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Retro-Análisis: El tren de las 3:10 (2007). La última parada del buen wéstern.

El wéstern es uno de esos géneros imperecederos de la historia del cine. Muchas de las películas más míticas están relacionadas con el polvo y el sudor del salvaje oeste. Es en esas películas donde se cimentan los corazones duros, la mirada indomable y el carácter rudo. Donde el viaje inhóspito que forja la voluntad humana, que cruza los paisajes secos, busca la conquista de tierras salvajes. El fronterizo resquicio donde el cine sigue encontrando maneras de reinventarse, reescribirse y sorprenderse.

Hoy hablamos de quizás uno de los mejores wésterns modernos. El tren de las 3:10 (título original en inglés: 3:10 to Yuma) es una película estadounidense de wéstern del año 2007. Dirigida por James Mangold y protagonizada por Christian Bale y Russell Crowe. La película fue filmada en Nuevo México (Estados Unidos) y en España. Como curiosidad, está basada en un relato corto de Elmore Leonard, el gran maestro de la novela negra, y ya había tenido una adaptación previa en 1957.

La sinopsis de la película nos cuenta la historia de Dan Evans (Christian Bale), que vive con su familia en un rancho, afectado por muchos problemas que le asedian. La sequía ha hecho estragos en sus tierras y ha diezmado su rebaño. Cuando el famoso ladrón y forajido Ben Wade (Russell Crowe) es capturado, Evans decide colaborar en su traslado. Para ello, deberán escoltarle hasta la estación de un pueblo. Allí, deberán esperar hasta coger un tren que se dirige a la prisión de Yuma.

Decir que la película es extraordinaria es quedarse corto. Estamos ante una reinterpretación de las claves del cine del oeste, que basa su genialidad en dos cosas; la intensidad que desprende su historia y el duelo interpretativo. Una pugna que se convierte en una feroz batalla dramática entre dos de los mejores actores de su generación.

Un wéstern moderno

La película está salpicada con pocas pero implacables secuencias de acción. Gracias a su metraje pausado, logra mantener el in crescendo de la violencia, creando una atmósfera turbia que genera ansiedad y que detonará con inusitada virulencia al final del viaje.

El tratamiento de la acción está supeditado a unos diálogos excelsos, que depuran su apuesta por los elementos melodramáticos. Escenas en las que los personajes pueden intercambiar largas charlas reflexivas, que nos muestran un interesante estudio de los mismos. Gracias a esta composición del wéstern, nos enseña que la batalla no está definida por la violencia, sino por la determinación de cada hombre frente a la vida.

Crowe y Bale hacen un excelente trabajo, al que hay que añadir el cariz de contrapunto que ofrece Logan Lerman, el hijo de Bale, y que sirve como reflejo de las cualidades que le faltan a sus personajes mayores. Es decir, el carácter en el caso de Christian Bale y la nobleza en el de Russell Crowe. Tanto ellos como el resto del reparto tienen cada uno su oportunidad para lucirse en la película y son la principal razón para ver este wéstern.

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Nos encontramos todas las cosas significativas del género, como los forajidos, la diligencia, las persecuciones a caballos, los duelos, emboscadas y tiroteos. Todo rodado con primeros planos diáfanos que ayudan a entender bien las escenas. Eso no significa que no se preste atención a su ambientación, constituida por un entorno sucio e impregnado de colores pardos, que representan de una manera conveniente el salvaje oeste.

Las secuencias de los paisajes están filmadas con elegancia y las interacciones entre los personajes con brío, lo que concede a la película un ritmo en continuo movimiento, que no decae ni siquiera en sus escenas más contenidas. Las imágenes logran transmitir fuerza, a lo que ayuda una banda sonora (Marco Beltrami) que insufla vitalidad a la hora de representar el caos de la contienda. Toda esta fusión crea la espectacularidad de este pequeño clásico del wéstern.

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Toda la intensidad de la trama, que se basa en el enfrentamiento entre Crowe y Bale y esa extraña relación que les une, se condensa en su magnífico final. La cadencia del ruido del tren, mientras suenan los disparos que tumban las expectativas del público, como si fuera el latido de un corazón que cae: el del padre que no logra terminar su hazaña, el del hijo que mitifica la valentía del padre, y el del bandido que parecía haber encontrado un amigo de verdad.

Es en ese instante que, al compás del ferrocarril, la armonía de los personajes late como si fuera la última parada del buen wéstern. En esa estación, los latidos quedan entrelazados por una aventura, un viaje, un tren. La frontera donde tres corazones se unen en un mismo destino, el de las 3:10 a Yuma.

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