Casi dos años después del final de su quinta temporada, damos la bienvenida a la última temporada de Cobra Kai, aquella serie estrenada originalmente en Youtube Originals allá por 2018 y que, tras un espectacular éxito de audiencia, fue adquirida por Netflix. En un movimiento sin precedentes, la serie estrenará la temporada no ya en dos tandas, sino en tres de cinco capítulos cada uno. Una decisión a mi juicio totalmente inentendible por la forma de jugar con el espectador y por lo que implica narrativamente. Pero ahora iremos a ello.
Aviso que este análisis del capítulo quinto al décimo de Cobra Kai estará plagado de spoilers.
Crítica de la primera y segunda temporada de Cobra Kai.
¿Por qué Cobra Kai es una de las series más valientes de los últimos años?
Crítica de la tercera temporada de Cobra Kai.
Crítica de la cuarta temporada de Cobra Kai.
Crítica de la quinta temporada de Cobra Kai
Crítica de los primeros capítulos de la sexta temporada de Cobra Kai.
Crítica de la segunda tanda de capítulos de la sexta temporada de Cobra Kai.
Se terminó. La serie más conscientemente nostálgica de los años ochenta, aquella que funcionaba como secuela y como vuelta de tuerca de la mítica Karate Kid, ha terminado. Deja seis temporadas marcadas por un descenso progresivo de calidad, estiramiento de conflictos y un magistral sentido del ritmo y del entretenimiento.
Antes de entrar en detalles argumentales acerca del final de Cobra Kai, quiero quedarme a gusto afirmando que la estrategia de Netflix ha sido un fracaso. Tanto para la narrativa de la serie como para sus datos de audiencia. Esta ha sido, con diferencia, la temporada menos publicitada. Más que nada porque no es una temporada real.
Los quince capítulos se han dividido en tres tandas de cinco capítulos con su propia introducción, nudo y desenlace, dejando la sensación de que, realmente, han sido tres “minitemporadas”. Con sus momentos impactantes, personajes con más peso y minutos de relleno.
Esta división ha lastrado narrativamente la serie y supongo el principal y casi único defecto de esta traca final de cinco episodios.
Me refiero a la escasa importancia de algunos de los personajes con más potencial de toda la serie. Hablo de Chozen, Kenny, Devon y, sobre todo, Halcón. El campeón de All Valley y figura clave de todo lo que concierne al acoso escolar en Cobra Kai. Aquí queda reducido a una mera comparsa con escasas escenas y diálogos. Como si, después de haber ganado a Robbie en la cuarta temporada, no quedara más historia para uno de los luchadores más habilidosos del Valle.
Luego está la apresurada resolución de muchas de las tramas de la serie, como la que concernía al pasado del Señor Miyagi, que finaliza de forma tan satisfactoria como arbitraria.
Dicho esto, una vez vertido todo lo malo, he de decir que, dada la política de estreno que Netflix ha impuesto a la última temporada de la serie, estamos ante el mejor final que Cobra Kai podía dar.
Empecemos por el tono. Por mucho que esté situada en la actualidad, no hay serie más ochentera que Cobra Kai, con malos tremendamente malos para el contexto que nos movemos (Terry Silver es prácticamente un villano de James Bond), buenos sin fisuras, romances adolescentes sujetos a todo tipo de vaivenes, montajes musicales de entrenamiento…Todo esto queda condensado en los tres últimos capítulos de la serie (los dos primeros se narran de forma más lenta). Y, por supuesto, final totalmente luminoso donde todos los buenos obtienen lo que se merecen. No es la vida real, pero es como nos gustaría que fuera.
Lo que sí reconozco que me sorprendió ha sido la manera de llegar a este final positivo. Porque, con el paso de las temporadas, Cobra Kai fue cada vez menos Cobra Kai y más Karate Kid.
Al fin y al cabo, tenía sentido. Porque, por mucho que la serie comenzara desde el punto de vista de Johnny Lawrence, el perdedor abusón de Daniel Larusso, Cobra Kai bebe de la mitología de Karate Kid y, por tanto, de la vida de Larusso.
Y aunque los creadores de la serie consiguieron que amáramos la fuerza de Cobra Kai y nos irritara la pasividad de Miyagi-Do, al final la tendencia era que todos los personajes abrazaran la filosofía de Daniel Larusso. Incluso el mismísimo Johnny Lawrence abandona la filosofía con la que creció por apostar con la de su amigo.
Y así parecía que iba a proseguir la serie, apostando por Robbie y Tory como campeones y diluyendo Cobra Kai dentro de la filosofía Miyagi-Do.
Hasta que aparece un señor Miyagi recreado digitalmente tan horrible como fundamental para enfocar el final de la serie.
Porque Miyagi-Do abandona la pelea al entender que la lucha no es el objetivo, sino un medio para no hacerlo nunca más. Y resurge un Cobra Kai bien entendido tras una de las escenas más emocionantes de toda la serie.
Y no, no es un combate, sino Johnny y Kreese, alumno y sensei, reprochándose, gritándose y perdonándose a corazón abierto. Enormes las actuaciones de William Zabka y Martin Kove.
A partir de aquí, la serie nos da lo que quiere. Porque por mucho que Robbie sea un gran luchador y considerara que se merecía ganar algún combate, no tiene la importancia de Miguel en la serie. El primer alumno de Johnny, el que superó una lesión medular y el verdadero alma máter de la serie.
En el momento en el que aparece un renacido Cobra Kai con Johnny, Tory y Miguel, sabía que los creadores habían dado en el blanco con el final de la serie. Al fin y al cabo, son los tres Cobra Kai más genuinos de toda la serie (recordemos que Robbie comenzó entrenando con Daniel Larusso).
Los combates de uno y otro son emocionantes, pero la sorpresa final es que Johnny volverá a tener una oportunidad para ganar un combate. Al fin y al cabo, esta no deja de ser la historia de un niño que perdió mucho más que una final al recibir aquella patada de la grulla.
Una vez nos posicionamos con el karate como deporte que permite la forja de valores y amistades, los creadores de la serie nos dejan claro que Cobra Kai no debe diluirse en el Miyagi-Do. Que es bueno aprender a atacar y a defender. La clave está en adquirir el equilibrio para saber cuándo usar uno u otro.
Así, el final de Cobra Kai es el mejor posible por suponer un regreso a las raíces de lo que la serie buscaba ofrecernos. Un nuevo punto de vista sobre una de las historias más míticas de la historia del cine deportivo. Y una historia de redención que, si también se diera en el mundo real, haría de este un lugar mejor.
Un saludo y sed felices.
Recordad, Cobra Kai nunca muere.