Podría decirse que, actualmente, el terror es uno de los géneros en estado de gracia. Si bien hace unos años parecía languidecer ante lo formulaico –hablando a nivel del producto mainstream–, últimamente respira con algo más de soltura al librarse de ciertas ataduras convencionales con el surgimiento de éxitos como Hereditary o La bruja, que parecen haber abierto paso a toda una nueva serie de películas ansiosas de homenajear y experimentar con el género. Y Venus en cierta medida es eso, experimentos y homenajes.
Jaume Balagueró (estandarte del terror español por Rec y el documental de OT…) exprime en su nueva película clichés y convenciones de género al ritmo de la música mákina. La segunda película del proyecto The fear collection, creado e inaugurado por Álex De la Iglesia con Veneciafrenia, deja luces y sombras pero muchas cosas interesantes sobre la mesa que seguro harán las delicias de muchos.
Venus nos cuenta la historia de Lucía, una bailarina de discoteca que, en busca de refugio tras haber robado un importante alijo de droga de una mafia, aparece sin previo aviso en el piso de su hermana, con la que no mantiene contacto ni relación desde hace años…
Ya con su premisa se puede entrever uno de los principales ejes que caracterizan y dotan a esta película de un aire diferente al que podría tener un producto más tradicional: la mezcla de géneros.
En Venus, Balagueró reivindica que en la hibridación de tonos hay un valor añadido y nuevos registros y matices con los que jugar. Y en cierta medida, no le falta razón. El visionado de la película se siente refrescante y extraño al tener una historia de terror oculta en el esquema de un thriller mafioso, siendo este último el que le dota de cierto dinamismo y contrarreloj a la trama más contemplativa y estática que es la del piso encantado.
Una mezcolanza a priori contraintuitiva, ya que el terror suele pedir un ritmo más pausado y cierto espacio al suspense y la sugestión del ambiente, pero que aquí consigue sacar lo mejor de la película: el descaro.
Venus es, en sus mejores momentos, un divertimento lleno de ingenio que usa los tópicos de género como juguete, creando una especie de laboratorio que tiene como base y pilar el innegable talento de Balagueró para crear tensión, humor y terror en los momentos menos esperados y en ocasiones al mismo tiempo. Pero lo más paradójico es que este afán de descaro, aunque refrescante, termina siendo su principal problema.
Entiendo que nos encontramos ante un producto de género cuya principal tentativa es la diversión y la exploración. No le voy a pedir peras al olmo ni a Venus una trama conmovedora que me remueva mis traumas más internos para llorar a moco tendido. Pero no pedir el Oscar a mejor guion no quiere decir no exigir un cierto grado de coherencia narrativa y un mínimo desarrollo en el que sustentar lo que pase. Si bien aquí la puesta en escena y la propuesta son grandes puntos positivos e interesantes, lo que subyace tras ellos no lo es tanto y esto se debe a diferentes factores.
Para crear esta especie de patio del recreo de la experimentación, Balagueró juega con muchos tópicos de género. Pero para utilizarlos a nivel formal se han de establecer primero a nivel narrativo, y si no van acompañados de un buen desarrollo, cuando se te va el shock de ver al perro verde te das cuenta de que en el fondo es un perro más de los mil que has visto. Y en Venus, cuando sales del frenesí sangriento y la montaña rusa de recursos que ofrece, te queda solo el poso de que detrás de todo eso tampoco había gran cosa.
Un problema serio, ya que afecta al calado de más allá de lo visual, pero que obedece sobre todo a no haber sabido vehicular el conflicto de la película a través de la propia protagonista. Como se establece desde la misma sinopsis y la premisa inicial, Lucía (Ester Expósito) se ve atrapada en un piso, que si bien es de la familia, no le pertenece.
El desarrollo de los misterios del edificio le afectan tan solo de una manera tangencial y Balagueró nunca da los elementos o el desarrollo suficiente para conectarla con el meollo paranormal más allá del sufrimiento de lo que vive. Los descubrimientos que hace no son importantes para la protagonista, y por ende, no lo son para el espectador.
Siento que Venus necesitaba de muy poco para ser espectacular. Lo más difícil probablemente ya lo tenía en la convivencia de géneros y solvencia estética, pero la falta de desarrollar un poco más lo que hay debajo de todo eso hace que una posible joya del terror se quede tan solo en un experimento curioso.
