Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Pues con todos los artículos y podcast sobre el lanzamiento de la versión de acceso anticipado de Baldur´s Gate 3 yo me he acordado que tenía el anterior juego de los belgas de Larian sin acabar para PC. Es decir, Divinity Original Sin 2. En este caso como el juego tiene sus años ya era la versión definitiva, pulida y amaestrada. Tras dedicar como 100 horas al primero éste lo tenía por su parte final, a pocas horas de acabar. Al final he pasado de las 100 horas en esta segunda parte.
Del videojuego se ha hablado mucho y bien en este sacrosanto sitio. Parece como si fuera Europa con sus polacos haciendo The Witcher y sus belgas haciendo Divinity Original Sin los que lideraran desde hace años lo mejor del rol occidental. Las dos sagas, cada una muy diferente de la otra, están muchos peldaños por encima de los últimos Fallout o The Outer Worlds, los dos con problemas de jugabilidad e incluso de narrativa importantes.
Los compañeros y la historia
Como dijimos con el primer Divinity Original Sin, lo de Larian no es precisamente contar grandes historias o crear secundarios memorables, en la mejor tradición de la Bioware original. Es decir, no sé si alguien se acuerda del nombre de algún compañero o villano de la primera parte. Tampoco los graficazos: recordemos que para los Divinity Original Sin tiraron de campañas de patronazgo en Kickstarter. La estética del primero recordaba sospechosamente al mundo de Warcraft, sobre todo en las proporciones de los personajes o los diseños de armaduras. En fin, que por lo estético o por la historia no enamoraron a nadie.
Tras varios tumbos haciendo juegos con apariencia de Diablo, de estrategia o cosas más marcianas aún, recuperaron la forma de pensar un videojuego de rol de El Templo del Mal Elemental, la mejor recreación del sistema de combate de Dungeons & Dragons. Y añadieron cosas de los juegos de rol online, especialmente las barras de habilidades o el refresco de éstas. Además de la estrella de la casa: la interacción de los elementos. El fuego quema el aceite, el agua apaga el fuego y demás.
El juego tenía un combate muy divertido y creativo. Aunque, vamos a decirlo, al final si uno subía sus puntos de característica para tener cuantos más puntos de acción posibles el tercio final del juego sin ser un paseo si que era tirando a fácil. La batalla final era la típica del Bien contra el Mal con todo en el asador, pero el desafío era que no nos mataran un personaje secundario que llevábamos más que morir nuestros personajes. Además de la enorme cantidad de basura que inundaba nuestro inventario, claro.
Para esta segunda parte han remediado algo la parte de los personajes. Los acompañantes ya no parecen solo trozos de carne que pegan y lanzan hechizos. Se han sacado de la manga varios personajes divertidos, que sin ser el colmo de la originalidad al menos si recordaremos cuando pase un mes al dejar de jugar con él. Reaccionan de vez en cuando a nuestras acciones o frases, y su opinión de nosotros puede meternos en líos o facilitarnos las cosas en contadas ocasiones. Eso sí, la interacción entre ellos es tirando a nula: parece que entre ellos no se hablan o no se ven.
Los malvados de Divinity Original Sin ganan algo de peso al repetirse en varios encuentros, pero de nuevo el trabajo es correcto y gracias. Puede que hayamos ganado algo en la parte artística alejándonos algo de la estética de Warcraft, siendo todos los personajes más estilizados. La trama ahora ha ganado en peso, hay diferentes orígenes y algunos combates se pueden complicar en función de decisiones previas. Nada del otro mundo, pero cumplen por aquí.
El combate de Divinity Original Sin 2
Pero la estrella de la casa, la razón por la que Divinity Original Sin tuvo las críticas que tuvo, es el sistema de combate. Es el mejor sistema de combate de un juego de rol occidental a falta de ver qué sale de la versión definitiva de Baldur´s Gate 3. Seguimos con la interacción con los elementos, pero en este caso las cosas no son tan evidentes. Recordemos esas secciones de la primera parte del juego en que ponían barriles explosivos en aceite con enemigos encima para que les echáramos fuego: faltaba un cártel diciendo “FUEGO AQUÍ”. Ahora hay que buscarse mucho más las vueltas, además de ganar mucho cada combate con el tema de las diferentes alturas.
En Divinity Original Sin también se ha cambiado el sistema de armadura. Hay una física y otra mágica. Muchas habilidades o efectos de hechizos solo funcionan cuando el objetivo no tiene una, otra o las dos. Mientras tanto solo se reduce tal o cual armadura, la cual se regenera con habilidades, pociones o del todo al acabar el combate. Es decir, gran parte del combate está centrada en qué armadura vamos a reducir o fortalecer, ya que un personaje sin armadura de un tipo corre un riesgo enorme de ser fastidiado de mil modos. Desde ser poseído por los otros, ser envenenado, aturdido o convertido en pollo.
Se ha corregido lo descompensado que estaba en el primer juego lo de ir como loco a tener muchísimos puntos de acción. Eso convertía a Divinity Original Sin en un “el enemigo actúa dos veces y cada uno de los míos tres o cuatro, jajaja”. Ahora no suben con el nivel y sólo tendremos puntos temporales con habilidades especiales. Es decir, tendremos que centrarnos más en los efectos de habilidades, hechizos, objetos y las interacciones que más nos beneficien.
Pero además los desarrolladores han conseguido que no parezca haber dos batallas iguales. No hablamos de las de los jefes, claro. Incluso batallas por los caminos son diferentes entre ellas. Las hay que nos sorprenden por un camino y son unos bandidos en las alturas con armas a distancia. Hay batallas son enemigos invencibles que dejan de serlo si acabamos con determinado elemento del escenario. Hay peleas al lado del mar en varias alturas. Hay otras que empiezan con un personaje del grupo poseído. Otras con los personajes separados en puntos distintos de una mazmorra. En otras empezamos en una piscina de veneno. En otras aparecen refuerzos enemigos tras varios turnos. Hay algunas con transformaciones. No hay batallas que parezcan sacadas de una tabla aleatoria. Todas parecen únicas, piden estrategias que tienen que variar. Nunca se hace monótono otro combate.
A esto contribuye la flexibilidad a la hora de subir de nivel, donde no hay clases predefinidas. Iremos eligiendo qué características subir, teniendo que comprar libros de habilidades cuyo requisito suele ser alguna de estas características. Desde luego lo que funciona mejor en Divinity Original Sin 2 es especializar a los personajes con algún toque no propiamente especializado que lo mejore en algo. En general, la habilidad de invocación es muy potente para cualquier personaje y la de combates que nos apañará la araña que puede invocarse desde el principio no tiene nombre.
El final
Pasaremos mucho rato en Divinity Original Sin 2 comparando estadísticas de objetos, revendiendo y explorando hasta el último rincón. O deberíamos. Aquí el juego es muy diferente en su tramo final al primero. Sí, es otra batalla del Bien contra el Mal de la que depende todo, pero no tiene nada que ver. Para esta edición definitiva hay muchísimas quejas de lo tremendamente complicada que es la pelea final. Es decir, puede que el tercio final parezca al del primer juego, con combates duros pero que se sacan con relativa facilidad. Pero la batalla final sí es difícil.
Lo es porque, sin destripar la historia a nadie, lo que parece una batalla contra otro grupo de gente muy bestia puede terminar siendo o una batalla contra otro grupo bestia con monstruos que se salen de la pantalla de lo grandes que son o una batalla entre tres grupos de gente con habilidades salvajes, todos contra todos, con gente transformándose en dragones, dioses y cosas desmadradas así. Es glorioso verlo en vídeo, al empezar a jugarlo estás fascinado, pero la ensalada de guantazos es fácil que se nos lleve por delante. Más le vale a cualquiera haber exprimido todas las misiones secundarias, terciarias y demás. Cada punto de experiencia, cada nivel ganado, cada objeto estupendo vale oro al llegar aquí. A mí me parece bien, que conste. Yo me pasé el combate final a la quinta vez no hace ni un mes. Luego he visto que realmente puede que nos ahorremos muchas complicaciones si tenemos las habilidades conversación necesarias…o si tenemos cuidado en el orden y contundencia con que matamos a según quién. Son más razones para querer al juego.
Por lo demás, Divinity Original Sin 2 mejora en prácticamente todo al primero y es, con justicia, uno de los mejores juegos de rol occidental de siempre. Y lo es por su sistema de combate por turnos espectacular, por su variadísimo diseño de batallas y la sensación de que cada pelea es única.
Sed felices.