Lo mejor que puedo decir de Thor: Love and Thunder es que, al día siguiente, acudí a ver de nuevo Avengers: Infinity War solo por admirar la entrada de Thor en Wakanda, el momento más épico de un personaje que, cuando parecía que había encontrado un rumbo digno de su esencia, lo perdió. No es que Thor: Love and Thunder sea una mala película en sí misma, pero la imagen que se da del dios del trueno es indigna de lo que podía dar de sí el personaje.
Crítica de Thor: Love and Thunder, la epopeya que se salva cuando huye del humor
Eso sí, como en Las cosas que nos hacen felices somos muy de ver el lado bueno de las cosas, vamos a aprovechar la fallida nueva película de Thor y mi experiencia clínica para abordar un concepto concreto del mundo de la salud mental: la defensa maníaca ante la depresión.
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Empecemos con un poco de contexto cinematográfico. Aunque el rumbo de Thor cambió con el estreno de Ragnarok, muchos (prácticamente todos) pusimos el grito en el cielo con su aspecto físico y su actitud en Vengadores: Endgame, una película que aborda el duelo y la actitud ante la pérdida.
Thor es un narcisista de fuertes convicciones. A diferencia de Tony Stark, cuya personalidad chulesca es una defensa contra la sensación de que nunca ha estado a la altura de su padre, Thor es el dios digno de Mjolnir y el legítimo heredero de Asgard.
Este fuerte castillo de naipes se derrumba, recibiendo lo que se conoce como herida narcisista, al fracasar en su intento de salvar al universo de Thanos.
Y de ahí llegamos a Endgame, donde vemos a un Thor absolutamente destrozado e incapaz de volver a poner en pie ese castillo de naipes. Ha descuidado su aspecto físico y ni siquiera puede escuchar el nombre de Thanos.
Sin embargo, la conversación con su madre le permite recomponer la base de ese castillo de naipes. Todo lo que él ha sido se ha debido a la voluntad de sus padres y no a la suya propia. De ahí el convencimiento de alejarse de su camino proyectado para iniciar el suyo propio.
Y llegamos a Thor: Love and Thunder.
El dios del trueno parece haber tomado su propio camino junto a los Guardianes de la galaxia. Incluso vuelve a ponerse más fuerte que el vinagre. Pero su actitud, si ya en Ragnarok era cómica, ahora es más cercana a la de un payaso.
Podríamos pensar que el nuevo rumbo cómico se ha instaurado en el personaje, pero una frase de Star-Lord viene a aclarar un poco lo que está ocurriendo.
“Estás perdido”. Le dice a Thor un Peter Quill que parece el hermano serio de los dos (y eso que es uno de los abanderados del Marvel cómico).
Y lo es porque, a mi juicio, Thor se está defendiendo de forma maníaca ante la depresión.
La defensa maníaca no es un hecho demostrable científicamente. Es más, es un término psicoanalítico de hace más de cincuenta años. Pero es cierto que se ve en la clínica con frecuencia. Y en la vida real.
¿Cuántas veces hemos visto a un amig@ quemar las discotecas de su ciudad durante un tiempo tras romper con su pareja? ¿O gastos excesivos de dinero tras el fallecimiento de un familiar?
En el caso de Thor, podemos deducir que emprender su propio camino, junto a los Guardianes de la Galaxia, también supuso un camino hacia su propio interior. Y parece que lo que vio no le gustó. Porque un narcisista, aunque esté roto, sigue siendo un narcisista. Y a lo que Thor se enfrentó fue a todas las pérdidas de su vida: sus padres, su hermanastro, su hermana, su reino…y Jane Foster.
Fue entonces cuando su mente (o, como dirían los psicoanalistas, su inconsciente), para protegerlo del dolor, se defendió de este.
En su artículo de 1935, el psicoanalista Donald Winnicott definió la defensa maníaca en torno cuatro características definitorias.
La primera, la negación de la realidad interior porque supone acceder a todas esas pérdidas con las que no ha lidiado. Digamos que el mundo interior de Thor es un páramo inhóspito para este. Y, por ello, hay que evitar entrar. Dado que cualquier tema medianamente profundo o serio supone el acceso a esta realidad interior, la negación de esta supone una aparente despreocupación por todo tema serio.
Cuando uno huye, lo hace hacia algún sitio. Y esto nos lleva a la segunda característica. La huida de la realidad interior lleva a Thor a la única alternativa posible: la realidad exterior. Como si de un personaje de novela de aventuras se tratase, Thor se dedica a combatir insospechadamente contra villano tras villano. Y claro, un personaje de novela de aventuras, como Miguel Strogoff, Sandokan o el Corsario Negro, son todo hechos y poca personalidad. De ahí que su carácter sea tan inconsistente.
Esa huida de la realidad interior lleva a la tercera característica: mantener las relaciones únicamente desde la superficie. Nada de interiorizarlas, porque esto supone modificar un mundo interno que no quiere ser cambiado. Un posible reflejo de todo esto es el de los tatuajes de Thor. Sí, tiene todas sus pérdidas marcadas en la piel, pero no tenemos la sensación de que realmente las haya asumido. Parece que Loki, Jane, Odín y su madre están en su piel, pero no en su corazón.
Por último, esta negación del mundo interno es un rechazo activo, por lo que la persona no se queda anclada en la tristeza, sino que lucha contra ella con síntomas totalmente opuestos a la depresión: siempre en movimiento, luminoso, gracioso, alegre, dominador, superficial, sobredotado de capacidades…
Todo esto, que podemos ver en el mismo tono estético que tiene Thor: Love and Thunder, vemos que contrasta con la Dimensión Oscura de Gorr. Mucho se ha hablado, y no les falta razón, que la película habla, igual que lo hacía Endgame a su manera, del duelo. Del cómo lidiar con la soledad. Y tanto Jane como Thor o Gorr lo hacen a su manera.
Mientras que Thor mantiene una defensa maníaca frente a la depresión por la pérdida, Gorr proyecta el dolor de su pérdida en la violencia contra los dioses. Elige la venganza porque es más asumible estar enfadado que estar triste. Mientras que el mundo de Thor es colorido y cursi, el de Gorr es oscuro y falto de humor. A su modo, al entrar en la Dimensión oscura, Thor está tomando contacto con un reflejo de su mundo interior.
Es curioso cómo, a partir de esta secuencia, la película se vuelve mucho más dramática, con Jane Foster como pivote. Pero Jane, narrativamente, es el medio a través del cual Thor, el protagonista de la película, llega al cambio.
Muchos han criticado ese final en el que Gorr se redime al escuchar el discurso de Thor sobre cómo escoge el amor en lugar de la venganza. Podría ser comparable al mítico Martha de Batman v Superman. Pero, desde el punto de vista psicoanalítico, este es el clímax de la película en lo que a Thor se refiere.
Porque, por primera vez desde que empieza la película y se enfrenta a su propio interior oscuro y taciturno, encuentra un resquicio de luz. Amargado con tanta pérdida, Thor se da cuenta de que el camino que ha escogido se ha caracterizado por ayudar a los demás y por el amor. Por lo tanto, ese mundo interior que solo ofrecía dolor también tiene cosas buenas. Compararse con Gorr, reconocerse en él, le hace ver que es mejor de lo que realmente cree que es.
Así, aunque Thor sigue siendo un personaje eminentemente cómico, sus rasgos maníacos han desaparecido. Ya no los necesita porque ha aprendido a convivir con todo lo bueno y lo malo que tiene en su interior. Y, sobre todo, ha podido elaborar la pérdida de sus seres queridos, ya que lo nefasto de la defensa maníaca es la negación de toda pérdida. Y el duelo es un túnel, más o menos corto, por el que todos tenemos que pasar para poder volver a ver la luz.
Sed felices.
Desde que diagnósticas a Thor como un narcisista, todo tu análisis se desploma.
Gracias por tu comentario. ¿Cuál es tu punto de vista psicológico sobre el personaje? Sería muy enriquecedor si lo compartieras.
Un saludo!
Este artículo es realmente interesante. No había visto que se abordara la ciencia ficción a través de la psicología. Me encantó. Aunque sugiero que a la página le bajen el porcentaje de publicidad… Ya que entre cada párrafo hay que avanzar mucho para evadirla. Eso le quita atractivo al contenido.
Muchas gracias por tu comentario!