrenta a cada personaje con sus pecados y sus inseguridades, y les hace fracasar o triunfar frente a ellos. No solo eso, sino que muestra al espectador occidental las grietas que sufre una organización que lleva influyendo en su cultura desde hace siglos, y los problemas a los que se enfrenta Europa en la actualidad. Todo esto lo hace, irónicamente, sin pontificar, sino mostrando con crudeza pero con elegancia la crueldad de la que es capaz el ser humano. Pero, después de este purgatorio, existe la esperanza, y Sorrentino lo muestra a través de un fanservice bastante hábil que se manifiesta principalmente en las elecciones musicales de los últimos capítulos. Decir más sería spoiler, y es mejor ver esta serie sin saber nada sobre ella.
Conclusión
The New Pope conserva la visión de autor que hizo tan especial a The Young Pope y la eleva a los altares de la calidad cinematográfica, concluyendo en un contundente final que admite continuación pero que podría cerrar perfectamente esta serie. Muestra el rostro del ser humano ante la adversidad, horrible y aterrador en algunos casos pero extraordinariamente bello en otros. A pesar de la sátira inicial, la obra de Sorrentino no es política, y las escenas costumbristas con personajes como Girolamo son tan importantes como las grandes intrigas de cardenales, diplomáticos y terroristas. Frente a la pregunta de si existe Dios, se nos contesta con una de cal y otra de arena, ofreciéndonos tragedias y milagros para que podamos decidir por nosotros mismos. Pero, pese a plantear con seriedad estas eternas cuestiones, el sátiro que firma esta obra decide despedirse con un fragmento humorístico que nos deja con una sonrisa en la boca.