En nuestra sección de retro-análisis y al igual que lo hiciéramos la semana pasada, nos dedicamos a revisitar un título bien noventero e incluso del mismo año: 1991. Se trata de Llamaradas (Backdraft), película de Ron Howard conocida en algunos países latinoamericanos como Llamarada y en otros como Marea de Fuego. Un elenco coral increíble reúne a William Baldwin, Kurt Russell, Robert De Niro, Donald Sutherland, Scott Glenn, Rebecca DeMornay, Jennifer Jason-Leigh y J.T. Walsh. Y sin embargo, el protagonista principal del filme no aparece en los créditos: el fuego…
Por razones difíciles de entender, varias películas de la primera mitad de los noventa fueron infravaloradas. No sé si será que la crítica estaba muy exigente por esos años, pero hay filmes como Waterworld o El Último Gran Héroe que, sin ser obras maestras, eran sumamente entretenidos y recibieron un maltrato exagerado e incomprensible. Otros gozaron del favor de la crítica pero fracasaron en taquilla y el tiempo los convirtió en clásicos de culto, como The Rocketeer (aquí retro-análisis de un servidor). Pero también los hay que, valorados por la crítica y exitosos en taquilla, no consiguieron que el tiempo les diera lugar de clásicos: Llamaradas es un perfecto ejemplo.
Ya para empezar, el título original en inglés es conflictivo y difícil de traducir en contexto: Backdraft viene a significar algo así como contracorriente y solo cobra sentido cuando, al ver la película, descubrimos que su trama gira en torno a incendios intencionalmente provocados a partir de pérdidas de gas, pero que redoblan su poder destructivo cuando, no quedando ya casi oxígeno, reciben una corriente del mismo y dan lugar a una explosión de características (precisamente) cinematográficas: uff, vaya trabajo me ha tomado explicarlo; imaginen lo que habrá sido traducir el título en ese entonces…
Tal como lo hemos señalado en el retro-análisis de Willow (1988), Ron Howard no es un director que vaya a ser recordado por hacer cine de autor ni por una impronta claramente identificable a la manera de Tim Burton o Christopher Nolan, pero sus filmes son técnicamente sólidos, están bien narrados, entretienen y hasta llegan a emocionar: no es poco… Y con Llamaradas ocurre justamente eso…
Historia y Personajes
Llamaradas es una historia de hermanos que podría ser como tantas. Sigue a Stephen y Brian McCaffrey dentro del cuerpo de bomberos de Chicago, pero comienza mucho antes, cuando el padre de ambos formaba parte del mismo.
A Brian, el menor de los hermanos, le tocó justamente de pequeño y tras acompañar a su padre a un incendio, ver cómo el edificio en que había entrado se consumía en una explosión mientras el repiqueteo del chamuscado casco sobre el asfalto indicaba a las claras que su padre acababa de dejar la vida en cumplimiento del deber. Un fotógrafo en el lugar captó el desconsolado gesto del niño y ello devino en portada de Life y premio Pulitzer.
Ya de adulto, Brian ha logrado ingresar a la fuerza y le toca allí trabajar junto a su hermano, caracterizándose ambos por perfiles muy diferentes. Brian, interpretado por William Baldwin, es quedado, vacilante y le cuesta involucrarse “cuando las cosas queman” porque inevitablemente le aparece la imagen de su padre. Stephen, por el contrario, es autoritario y algo arrogante, corriendo su papel a cargo de Kurt Russell que, para agregar condimento, da también vida al padre de ambos en ese flashback del comienzo y no es una elección casual, pues el hecho de que sea idéntico es un gran lastre que impide a Brian desprenderse de la imagen paterna.
Los hermanos compiten, discuten y hasta hay sospechas llegado cierto punto. Todo a cuento de una serie de incendios intencionales de perfil psicótico y de un pirómano al cual no pueden encontrar, pero que actúa de acuerdo al modus operandi detallado más arriba. Tanto Baldwin como Russell están correctos en sus roles, pero si hablamos de elenco y personajes, lo mejor pasa por los secundarios…
Robert De Niro (raro esa época verlo en un papel no protagónico) interpreta a Donald “Sombra” Rigdale, pintoresco perito de incendios comprometido con su quehacer al punto de sostener y defender una concepción casi mitológica del fuego, al cual considera prácticamente como un ser vivo y para entenderlo, dice, “hay que pensar como él y quererlo un poco”. Por cierto, Rigdale no es un personaje ficticio sino que existe y, en efecto, se desempeñaba en esos años como investigador para los bomberos de Chicago: hasta tiene un cameo en la película.
Donald Sutherland, por su parte, compone de manera magnífica a Ronald Bartel, psicópata que está justamente en prisión por piromaníaco y cuyos desequilibrios psíquicos le estropean año tras año sus audiencias de libertad condicional. Como Clarice Starling con Hannibal Lecter (no olvidar que El Silencio de los Corderos es del mismo año), se lo interpela a los efectos de conocer su personalidad para así acercarse al perfil e identidad de quien buscan.
J. T. Walsh da vida al concejal Martin Swayzak, quien desde el gobierno comunal viene propugnando una política de recortes presupuestarios que afectan especialmente al cuerpo de bomberos. Como contrapartida, Scott Glenn es John Adcox, apodado “hacha”, quien, siendo el más experimentado del cuerpo, defiende de manera acérrima a la institución ante los políticos corruptos y además ha sido prácticamente un tío para los hermanos McCaffrey tras la muerte de su padre.
Para completar el cuadro, Rebecca De Mornay es la ex esposa de Stephen con quien tiene un hijo en común y ello da lugar a una complicada delimitación de ámbitos, sobre todo para él. Jennifer Jason Leigh, en tanto, es la ex novia de Brian, pero están en proceso de reconstruir su relación e introduce algún punto de conflicto el que ella trabaje para Swayzak, situación ideal para investigarlo de cerca.
Fascinación por el Fuego
Decir que Llamaradas es una película sobre el fuego puede sonar a obviedad, pero la frase antes citada del personaje de De Niro no es casual y tiene mucho que ver con el papel central que ocupa en la historia. Porque el fuego termina prácticamente por ser un personaje más y para que lo tomemos como tal no es necesario que creamos toda esa mitología de Ridgale: Lévi-Strauss decía acertadamente que no es tan importante que un mito sea verdad como que la sociedad crea que lo es. De modo análogo y tomando a la película como universo, aquí ocurre lo mismo…
La habilidad de Howard para meternos dentro de la historia hace que durante las poco más de dos horas que dura el metraje, estemos prendidos a nuestra butaca o sillón con el terror y la fascinación por el fuego a flor de piel: es casi el “monstruo” de la película, uno misterioso que es visible e invisible a la vez y del cual no podemos prever en qué momento dará lugar a la próxima explosión.
Y no se confundan, que no es Michael Bay: el sentido de las explosiones no acaba con ellas mismas, sino que radica en la incertidumbre de sospechar que detrás hay algo que no podemos determinar. No es una película fantástica ni de terror, pero genera sensaciones de angustia muy semejantes…
Las escenas de incendios están rodadas de maravillas y como suele ocurrir con las películas de Howard, los efectos sobreviven bien el paso del tiempo. Y si la película logra de modo tan eficaz que nos sintamos entre las llamas, ello se debe en buena medida a la sensación de que los propios actores lo están. Desde ya que no es así, pero pareciera que Baldwin o Russell estuvieran dentro del incendio mismo y aun cuando demos por descontado que se han usado dobles, en ningún momento se notan las costuras.
En momentos en que el cine 3D y las realidades virtuales estaban apenas en estado embrionario y no habían aún dado el salto hacia la masividad, la película consigue, de modo maravillosamente artesanal, hacernos vivir la realidad del incendio con logradísimos giros de cámara a trescientos sesenta grados y dramáticas escenas en cámara lenta. Howard es un hombre que sabe filmar y lo demuestra…
Valoración y Legado
Se podrá objetar que la historia no es la gran originalidad, que el antagonismo entre hermanos es tan antiguo como la Biblia y que los momentos melodramáticos tienen sus clichés. También, y con justicia, que no todos los personajes están tratados con la misma profundidad y, por ejemplo, el de Jennifer Jason Leigh queda muy desdibujado: según propias palabras de la actriz, hubiera preferido que le dieran el del fuego, que era más importante; vaya si supo entender la película más allá de la queja…
Se podrá discutir también el mensaje final (si es que realmente lo hay): el de la conveniencia y necesidad de sostener una mentira para mantener a la sociedad esperanzada y confiada en sus héroes. Pero no escuché absolutamente a nadie cuestionar eso en El Caballero Oscuro de Nolan que, en definitiva, termina diciendo lo mismo: ¿o no? Y volvemos a Lévi-Strauss: lo importante no es que algo sea verdad, sino que la sociedad crea que lo es. Es un error pensar en un mensaje: hay más bien una fría radiografía social y el asunto no es si está bien o mal sino que simplemente, nos guste o no, la cosa funciona así…
Y si hablamos de cosas que funcionan, Llamaradas es una película que lo hace. Como la mayoría de los filmes de Howard, es una historia prolijamente narrada, cuya trama de thriller nos mantiene prendidos hasta el final, que viene con varios giros. Y así como tiene personajes débilmente tratados (siempre ocurre cuando hay elencos corales), tiene también algunos memorables, entre ellos un Sutherland siempre impagable cuando compone a tipos desquiciados y un De Niro que demuestra que puede brillar sin ser el centro de la fiesta.
Es cierto que ya este había sido actor de reparto en El Padrino Parte II, pero no compartía allí ninguna escena con Pacino por estar ubicado en otra línea temporal ni tampoco con Brando por interpretar al mismo personaje: terminaba entonces siendo, de todos modos, principal en cada aparición.
Pero aquí el caso era totalmente distinto y se hacía tan raro para el público no ver a De Niro en un papel principal que hasta recuerdo algunas críticas acusándole de meramente cumplir para cobrar un cheque. Vaya infamia: logra construir un personaje propio e identificable sin necesidad de protagonismo, lo cual es un enorme mérito que no todos supieron ver.
El filme también funciona por la emocionante banda sonora de Hans Zimmer y la gran fotografía de Mikael Salomon. No es poca cosa, además, que el guionista Gregory Widen (La Profecía, Los Inmortales) haya sido bombero durante tres años y testigo presencial de una muerte por “contracorriente” muy semejante a las que aquí se cuentan: lo que se dice habitualmente “saber de lo que se habla”…
Pero, sobre todo, la película funciona por esa concepción casi aristotélica del fuego, al que devuelve su lugar como elemento esencial en la naturaleza al tiempo que remite al terror y fascinación que habrá despertado en los primeros homínidos y, por qué no, en nosotros mismos cuando, de niños, aún le teníamos por uno de nuestros “monstruos”. Apela, en otras palabras, a nuestras emociones más primitivas…
Pero así como Llamaradas es una película sobre el fuego, también lo es sobre bomberos y, por ende, sobre seres humanos. Hay una clara reivindicación del héroe anónimo al servicio de la comunidad, al punto que si hoy alguien viera la cinta desprevenido y sin saber año de realización, podría quizás pensar que está hecha después de los atentados del 11 de septiembre cuando en realidad está rodada diez años antes.
Con una taquilla de ciento sesenta millones de dólares, Llamaradas es, de hecho, la película de bomberos más exitosa de la historia y sin duda abrió el camino por el que después transitaron exitosas series televisivas como Station 19 o Chicago Fire que, ubicada incluso en la misma ciudad, lleva al día de hoy once temporadas. Recibió respectivas nominaciones para los premios Oscar en sonido, edición de sonido y efectos visuales, pero no se quedó con ninguno.
Vuelvo al principio: Llamaradas no es una obra maestra, pero sí una película que merece ser más recordada de lo que es y que trasciende más allá de un simple thriller de bomberos con toques de melodrama. Si la han visto en su momento, les invito a volver a experimentar esa fascinación y terror que sentíamos cuando de niños no podíamos apartar la vista de las llamas. Si no lo han hecho, de más está decir que se las recomiendo: con las manos en el fuego, desde luego…
Hasta la próxima y sean felices…
Uffffffffff, la vi el otro día a raíz de tu crítica y disiento totalmente, menudo peñazo. El guion es malísimo. Que las escenas de acción sean buenas es lo mínimo. Cacota.
Cuánto me duele leerte así, compañero. Evidentemente, no busquemos reflexiones trascendentales en Llamaradas. Lo que hay que buscar o, mejor aún, entregarse es al fuego que aparece en la película y al desfile de personajes interpretados por grandes actores en una trama que a mí me resultó tremendamente entretenida.
Uffffffff, que va que va, yo no pude. Un aburrimiento con una historia flojísima y unos actores desaprovechados sobre todo Kurt Russell con ese papel de chulo y esas aristas emocionales de primero de egb y no de escuela de cine. De películas de incendios las he visto mejores, recuerdo una del director de top gun maverick con Josh Brolin, esa si me gustó.
Saludos