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Análisis de Matthew Shardlake, Temporada 1: Intriga, Misterio y Asesinato en la Inglaterra de los Tudor

El período Tudor es en la historia británica uno de los que más ha nutrido a la literatura, al cine o, como en este caso, a las series. Con producción de John Griffin y dirección de Justin Chadwick, Matthew Shardlake es justamente una propuesta que ubica una trama de asesinatos e investigación en ese particular marco histórico. Desde hace unos pocos días, está disponible en Disney+ y te damos nuestra opinión…

El pasado 1 de mayo Disney+ ha estrenado Matthew Shardlake, serie que podría ser calificada de thriller histórico por tratarse de un whodunit ubicado en el particular marco de la Inglaterra del período Tudor y, más específicamente, durante el tan célebre como conflictivo reinado de Enrique VIII.

Ya sabemos que las temporadas de las series británicas suelen ser cortas y, por más que esté hecha para Disney, esta no es la excepción, pues la primera consta de solo cuatro episodios. Ello hace que se vea con bastante rapidez, a lo cual contribuyen una intriga bien sostenida y un guion sumamente ágil.

Justin Chadwick, el director, no es nuevo en el abordaje del período histórico en cuestión, ya que ha sido responsable de Las Hermanas Bolena, filme de 2008 (también conocido según países como La Otra Bolena o La Otra Reina) que fuera protagonizado por Natalie Portman y Scarlett Johansson en los respectivos papeles de Ana y María Bolena, así como Eric Bana en el de Enrique VIII.

Se trata de uno de los períodos más convulsivos, demenciales y a la vez fascinantes de la historia política de Inglaterra, en el cual pueden también profundizar con la excelente serie Los Tudor que, creada por Michael Hirst (todo un especialista en series históricas), fuera emitida por Showtime entre 2007 y 2010. Tanto la serie como la película antes mencionada pueden servir de perfectas precuelas para ingresar al mundo de Matthew Shardlake pero, si no las han visto ni tampoco leído al respecto, a no desesperar que la trama y el contexto histórico se entienden.

El personaje principal fue creado originalmente para la saga literaria de C. J. Sansom, quien lo abordó a lo largo de siete novelas, pero lamentablemente y por muy poco no llegó a ver la serie estrenada, ya que falleció hace apenas días, el 27 de abril.

¿Shardlake o Sherlock?

Matthew Shardlake sufre de escoliosis, camina algo encorvado y tiene una mano completamente inútil, pero lo particular es que Arthur Hughes, quien lo interpreta, también es discapacitado (en su caso por por displasia radial) y ello no le ha impedido, sin embargo, desarrollar una carrera teatral e incluso convertirse en el primer actor en no necesitar fingir discapacidad para interpretar al Ricardo III de Shakespeare.

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Es además abogado e investigador (en versión original la serie se llama simplemente Shardlake, lo cual tiene otra fuerza y acentúa la semejanza fonética con “Sherlock”) y, a las órdenes de Thomas Cromwell (Sean Bean), trabaja para la monarquía de los Tudor. Esta primera temporada transcurre durante el período de disolución de los monasterios, habiendo ya ocurrido la ruptura entre la corona británica y el papado, así como también la ejecución de Ana Bolena y el ascenso al trono de Jane Seymour como tercera esposa de Enrique VIII (única que le dará el hijo varón que tanto anhelaba).

En ese contexto, Shardlake es enviado por Cromwell al monasterio de San Dodato, en Scarnsea, para investigar el asesinato de su comisionado Robin Singleton. El motivo es claro: lo que quiere Enrique VIII (que jamás aparece) es un argumento legal para ordenar el cierre del monasterio y poner sus tierras y bienes a disposición de la corona. Y a Cromwell (tan maquiavélico en esta caracterización como en su versión histórica) no le interesa la verdad, sino las pruebas, sin importar que sean apócrifas o adulteradas.

Pero además y como buen Sherlock, Shardlake tiene su Watson, solo que se trata de un ayudante que prácticamente le ha sido impuesto y que forma con él una dupla antagónica casi de “buddy cop”, pero en el siglo XVI. Su nombre es Jack Barack y está interpretado por Anthony Boyle, que viene de lucirse en la serie Los Amos del Aire (aquí los análisis de un servidor) y vuelve a hacerlo aquí, aun con lo radicalmente diferente del personaje.

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A pesar de compartir un rechazo casi instintivo contra la Iglesia, las personalidades de Shardlake y Barack son enteramente distintas. En este último, su aversión es más visceral y por momentos impulsiva, aunque no llegamos a bucear del todo en el origen de ese rechazo que, supongo, será material de futuras temporadas.

En cuanto a Shardlake, su trauma procede de la infancia, pues se le impidió de niño “servir a Dios” por no estar hecho “a imagen y semejanza”, historia plenamente creíble de acuerdo a los cánones y criterios eclesiásticos de aquel entonces.

El lugar no puede lucir más tétrico: el monasterio está rodeado por un mustio y neblinoso bosque, así como por marismas y arenas movedizas que, en conjunto, me trajeron recuerdos de La Historia Interminable (Wolfgang Petersen, 1984). Y en la costa, no lejos de allí, un puerto que es parada predilecta de contrabandistas.

Entre muros, los asesinatos no se detienen tras la llegada de la dupla de investigadores y hasta incluso alguno del pasado sale a la luz, a lo que se suma la misteriosa desaparición de un monje. Hay misteriosas figuras embozadas por los corredores, un joven novicio al que todos menosprecian, una criada que debe hacer de tripas corazón para soportar los frecuentes abusos, un contador sospechado de adulterar las cuentas del monasterio para evadir impuestos y un abad que no parece consciente de cuanto allí ocurre, pero que quiere alejar las sospechas y evitar el cierre.

Shardlake asume la investigación con ojo experto, siendo relevante que el tal Singleton fuera decapitado con una espada, práctica solo aplicable a miembros de la realeza ya que en las ejecuciones públicas los reos del vulgo solían ser ajusticiados con un hacha (de hecho y tras aquella farsa de juicio de 1536, fue una espada lo que cercenó la cabeza de Ana Bolena mientras que al resto de los implicados les cayó el rigor del hacha).

Una Gran Dupla Principal

Arthur Hughes está fantástico en su primer papel importante para la pantalla, sabiendo en su rostro reflejar tanto los traumas que le afligen (y sobre los cuales nos ilustran esporádicos flashbacks que son pocos y no quitan clima), como los conflictos internos que le carcomen al dudar de la integridad moral de aquellos de quienes recibe órdenes.

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Por mucho que quiera lucir convencido de que el cargar contra la Iglesia redundará en un mejor reparto en favor de pobres y excluidos, no le gustan los métodos de Cromwell ni su poco interés en llegar a la verdad, al tiempo que abriga dudas sobre la supuesta culpabilidad que en su momento les fuera endilgada a Ana Bolena o al músico Mark Smeaton, con quien da impresión de haber tenido algún tipo de relación e incluso cargar con remordimientos propios: una vez más, pareciera material de futuras temporadas (paradójicamente, Justin Chadwick había omitido al personaje de Smeaton en Las Hermanas Bolena).

Anthony Boyle secunda a la perfección a Hughes, tanto que por momentos compite como personaje principal y nos deja también pendientes de su propia historia y traumas personales: siempre es para celebrar que los guionistas entiendan que secundario no es sinónimo de irrelevante y si la serie sale airosa es en buena medida por tener en su centro a una dupla protagónica atractiva e interesante en sus antagonismos. Además, Barack muestra moralidad ambigua y tiene sus secretos, pues tampoco es que le cuente todo a Shardlake…

En cuanto a Sean Bean, ya estamos acostumbrados a verle con ropajes de época (El Señor de los Anillos, Juego de Tronos) y hay que decir que construye un Cromwell sólido pero algo lineal, lo cual no tiene que ver con su actuación sino con lo esporádico de sus apariciones, pues solo le vemos en pantalla cuando encomienda una misión a Shardlake o cuando este le presenta informe de sus progresos. Ello no alcanza, desde ya, para que el personaje pueda mostrar matices ni mucho menos adquirir un desarrollo semejante al de James Frain al dar vida al mismo personaje en la serie Los Tudor.

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El hecho de que estemos ante un whodunit con un contexto histórico tan particular le da obviamente a la serie un sabor especial y es imposible no relacionar con El Nombre de la Rosa (sobre todo con la adaptación cinematográfica de Jean-Jacques Annaud): tenemos un monasterio, una dupla recién llegada, una serie de asesinatos, lóbregos corredores, envenenamientos, muchacha doméstica y hasta un debate interno que afecta a la Iglesia Católica.

Pero mientras que en El Nombre de la Rosa la resolución a los enigmas venía por el lado de la filosofía o la teología, aquí viene más por el lado de la historia. El marco que da contexto no está puesto al azar ni es mera anécdota, sino que los sucesos históricos se articulan muy bien con lo ficcional y ayudan tanto a darle lógica como respuesta a los misterios. Respuesta que, por cierto, no tiene por qué ser lineal como tampoco los asesinatos estar ciento por ciento conectados entre sí o ser cometidos por una misma persona.

La reconstrucción histórica, tanto en vestuarios como en ambientación, es tan sólida como nos tienen acostumbrados las producciones británicas y para solucionar el hecho de que quizás no existan hoy en el Reino Unido parajes con las características requeridas, la filmación se realizó mayormente en Hungría y Rumania.

Lo único que hace chirriar un poco son algunos anacronismos a los que ya nos estamos acostumbrando y no para bien, como que la criada Alice (Ruby Ashbourne) se lamente del trato peyorativo e indigno que reciben las mujeres, comentario que pareciera más bien del presente siglo.

O que el abad Fabian (Babou Ceesay), a cargo del monasterio, sea de origen afro, lo cual si ya es de por sí poco probable en la Inglaterra de esos días, más lo es que además pudiera ocupar una alta jerarquía en la Iglesia (se contradice con esa falta de “imagen y semejanza” por la que supuestamente habían marginado en su infancia a Shardlake). En aras de un discurso inclusivo, se termina por el contrario alentando la imagen equivocada de que no existía discriminación.

Pero son detalles menores que no hacen a la trama general de una serie que cumple con creces…

Balance de Temporada

Matthew Shardlake es un sólido thriller de época con todo lo que ello implica: sabe conectar y combinar perfectamente la lógica interna de la ficción con la evidencia histórica que no solo le da marco sino también sentido. Se sustenta en las grandes actuaciones, especialmente de la dupla principal, y atrapa de principio a fin, pues los cuatro episodios se devoran con toda facilidad (de hecho, los vi en una única noche) y se hace casi imposible dejar la historia con lo bien puestos que están los cliffhangers al final de cada uno.

A la vez, el hecho de que sean tan pocos nos deja con una sensación agridulce de “¿pero ya ha terminado?” y deseando tener pronto más, ya que todo transcurrió demasiado rápido. Lo bueno es que la rapidez no es apresuramiento y la serie sabe tomarse sus tiempos para no responder todos los interrogantes en una única temporada, sino que nos deja a la espera de las próximas para darles respuesta, pues se advierten en los personajes principales aspectos ocultos que aún no han acabado de mostrarnos.

Esperemos, eso sí, que la serie continúe y podamos ver esas eventuales próximas temporadas, pues los libros dan para siete y sería bueno que así fuese. Una pena, desde ya, que por tan pocos días el autor no llegase al estreno.

Hasta la próxima y sean felices…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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