La Pistola de Rayos hace que uno se pregunte a estas alturas lo mismo que al leer cualquier obra de uno de los iconos indiscutibles del género de la ciencia ficción de siempre, Phillip K. Dick, cuya influencia a título póstumo está más presente en el día de hoy que nunca es: ¿Por qué esta novela no se ha adaptado al cine?
No se me malinterprete, hay obras de PKD que son simplemente inadaptables (Ubik o Valis le vienen a uno enseguida a la mente), y las que lo han sido raramente han reflejado fielmente los temas y obsesiones engranados en la mente del propio autor. Aún con todo, no es ningún secreto que la bibliografía del genio literario ha resultado un campo más que fértil para que la máquina Hollywoodiense se nutra durante décadas: La Blade Runner de Sir Ridley Scott, Desafío Total de Verhoven, Minority Report de Spielberg… la lista es larga.
¿Dónde deja esto a la obra que tratamos hoy?, ¿Es La Pistola de Rayos una de esas obras inadaptables del autor, o estamos hablando de una historia que podemos considerar convencional? Pues bien, estamos ante una autentica sátira trufada de socarrona ironía sobre la carrera armamentística y la guerra fría en la que entremezcla el humor negro con las teorías de la conspiración y los personajes al borde del trastorno límite de la personalidad sello del autor.
EL MUNDO DE LA PISTOLA DE RAYOS
Antes de nada, pongamos las cosas en su contexto. En un futuro alternativo, el año 2004 aún ve la tierra dividida en dos grandes bloques, el Bloque Occidente y el Pío Oriente. En vez de seguir con la escalada armamentística, ambas potencias han puesto en práctica los Protocolos de Arado con Lars Powderdry y Lilo Topchev, psíquicos que entran en trance para crear diseños, produciendo armas (como si de artículos de moda se tratasen) para sus respectivos bloques.
Lo que la población general (los boquiabiertas) no sabe es que estos diseños, que se acaban convirtiendo en productos inofensivos distribuidos entre las masas, forman parte de la conspiración que la clase gobernante (los Cog) utilizan para conservar el equilibrio del poder y seguir controlando el mundo a su voluntad. Todo esto dará un giro drástico cuando una raza de quitinosos alienígenas esclavistas de Sirio pongan la mira en nuestro pálido punto azul y Lars y Lilo se vean obligados a crear un arma real para salvar a la raza humana.
Nos encontramos, por lo tanto, con una novela que mezcla el espionaje y los tropos más clásicos de la época de la guerra fría con un PKD al que le interesa más el desarrollo de los conceptos y personajes que el resolver una trama algo deslavazada que no sirve más que como telón de fondo del examen de unos personajes bastante interesantes que, sumidos en sus viajes lisérgicos, intentan mantener su integridad mental mientras el peso del mundo se les echa encima.
Muchos de lo temas que caracterizan la bibliografía del autor están presentes aquí, los poderes psíquicos, las sustancias alucinógenas, los androides y en última instancia en tema que más interesaba al maestro: la empatía como poder redentor y pilar fundamental para el individuo y la raza humana en conjunto. Todo pintado con una pátina de ideas y conceptos de lo más loco como viajes en el tiempo, cómics que predicen el futuro y un juguetero frustrado cuyos aparatos resultan instrumentales para salvar el mundo.
UNA NARRATIVA IRREGULAR DONDE BRILLAN PERSONAJES E IDEAS
La novela, que se publico por primera vez entre 1965 y 1966 en la revista Worlds of Tomorrow cuenta con 294 páginas y hay que admitir que, teniendo en cuenta la resolución final de sus tramas, se trata de un ejercicio en ocasiones algo lento y farragoso. Tenemos muchos tramos en los que la trama apenas avanza, centrados en las conversaciones, pensamientos y relaciones entre personajes que se extienden durante una parte central floja en acción para cerrar la narrativa en su parte final de una forma acelerada.
Algunos de los personajes que parecían tener arcos propios también acaban su trayecto dentro de forma abrupta, pero hay que admitir que todos resultan interesantes y que es su desarrollo el que nos mantiene pasando una página tras otra
Lars y Lilo, la pareja principal mantiene una dinámica interesante y Surley G. Febbs, el personaje que tiene todas las papeletas para ser el antagonista, nos regala unos capítulos cargados tan fuertemente de ironía y comedia involuntaria por su parte que merecen la pena sin duda.
La tendencia de PKD de presentarnos a personajes con trastornos de personalidad y tendencias suicidas también está presente aquí, pero he de decir que resuelve este punto de una manera tan alentadora y satisfactoria que su inclusión acaba regalándonos una perspectiva que vale la pena.
En conclusión, La Pistola de Rayos es una novela que no figura dentro de las obras más conocidas del autor, y cuya imaginería y temática tan pegada a la guerra fría la coloca en un nicho muy concreto incluso entro del mundo de la Ci-Fi. Estamos aún así ante una lectura muy disfrutable que mezcla el genero de espías con elementos y personajes que son sello de la obra del autor.
Encontraremos ideas geniales, personajes atormentados y reflexiones sobre el alma humana, todo aderezado con un tono satírico y humorístico que hará las delicias de muchos y que con suerte nos hará olvidar la irregular de sus estructura narrativa.
Podéis encontrar la novela publicada recientemente con una factura estelar de mano de la editorial Minotauro.